Capitulo primero: Presentación.

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Aun recuerdo como comenzó todo. Un lunes de otoño por la tarde, mientras ayudaba a mi padre a acomodar las cosas en la casa nueva, la vi. Tenía cabello violeta y un poco alborotado, una camiseta larga que llegaba hasta las rodillas, dejando descubierto el resto de sus piernas y unas medias coloridas, bastante largas. Me quede mirando varios instantes, mientras sostenía las cajas; hasta que mi padre me devolvió la razón, diciéndome:

-Vamos campeón, debemos entrar todo esto, luego haremos sociales.

En ese entonces dejé de mirarla y entré al nuevo hogar. La casa era grande y linda, como para ser un departamento. Nuestra antigua casa era pequeña y siempre estaba revuelta de cosas.

Iba a ser difícil vivir en una gran ciudad ahora. Nuestra costumbre de barrio pequeño no se comparaba a la inmensidad de la Ciudad de Buenos Aires. La gente, la escuela, los vecinos, todo; iba a ser distinto. La razón principal de que nos hayamos mudado fue papá. Lo habían transferido de zona y para que conservara el empleo, le ofrecieron una casa, a bajo costo, cerca de su trabajo. No podía rechazar la propuesta, tenía varios años de antigüedad en la empresa y debía mantenernos, pues mamá había fallecido hace unos años. Tal vez esa era la principal razón de todos mis problemas.

Luego de que terminamos de entrar todas las cajas, decidí ir a bañarme. Le avisé a mi padre y él me contestó diciendo que, mientras me bañaba, el prepararía la cena. Sin responder más, decidí tomar mi ropa e ir al baño.

Mientras estaba bajo la ducha, escuché el sonido del timbre y rápidamente a papá abriendo la puerta. Seguramente mintió al decir que iba a cocinar y pidió comida rápida. Salí de la ducha, envolví una toalla alrededor de mi cintura y salí del baño secándome la cabeza. Me dirigí hacía el comedor, para ver que íbamos a cenar.

Pero al llegar, vi que no era la comida lo que había tocado el timbre, sino, que era la chica de al lado, la de cabello violeta.

-Ah Jacob, ella es Sara, nuestra vecina. Se quedará a comer. Sara, él es Jacob, mi hijo.- Dijo mi padre, dando una presentación con tono sarcástico.

En ese momento no pude hacer más que salir corriendo del comedor y meterme en lo que iba a ser mi cuarto. La vergüenza de encontrarme semidesnudo ante Sara me había hecho reaccionar así ante Sara. Me cambié rápidamente y me dirigí nuevamente al comedor, esta vez vestido.

-Volvió, por fin.- Dijo papá cuando me vio.

-¿No ibas a cocinar?- Pregunte retóricamente para que se callara.

-Claro... ¿Sara te gusta la comida italiana?

-Sip. Casi toda mi familia es italiana.- Dijo con un tono suave y tierno.

-¡Bien! Debo ir a comprar, no hay nada para comer. Volveré a las 20:00... Pórtense bien.- Dijo Mientras cerraba la puerta.

No sabía que hacer con Sara. Seguramente papá nos había dejado solos a propósito, ya que el piensa que soy homosexual, solo porque me tiño el cabello y porque nunca me vio con una chica. Pero no lo soy.

-Entonces... ¿por qué se mudaron?- Me pregunto la chica de pelo violeta.

-Bueno... em...más que nada por razones de trabajo de mi padre.- dije mientras me sentaba frente a ella

-Entiendo... y ¿Qué te gustaría hacer ahora?

-No sé... mi padre no volverá hasta en una hora, supongo que no hay supermercados cerca.

-Hay un supermercado a unas calles de acá...- refutó Sara.

Lo sabía, todo era un plan de mi padre para que intentara hacer algo con ella, pero recién la conozco...

-Jacob... creo que voy a ir a casa... puedo volver cuando tu padre llegué...

-No, no. No me molesta que te quedes. Podemos conocernos más. Dije mientras me paraba de la silla. Podemos ver la tele, mientras esperamos.

-¿Seguro?- Protestó ella.

-Si claro. Podemos seguir conociéndonos mas...

Nos dirigimos hacia mi habitación, que era única en la casa que tenía la tele instalada. Y nos sentamos en un sillón que estaba frente a la cama.

-Wow... nunca vi una habitación con un sillón. Tu casa es genial.- Dijo Sara.

-Gracias, ¿qué te gustaría ver?- Dije sonriente.

-Oh... cualquier cosa, lo que tu mires está bien. Me gusta tu pelo- Me alagó.

-Gracias, a mí me encanta el tuyo.- dije sonriente.

Seguimos hablando y alagándonos hasta que se hicieron las 19:30, para ese entonces, Sara se había acostado sobre mis piernas y yo había empezado a hacerle mimos en pelo. Parecíamos una pareja de varios años, y no vecinos recién conocidos. No sabía de donde había surgido tanta confianza y cariño. Estaba profundamente dormida en mis piernas, que usaba como almohada. Se veía muy hermosa, más de lo común. Tenía una nariz curva perfecta y sobre esta, unas hermosas pecas. Sus pestañas eran largas y sus labios parecían fríos y ásperos, pero hermosos a la vez. Verla tan relaja, me dio sueño también. Y sucumbí ante la ambición de Morfeo, junto con Sara.

La Chica de al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora