Sus dedos recorrieron la espalda de ella. Despues de no haberla visto en años, Maven envolvió a Nora en un dulce abrazo y dejó que las lagrimas rodaran por sus mejillas expulsando el dolor que tanto tiempo había escondido.
Por su parte, Nora, que le rodeaba el cuello y entertaba la cabeza en su pecho, no dejo escapar una sola lagrima. Ella no era de llorar, de hecho nunca lo hacía.
- Pensé que no volverías- Dijo Nora plantando sus ojos castaños en los verdes de él.
- Jamas te dejaría, ¿como puedes pensar eso?
-Pensé que te habías enamorado de otra chica, que me habías olvidado y que no volverías.
La sujetó la cara con ambas manos y con su mirada fría, con la mirada que ponía cuando el asunto era serio, Maven la besó, unió sus labios con los de ella y dejo que la pasión los llebase a ambos a mundos inexsistentes e invisibles.
Cuando se separaron, la miró directamente.
-Escúchame Nora- ella enrojecida por el beso no aparto la vista de sus labios para no perderse una sola palabra-. El día que llueva sangre, el día que la luna arda por la mañana y el sol brille por la noche, el día en que el mundo se resquebraje y la tierra se queje de dolor, ese día dejaré de amarte. Entiendelo Nora: nunca dejaré de quererte.
