El hombre de grises cabellos huía por la noche. Sus oscuros ropajes se confundían con el entorno, donde lo único realmente identificable eran las duras y rápidas pisadas a través del asfalto en el descuidado patio, y la brillante luna llena alumbrando su camino. Traía una biblia con una cruz volteada bajo su brazo derecho, y dos pequeños frascos en la mano izquierda, uno contenía un extraño líquido negro, y, a su lado, un brebaje de nítido carmesí, sin dudar sangre.
Abrió con su diestra la chirriante puerta del lugar, una que hace años atrás era una ilustre mansión; cuando los caballos arrastraban carretas y los niños sólo tenían como programas las historias de sus abuelos. Aún se vislumbraba un leve vistazo del pasado en aquellas roídas paredes estampadas y en el antiguo brillo de los ahora grandes y sucios ventanales. Cerró la puerta tras de él, ignorando la escondida belleza del lugar y caminando con decisión sobre la anaranjada alfombra.
Paró su andar en la sala, frente a un círculo rojo con un dibujo dentro hecho en el suelo y cinco velas negras cubriendo cada esquina de la ilustración. Una sonrisa siniestra cubría su rostro. Se sentó en el suelo, colocando la pesada biblia junto a él.
-Bien. Ahora sí funcionará.-mencionó inquieto a sí mismo. Su rasposo y profundo tono denotaba todos los años que se había sumido en cigarros y alcohol.
Abrió las páginas del libro, una en especial, marcada por una pequeña tela fucsia para indicar la posición. Prendió las velas.
-Jim asik ernash nitch...-leyó el pasaje del libro, ya casi de memoria-. Espiritum invocous ekanay te terriblium brivate.- Vertió el frasco con sangre al medio del dibujo. Sangre de mujeres puras y vírgenes.
-Etay omay ekisto delirium te mio inboco.- Echó finalmente el brebaje negro sobre las velas, la sangre de tres demonios oscuros, el último ingrediente. Las llamas se intensificaron.
-Finale il mio keme concedo te Belce é Seten kistao, ¡kunai!-.
Las velas se apagaron al pronunciar la última palabra.
...
...
Sólo silencio.
....
Una luz azul comenzó a alumbrar el lugar, cada vez más intensa. El hombre comenzó a retroceder gateando de espaldas, entre sorprendido y asustado. Por más que quisiera negarlo, dudaba que algo pasara realmente.
-Lo he logrado... -susurró.
Un grito femenino salió de entre la luz, con la voz más dulce y suave que jamás se escuchará.
Una mujer de frágil apariencia y con piernas temblorosas salió de la luz. Sus mejillas y costillas estaban muy remarcadas, como si hubiera pasado años sin comer. Dio uno, no, dos pasos antes de caer como un cervatillo recién nacido, apoyando ambas palmas en el polvoso suelo.
El pelirrojo cabello caía sobre su rostro y hombros, atravesando su espalda y finalmente cayendo a algo parecido a una cascada por sus caderas, como si el mismo fuego estuviera rodeando su cuerpo. Una cascada de fuego.
Levantó la cabeza, observando alrededor, e inmediatamente la oscuridad volvió a reinar en la habitación. Sus orbes se fijaron en el hombre unos metros más allá, con una expresión asustada reinando su comúnmente serio rostro, y retrocediendo de la fémina. Ella volvió a pararse, ésta vez firmemente, mas se encontraba tan debilitada, que incluso estuvo apunto de ceder nuevamente.
El humano, al notar a la aparente inmortal sin fuerzas, se levantó también, sacudiendo de sus ropas el polvo, y con una voz grave y altanera, dijo.
-Lilith. ¡Oh!, diosa de la oscuridad-. Hizo una leve reverencia, casi obligada, frente a la mujer. -Aquella que fue desterrada del Edén por sus deseos, hoy, te he invocado para cumplir el mío, probar el néctar que ningún humano dará, poseer aquél alma libre que nadie sería capaz de igualar. Desde ésta noche, marcada por la diosa luna y la sangre negra de Los Demonios, me pertenecerás como esclava hasta el fin de mi vida para...-
Una dulce y a la vez siniestra risa salió de los labios de Lilith, interrumpiendo su hablar. El cabello tapaba su cara, y caía justamente hasta tapar sus desnudos senos, y la parte baja de la espalda.-Basta de formalidades -. Agarró bruscamente el cuello de la pelirroja, con suficiente fuerza para quitar el aire a una humana normal. -Ahora eres mía y deberás respe...-
Se calló súbitamente. El cuerpo de él se inmovilizó, sus ojos abiertos más de lo normal parecían ver a la nada, y un leve rastro de saliva escurría sin poder evitarlo de la comisura de sus labios. Sus pupilas se dilataron, para finalmente desaparecer, dejando sólo unos vacíos orbes. Un líquido negro comenzó a atravesar el interior de la mano donde él tocaba a la mujer, escurriendo por todo la extremidad hasta llegar a su pecho, y deteniéndose en el corazón del ingenuo hombre.
-Ten cuidado con lo que deseas...-pronunció por primera vez ella, con una voz que se hacía cada vez más potente, a medida que el cuerpo de su acompañante se desnutría, debilitándolo, mientras que en ella regresaba el color al pálido rostro, alimentándose de su vida.-...Podría hacerse realidad. -
El cuerpo del hombre cayó, sin vida. La muerte también se llevó sus últimas palabras, donde lo único que pudo hacer fue ver a aquella inmortal desnuda, perdiéndose en la oscura noche, y finalmente, entró inevitablemente al blanco túnel que reclamaba su alma.
Ahora la diosa es libre.
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Querida Lilith.
FantasyEl poder de la diosa de la oscuridad Lilith ha sido liberado en la tierra, sembrando el caos y muerte en la humanidad para lograr su venganza contra Dios. Un destino, una meta. Lograr la libertad. ¿Caerás en la tentación?