La promesa del gato

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    Se escuchaba el ruido de los autos a horas tempranas de la madrugada, cuando apenas comenzaba a asomarse el sol, en la gran ciudad, New York, es en donde se relata nuestra historia.

En un callejón obscuro, debajo de un enorme contener de basura, aparezco yo, despertando como cada mañana, desganado de la vida y muerto de hambre, ¿Quién soy yo? Neh, nadie importante, solo un triste y desdichado gato callejero, nací en la calle y en la calle me voy a morir, o bueno, eso pensaba yo, hasta esta misma mañana en que mi vida cambiaria para siempre.

Como de costumbre, me levantaba sin nada que hacer, solo a vagar por un rato, tal vez si tenía suerte encontraría una rata o algo que pudiera comer, pero esa mañana no era yo mismo, algo faltaba, —¿Que hago en este mundo? Es decir, ¿Por qué estoy aquí? ¿Hay algo que deba hacer?— Eran las preguntas que inundaban mi mente en estos momento, y sin pensar en nada mas, solo seguí caminando, sin si quiera darme cuenta, estaba cruzando la calle, una enorme y enceguecedora luz me alumbro la cara, un camión, que no se detendría para perdonarme la vida, PERO, antes de que pudiera reaccionar, un enorme y agradable calidez envolvió mi cuerpo, cerré los ojo y al abrirlos estaba al otro lado de la calle, no supe que paso, pero de la nada me encontré en brazos de una persona, nunca antes había estado tan cerca de una, era una muchacha, con el cabello largo y suave de color claro, con unos ojos dorados y cálidos, como el fuego en una chimenea —nunca he estado muy cerca de una, pero se ve tan agradable atreves de la ventana de las casas— y tenía una agradable y suave fragancia, no supe cómo reaccionar, ella solo me dejo en el piso de la calle, acaricio mi cabeza y con una suave voz dijo: —ten cuidado pequeño, las calles no son un buen lugar para un gatito— y luego se fue, desapareció en la niebla que aparece durante las madrugadas, dejándome a mí, como un completo idiota, pude haber muerto, pero la vida tenía otros planes para mí.

Intente seguirla, intente encontrarla, pero no pude, no quería rendirme, pero no sabía qué hacer, hasta que un rayo de esperanza me ilumino, pasando por central Park, sentí su suave e inconfundible fragancia, no la encontré a ella, pero si algo que parecía pertenecerle, no estaba seguro de que era, tenía la forma de una libélula, creo que era un broche —si es así como se llaman, ¿No?— Ahora tenía una razón más para buscarla, devolvérselo, no sabía si era valioso, pero devolvérselo era la única forma en que podía decirle "Gracias" —digo, soy un gato, ¿Que se supone que haga? ¡No puedo hablar!—

En fin, pasaron días, semanas, ¿Meses? No estaba seguro, solo sabía que había pasado mucho.

Recorrí las calles de los suburbios en búsqueda de aquella cara angelical, pase por los barrios bajos, por los barrios ricos, por grandes e impresionantes tiendas. Pase por muchos lugares, casi me atropellan más de una vez, me persiguieron perro callejeros, conocí tantas cosas y tantos lugares nuevos en los que nunca había estado, y en los que nunca había pensado que estaría, vi tantas cosas asombrosas y aprendí tanto acerca de las personas, de haber seguido en ese callejón obscuro, no... de no haber sido salvado por aquel ángel, nunca habría podido conocer tanto este bello mundo en el que me encuentro. Por primera vez, creo que desde que tengo uso de razón, mi vida comenzaba a sentirse más completa, aquel viaje que me lleno de nuevas experiencias me hizo sentir más despierto, más lleno de vida. Por primera vez en mi vida me sentía feliz, me sentía completo, bueno, casi...aun me seguía faltando ella.

Tal vez nunca vuelva a verla, tal vez ella no recuerde ya mi fugaz existencia, pero aun si nunca la encuentro, que digan que nunca deje de buscarla —pensé— ¡No! ¡No me rendiré! ¡No aun, no ahora! —me dije a mi mismo, con el recuerdo en mi mente de lo que aquella dulce niña había hecho por mí, y cayendo en cuenta de que pudo perder su vida por salvar la mía— Desde aquel momento hice una promesa a aquella muchacha, aunque creo que era más una promesa a mí mismo, prometí que pasara el tiempo que pasara, y ocurrieran las cosas que ocurrieran, aun si nunca llegara a encontrarla, nunca, nunca, dejaría de buscarla.

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