Sentí el suelo frío debajo de mis piernas, sentí mi ropa mancharse por las gotitas que caían de mi nariz y de mi boca. Pude oír el eco de los pasos de ellos al alejarse, la puerta cerrarse.
La lluvia comenzó a caer de mis ojos, ligera, tranquila. Al fin y al cabo esto no debería dolerme, era lo normal, era lo que pasaba todos los días. Me levanté y abrí la puerta del pequeño baño, manchado de carmesí.
Me puse delante del grifo, y al encenderlo me mire al espejo, como siempre, tenía un aspecto deprimente.
Mis ojos estaban rojos y un poco hinchados, mi boca, mi nariz y mi barbilla estaban llenas de sangre, debido a todos los golpes que me acababan de dar. Mis ropas normalmente negras ahora tenían manchitas rojas, que tendría que ocultar con la cazadora.
Puse mis manos debajo del agua en forma de cazo, para después lavarme la cara, el agua salió roja, como todos los días.
¿Cuanto tiempo ha pasado desde que este lugar se había vuelto un infierno, desde que ese baño se llenaba con mi sangre? Habían pasado años, hace tanto tiempo que he perdido la cuenta.
¿El motivo de esto? Ni yo misma lo sé. ¿Es por mi pelo, extrañamente blanco? ¿Por mis ojos sádicamente rojos? ¿Por ser gótica?
Mi madre dijo que era por que me envidiaban, por que era diferente, pero, ¿eso de que me servía? ¿De que me servía ser distinta? Si por eso me pegan y me humillan.
Mire mi cara mojada, mi reflejo en el espejo. Era patética. Esa figura pálida y delgada. Debilucha y sin fuerzas. Mire mi pelo largo y suelto, despeinado, ¿quizás era por mi aspecto? Peine mi cabello. Después mire mi cara, ya sin sangre y con los ojos normales, con la expresión triste de siempre, sonreí falsamente. ¿Sería mi carácter? Bueno, no recuerdo como era este cacho de hielo antes de sufrir esto. La gente decía que ella era alegre, pero esa chica fue asesinada hace tiempo.
Mire mi ropa. ¿Sería por mis gustos? Mire el baño, frote con papel las manchas rojas del suelo, haciéndolas desaparecer. Después salí del baño, como siempre. Sentí un dolor punzante al caminar, pero lo ignore.
Llegué a mi clase, fría y vacía. Cogí la cazadora y me la puse, después mire la hora. Sólo faltaban 5 minutos para acabar el recreo.
Me acerqué a mi mesa, una de las del fondo, la que está al lado de la ventana. Acaricie la madera con la yema de mis dedos.
¿Siempre sería así? ¿Sin apoyo? ¿Sin nada que hacer contra ellos? Mire por la ventana... Daría lo que fuera por tirarme ahora mismo por esa ventana. Bueno, no daría todo, no daría la felicidad de mi familia por ello.
Mi familia es lo único por lo que estoy aquí, es lo único que me agarra a esta asquerosa vida. Por mi madre, bondadosa y amable, pues como la brisa. O por mi hermano mayor, que tiene un gran trabajo lejos de casa. O mi padre, serio pero agradable.
Ellos me querían mucho, ya me habían repetido que sin mi nada sería lo mismo, que no podrían seguir viviendo. No quería que mi muerte trajera consecuencias, mucho menos que le arrebatase sus felices vidas, por lo que decidí seguir viviendo lo que me había tocado, a lo que ni siquiera se le podía llamar vida.
Sonreí con nostalgia, mirando la ciudad. Después de los dos primeros años de esta tortura, a la que mis padres llamaban acoso escolar, comprendí que esta sería mi vida, que jamas cambiaría. Había visto el sufrimiento de mis padres cuando les conté todo, por lo que decidí dejar de contárselo. Ellos ahora creen que en el colegio lo paso bien, por lo que son felices. Yo pase a guardar todo, como ahora. Mis muñecas se habían llenado de cortes, que yo misma había hecho.
Deje de ser la chica que era de pequeña, y mi vida se transformo en interpretar papel tras papel. En casa era una chica alegre, simpática y agradable que mis padres conocían. ¿En el colegio? Me aislé, con todo el mundo soy una chica borde, fría. ¿Cunado soy yo misma? Supongo que en esos momentos en los que estoy sola, en los que puedo pensar, llorar, gritar sin miedo a que me miren mal, a dar pena.
Todo es culpa mía, de no ser como soy todo el mundo estaría mejor, soy un monstruo, un bicho raro, una llorica, una debilucha. Me senté y saque mi estuche y los libros de la última hora de clase. Sonó el timbre y un montón de personas empezaron a entrar en clase, las miré. El chico que convirtió esto en mi vida, Raito, entró con sus amigos, me señalo y dijo algo con sus amigos, que comenzaron a reír. Yo simplemente vi como se sentaban, y después entro el profesor y todos se sentaron.
Mire la mesa de mi lado, ahí una chica, de pelo marrón largo y ojos de un marrón chocolate me miraban. Se llamaba Ana, le había tocado la mala suerte de sentarse a mi lado. Aparto la mirada y miró el encerado. Ana no es muy popular, pero a ella le da igual, tiene una buena vida.
Me gustaría decir que verla no me causa ningún tipo de sentimientos, pero mentiría. Le tenía envidia, cosa que me hacía sentir peor de lo que ya me sentía normalmente. Quería tener su vida, ella tiene un par de amigas, que la quieren muchísimo, vive como quiere y no sufre. Me hubiera gustado nacer como Ana, y no como Yami, pero es lo que hay.
Después de la clase salí con mis cosas de primera, y sonreí, con la sonrisa falsa que no llegaba a los ojos, con esa sonrisa que todos se creían. Llegue hasta donde estaba mi madre esperándome, yo la salude y le di un beso en la mejilla.
- ¿Qué tal en el cole? -, me preguntó como siempre.
- Bien -, mentí como hacía todos los días, y es que así sería siempre, todo esto siempre se quedaría dentro de mi cabeza.
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Dentro de mi cabeza
KurzgeschichtenTodo este dolor lo dejare ahi, dentro de mi mente.