Prologo

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Ravenwood (Virginia) 1994

El bar en el que él la había citado gozaba de un ambiente acogedor con una vista espectacular hacía el enorme lago azul.
El suelo era de madera caoba y las paredes de un color manteca chispeante. Varios posters de bandas de rock, como Pearl Jam y Nirvana; también de la reina del pop Madonna y estrellas country como lo era Jimmy Dickens colgaban decorando las paredes de la taberna dándole una fachada rustica. Pequeñas luces que brillaban en lo alto del techo y el aroma a café a esa hora de la tarde hacía del lugar una completa maravilla.

Justo acababa de pedirle dos tazas de café a la moza del bar, cuando la campanilla de la entrada sonó y ella hizo su aparición.
Su cabello corte carre negro se tambaleaba cuando caminaba y la luz del bar iluminaba por completo los dos zafiros que llevaba por ojos. Vestía un pantalón pegado a las pantorrillas hasta la cintura, una remera al cuerpo sin mangas y zapatos altos cerrados.

Se le iluminaron los ojos cuando la vio cruzar aquella enorme puerta de cristal. Era hermosa,pero evidentemente ella no lo sabía.
Se vestía simple y tampoco sabía que eso la hacía verse aún más atractiva de lo que ya era.

Ella recorrió el lugar con esa mirada añil, buscándolo, y cuando lo encontró una sonrisa se dibujó en su rostro. Una sonrisa radiante, como si quisiera cegar a todos con su felicidad.

Eso lo hirió. Lo hirió en lo más profundo de su alma. Debía de dejar de pensar en cómo se sentiría cuando hablara con ella o nunca lo haría y eso solo lograría traer graves problemas para ambos.

Caminó hacia él, que se hallaba en el fondo del lugar sentado a unos metros del gran ventanal. Los incandescentes, pero pequeños rayos del sol, le dejaron apreciar su primoroso rostro con claridad.

-Has venido.-dijo él con una sonrisa que estuvo seguro, le robó el aliento por competo.

Y así fue, ya que, para la joven volver a atrapar su respiración se volvió imposible por lacónicos segundos.

Después de tanto tiempo...¿Es que nunca aprendía? A veces bastaba con que él la mirara para que perdiera toda su confianza y el nerviosismo comenzara a hacer efecto logrando así que perdiera por completo su equilibrio emocional.

Respiró hondo y le devolvió una sonrisa radiante.

Amaba verla sonreír.

-Por supuesto que sí.-respondió.-A mamá le gustas.-se encogió de hombros.

Cada vez que él la miraba, pensaba si aquella mujer era real, porque en toda su existencia, jamás había visto a alguien igual. A una alma tan hermosa como lo era la de ella; pura.

Él se incorporó de su asiento, con esa elegancia y delicadeza que tanto lo caracterizaba, y la saludó con un suave beso en la mejilla las cuales se ruborizaron y ella bajó la mirada, claramente avergonzada.

Él sonrió, cómico por tal gesto.
Corrió la silla hacía atrás para que ella pudiera tomar el lugar, el cual aceptó gustosa y volvió a sonreír, complacida por el acto caballeroso que el joven había optado.

-Gracias.-le agradeció.-Un hombre que trata a una mujer como una princesa, demuestra que fue criado por una reina.-Lo miró, expectante.- Supongo, que conoces ese dicho ¿verdad?

Él le devolvió la mirada. Una mirada llena de amor y dulcificada. Intensa.

-Por supuesto.-respondió, aunque en verdad no lo hacía, pero su tierna voz era como música para sus oídos. La observaba cómo si fuera lo más hermoso que había visto, pues en realidad así era.

The Witches GrantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora