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Capítulo 4

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Los sueños de Sam siempre son cálidos. Una atmósfera reconfortante lo baña todo, produciendo en mí una sensación de paz infinita. Por eso amo vivirlos, son justo lo que me gustaría tener si pudiera soñar por mi cuenta.

De la niebla difusa que lo rodea todo, una figura humana toma forma. Sam aparece y se sienta en el suelo con las piernas cruzadas. No tardan en aparecer también sus padres y hermano menor, el que corre hasta sentarse en su regazo. Está recordando una Navidad pasada.

Me acerco con cuidado y tomo asiento en el brazo de uno de los sofás para ver como abren sus regalos. No logro verlos del todo bien, ya que no es en eso en lo que el soñador se está fijando. Los sueños felices o los recuerdos son los más difíciles de ver; las pesadillas, en cambio, tienen una claridad escalofriante.

De pronto, el sueño comienza a mutar. Ahora estoy en un bosque, con una hermosa luna llena en lo alto filtrando su luz entre las ramas de los pinos. Corriendo, aparece un lobo de pelo gris de un tamaño impresionante seguido por una pequeña manada. Troto detrás de ellos para ver hacia donde se dirigen. Al parecer, Sam está soñando que es un lobo. Suele ocurrir, hay veces en que sueña que vuela en dragones o que es uno. También que era un águila, lo que me complicó bastante seguirlo. Al parecer, le agrada la idea de libertad que transmiten este tipo de sueños. ¿Se sentirá apresado en su casa?

La manada se detiene en un risco para aullar. Intento descifrar cuál de ellos es Sam, pero se me hace difícil. ¿Puede que sea el líder? No lo sé, él nunca ha querido destacar mucho entre los demás. Es alguien muy pasivo.

Termino con la distancia que hay hasta los lobos. Ninguno repara en mí y es normal, siendo que Sam no tiene cómo saber que estoy invadiendo sus sueños y la privacidad que conllevan estos. Camino entre los enormes cuerpos peludos hasta llegar donde el líder se encuentra, contemplando la luna. Me siento a su lado, metiendo mis dedos entre su suave pelaje, continuando con el estado general de ignorancia hacia mi presencia.

A veces se me olvida lo increíble que es el reino de los sueños. Cada persona tiene un mundo completamente diferente; con sus detalles, sus aspiraciones y sus miedos. Lo había olvidado, quizás por culpa de la retorcida mente de Jordan con sus largas pesadillas o quizás porque no me detengo mucho a pensar en ello. Pero ya lo he vuelto a recordar.

Tener esta habilidad no es tan malo cuando tienes paisajes como este frente a ti. Paisajes oníricos.

Siento tristeza cuando las cosas se desvanecen a mi alrededor, cayendo en el vacío inocuo y oscuro que es la mente del soñador cuando carece de sueños o está despierto. Allí me quedo a solas con mis pensamientos, sin atreverme a indagar más allá.

Bueno, fue bonito mientras duró. Agradable salir de todo lo horrible que está siendo el mundo real para refugiarme en las fantasías de Sam. Pero ¿qué diría él si supiera que puedo soñar lo mismo? No creo que le agradaría la idea, especialmente a que los hombres suelen soñar cosas... Bueno, el punto es que nunca me he topado con algo como eso ni en hombres ni mujeres y espero que siga así. Profundamente.

☽☽☽☽☽

Abro los ojos y veo que Sam no está. Duerme plácidamente en el saco de dormir en el suelo. Al parecer, se cambió durante la noche para evitar problemas con mamá si entraba en la mañana. No es que le moleste que Sam entre en mi cuarto o algo así, pero tampoco quiero que se haga una idea errónea de lo que pasa entre nosotros dos. Eso sí podría traer problemas con sus estadías sin previo aviso.

Me levanto de la cama y salgo de la habitación sin hacer ruido. Bajo las escaleras hasta la cocina para preparar algo para desayunar, pero me encuentro con una escena que provoca que me atragante con mi saliva; un hombre, en mi cocina. Tomo el paraguas que siempre cuelga en la entrada y me acerco para golpearlo.

Parasomnia #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora