Sé que las reglas de la sociedad son invisibles, se podría decir que hasta imaginarias, similares a un secreto a voces de esos que todo el mundo sabe pero que no se charlan abiertamente.
En ninguna parte de la ley está prohibido fijarse en alguien de tu mismo género, de enredarse con una persona que tenga lo mismo que tú tienes allí debajo ya sea por puro placer o razones más profundas. En mi país no están prohibidos los homosexuales, bisexuales, travestis o las personas que se salgan de lo denominado natural, como lamentablemente se da en otros lugares.
Sin embargo, esas reglas que ha establecido la sociedad, tal parece que son ajenas a lo que está escrito en la Constitución, porque las personas juzgan y señalan lo anormal, lo que no se ajusta a las condiciones que crearon.
En mi caso, al parecer, las personas no comprenden que no fue mi culpa nacer homosexual, es más, ni siquiera comprenden que mi problema no debería ser considerado una culpa, o una cruz llevada a cuesta.
A veces llego a pensar que ellos creen que se me pegó lo gay porque de niño vi un programa donde un par de hombres o mujeres se daban besitos y se me dio por imitarlo. O tal vez piensen que cuando me estaban creando, mi madre y mi padre cometieron un error o usaron un condón rosa que luego se rompió. Tal vez que hasta simplemente heredé lo gay.
Y es aquí cuando reflexiono sobre la estupidez humana.
— Soy gay.
La tensión se podía percibir en el ambiente. Mark estaba delante de mi, sosteniendo una lata de pepsi vacía que minutos atrás había sacado de su mochila y que planeaba tirar.
— ¿Qué?— Cuestionó el pelinegro. Rodé los ojos y me crucé de brazos, tratando de lucir indiferente ante su reacción
— Que soy gay, estúpido.
Me mordí la parte interna del labio con nerviosismo. Había hecho un juramento a mi mismo dos días antes en mi habitación, que consistía en no retractarme de lo que estaba a punto de hacer. No quería mantenerme escondido todo el tiempo, quería librarme de ese peso que arrastré durante gran parte de mi vida y dejar de creerme incorrecto.
Dejar de creer que era defectuoso.
Una mueca confusa se instaló en el rostro de mi mejor amigo y quise golpearlo por tener ese cerebro tan lento, no obstante, el miedo me lo impidió. Después de todo, su opinión me importaba, habíamos sido amigos desde el jardín de niños y no quería alejarme de él.
Entreabrió sus labios dispuesto a hablar y presté atención a lo que tenía que decir. Mi corazón golpeando mi pecho, sintiéndolo en mi garganta a medida que los segundos pasaban y ese pendejo no decía nada.
— Oh... ¿Eso significa que te gusto?— Dijo e hice una mueca de espanto.
— ¡Eww, claro que no!— Sentí mis mejillas arder a medida que a mi cabeza se venía la imagen de ambos en una relación más allá de la que teníamos.
Mark suspiró aliviado y sonrió un poco, arrugando su nariz de esa forma que tanto me gustaba.
— Está bien— Habló con la mano en el corazón, literalmente, pero de un momento a otro, sus ojos se abrieron grandes y lució ofendido— Espera un momento, ¿Por qué no te gusto si soy guapo? ¿No me crees lindo?— En ese momento, quería que un rayo le cayera en la cabeza— O sea, mira mis bíceps, están más duros que una tabla de madera. ¡Tengo una jodida barra de chocolate! ¡¿Qué sucede contigo?!
Lo único que pude hacer fue reírme de él, de sus ocurrencias y de lo normal que se tomó todo. Eso de cierta manera me alivió. Por lo menos contaba con él, su apoyo iba a ser esencial en mi vida.
Mucho más ahora que estaba rompiendo el tabú.
Mucho más ahora que era gay ante los demás.
...Dedicado a alguien especial. Quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que sea y siempre estaré apoyándote. Espero y encuentres a tu Mark.
Inspirado en esta imagen:
F.I: 13/10/16
F.F: 13/10/16