Tiene los ojos verdes, piel trigueña, nariz grande, cabello entrecano, estatura media, fornido, fuerte, de carácter; muy bueno, pero cuando se enojaba temblaban hasta los alambres. Nunca ocurría casi, pero esa vez se convirtió en un lobo feroz.
Cabalgaba en su potro mestizo, domado por él, brioso y obediente; de repente apareció una serpiente venenosa, preparada para atacar; se apeó de su caballo, enredó su poncho en la izquierda, su facón en la derecha y comenzó a pelearla, dio un salto en el suelo que levantó un polvo fino, la perdió de vista. Cuando volvió la claridad de visión, estaba allí, le clavó el puñal y la partió en dos. La levantó y la lanzó, con bronca, a un costado. Montó su caballo y siguió el camino, al galope, tratando de llegar antes que lo sorprenda la tormenta, que se venía fea.
Recorrió unos cuantos kilómetros, transpiraba el matungo de tanto correr. Se bajó de encima de él y lo notó afiebrado, tembloroso... Tín, se dio cuenta enseguida, lo notó porque conocía su prenda, que la maldita había clavado su veneno en el caballo. Buscó la herida, la marca característica que deja "la bicha del demonio", y allí estaba, bien marcados los colmillos Sin dudarlo, siquiera, tajeó y chupó la sangre hirviendo del animal, rasgó su camisa blanca un poco arrugada y le hizo una compresa con tabaco mascado, se la puso en el corte y se sentó a esperar el efecto del remedio. El equino también se echó, agotado, dormitó unos minutos y se puso de pie.
Entonces Tín lo bañó, el agua fresca siempre es bienvenida para estos casos, lo mojó bastante. Él también se refrescó la cara, el cuello y la cabeza, acomodó sus ropas y siguió la marcha, ahora más tranquilo. "Tequila" era fuerte, joven, con ganas de recorrer los campos libremente.
Llegó a una zona de campaña. Allí estaban los soldados acampando, cumpliendo órdenes de su Superior: "atacar a todo aquel que se les acercara." Entonces, Tín sintió un ruido terrible que le chifló el oído, lo dejó sordo del lado derecho. Rápidamente se tiró al piso, también hizo echar al caballo. Sorprendido y desconcertado esperó. Cinco, diez minutos.Comenzaron a aparecer truenos, relámpagos que alumbraban el lugar. Temía que lo descubrieran. El centinela que estaba en el mirador lo vio, apuntó y le dio en el muslo, sólo un rasguño, pero sangraba. Se hizo un torniquete, dejó de fluir la sangre, pero quedó herido.
El centinela dio la voz de intruso a la vista y salió un grupo a caballo hacia el Sur, donde se encontraba el muchacho, según el centinela, pero Tín subido a su potro brioso, cambió de rumbo y llegó a un maizal, allí estuvo tirado por un tiempo, comenzó a llover, fuerte, con granizo que revotaba en su espalda, un rato, luego continuó el agua. Rezó y se quedó dormido.
El alba se divisó, había pasado la gran tormenta. Amaneció fresco y estaban mojados, empapados hasta la médula. Pensó que si comía un paté recobraría energías, lo hizo mientras su compañero pastaba.
El descanso había terminado. Se dirigió hacia un objetivo: buscar a su familia, su posible familia. Cada paso era lento, caminaba junto a su caballo, se montaba en él; al galope avanzaban.
Escuchó un ruido aterrador. Miró para los cuatro costados, no vio nada. Y de nuevo ese sonido ensordecedor. Delante suyo, a unos mil metros, una nube gigante de polvo lo desconcertó.
Se acercó, con temor pero intrigado, curiosamente se había desprendido una gran piedra de roca caliza se había desplomado de lleno en el piso...se sacó el sombrero, respiró hondo, se secó el sudor y se dijo:- ¡Pucha, qué bueno es estar vivo! De pura casualidad, pero como las cosas te pasan cuando diosito quiere...Ufff!! Debo seguir.
Después de dos horas de cabalgar, el cansancio se hizo sentir de nuevo, y el hambre apareció de nuevo. Desmontó, desabrochó lo que le quedaba de la camisa y se recostó en un frondoso árbol. Entredormido sintió comezón en su espalda, su caballo recorría el lugar colmado de pasto fresco y sano, mientras él buscaba manos para rascarse. Se había echado en un hormiguero.
-¡Por favor, estos bichos noooo! ¡¡¡Soy alérgico!!! ¿Qué hago?- Recordó un remedio casero de su madre, difunta ya. Buscó el yuyo entre los matorrales y lo encontró, comenzó a mascarlo rápidamente, para que hiciera efecto enseguida. No se daba cuenta que estaba hinchándose, que se le cerraba la garganta. Comenzó a ver nublado, con dificultad para distinguir, mareado.
No sabe cuánto tiempo pasó, ni dónde está, ni quién lo auxilió.
Despertó en una cama limpia, el estar era amplio, pero no había nadie con él. Sorpresivamente, apareció una señora de edad avanzada, esparciendo un perfume medicinal, por el aroma. Muy agradable, tanto ella como el olor que se olía en todo el cuarto.
-¿Dónde estoy, Sra.? - le preguntó.
-En mi hogar, donde trabajo. El Sr. lo trajo para que lo bañe y lo cuide, está muy débil, perdió el conocimiento, ya pasaron tres días; se lo ve bien hoy. Podremos salir a los jardines y tomar un refresco.-
¿Qué está pasando aquí? ¿Estoy vivo o en el cielo? Desconcertado, con dudas.
Fueron afuera con cuidado. Antes de atravesar la puerta vio una figura femenina que se acercaba a ellos.
- ¿Catalina...?- preguntó fríamente.
-Si, Tin, soy yo. Mi esposo te encontró cuando recorría la estancia con unos peones. ¡Te levantaron y te trajeron acá! Te cuidamos y él dijo que podías quedarte con nosotros. Tu caballo está en el establo, cuidado.-
No lo pudo resistir. Esa misma noche, tomó coraje y se cortó las venas.
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Tín Ferro. Un hombre.
AdventureTrata de la venganza de un hombre que quedó solo en su patria. De acuerdo a la situación económica devastada, tratando de sobrevivir, se enfrenta a varias situaciones que tiene que resolver. Conflictos, roturas, amores. Ésta es la historia de...