capitulo 3

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Hay día siguiente llame a Melisa hola amor como esta perdón por sacarte de mi casa era que estaba mar porque mataron a mi padre ella me dijo esta bien amor tu sabe que te amo mucho yo le dije igual yo amor  te amo mucho y te extrañare mucho ella me dijo porque me dice así para donde vas yo le dije tengo que salir del país por negocios pero estaré aquí a tiempo ella me dijo ok amor te estaré esperando de pues llame para comprar él pasaje y irme entre 3dia a lo dos día de pues Pablo tenia la gente que nesecitabamos     pues me fui aya para en contraída  a una amiga reportera pero no era nada fácil hay finar la encontré y  Antes de entrar en el automóvil miró por encima del hombro para estar segura de que nadie
la acechaba. Eran las siete y cinco de la noche en Bogotá. Había oscurecido una hora antes,
el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal
contra el cielo turbio y triste, pero no había a la vista nada que temer. Maruja se sentó
detrás del chofer, a pesar de su rango, porque siempre le pareció el puesto más cómodo.
Beatriz subió por la otra puerta y se sentó a su derecha. Tenían casi una hora de retraso en
la rutina diaria, y ambas se veían cansadas después de una tarde soporífera con tres
reuniones ejecutivas. Sobre todo Maruja, que la noche anterior había tenido fiesta en su
casa y no pudo dormir más de tres horas. Estiró las piernas entumecidas, cerró los ojos con
la cabeza apoyada en el espaldar, y dio la orden de rutina:
-A la casa, por favor.
Regresaban como todos los días, a veces por una ruta, a veces por otra, tanto por razones de
seguridad como por los nudos del tránsito. El Renault 21 era nuevo y confortable, y el
chofer lo conducía con un rigor cauteloso. La mejor alternativa de aquella noche fue la
avenida Circunvalar hacia el norte. Encontraron los tres semáforos en verde y el tráfico del
anochecer estaba menos embrollado que de costumbre. Aun en los días peores hacían
media hora desde las oficinas hasta la casa de Maruja, en la transversal Tercera N° 84A-42
y el chofer llevaba después a Beatriz a la suya, distante unas siete cuadras.
Maruja pertenecía a una familia de intelectuales notables con varias generaciones de
periodistas. Ella misma lo era, y varias veces premiada. Desde hacía dos meses era
directora de Focine, la compañía estatal de fomento cinematográfico. Beatriz, cuñada suya
y su asistente personal, era una fisioterapeuta de larga experiencia que había hecho una
pausa para cambiar de tema por un tiempo. Su responsabilidad mayor en Focine era
ocuparse de todo lo que tenía que ver con la prensa. Ninguna de las dos tenía nada que
temer, pero Maruja había adquirido la costumbre casi inconsciente de mirar hacia atrás por
encima del hombro, desde el agosto anterior, cuando el narcotráfico empezó a secuestrar
periodistas en una racha imprevisible.
Fue un temor certero. Aunque el Parque Nacional le había parecido desierto cuando miró
por encima del hombro antes de entrar en el automóvil, ocho hombres la acechaban. Uno
estaba al volante de un Mercedes 190 azul oscuro, con placas falsas de Bogotá, estacionado
en la acera de enfrente. Otro estaba al volante de un taxi amarillo, robado. Cuatro, con
pantalones vaqueros, zapatos de tenis y chamarras de cuero, se paseaban por las sombras
del parque. El séptimo era alto y apuesto, con un vestido primaveral y un maletín de
negocios que completaba su aspecto de ejecutivo joven. Desde un cafetín de la esquina, a
media cuadra de allí, el responsable de la operación vigiló aquel primer episodio real, cuyos
ensayos, meticulosos e intensos, habían empezado veintiún días antes.

amor infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora