Y lloré al saber que está era nuestra despedida y que no iba a poder hacer nada para evitarlo. Lloré delante de él, mientras agarrabamos nuestras manos, no que podía o simplemente no quería. Él comenzó a llorar, y ahí fue que me preocupé, le dije que dejará de llorar, y le besé las lágrimas que se desplazaban por sus ojos. Finalmente vi como su mirada dejo de hacer contacto con la mía... ya no iban a ver más besos en la frente, ya no iba a poder sentarme en sus piernas, ya nadie iba a venir a mi casa a las 1:00 am cuando me sienta mal, ya nadie a quien contarle la última discusión que tuve con mi madre, y ya nadie que me contará la última anécdota que pasó en su trabajo. ¿Sabes cuando te estás mal, pero nadie lo nota y explotas? Ya sea lanzando objetos, gritando o golpeando un muro hasta que ya no te queden más fuerzas. Eso me está pasando a mí.
Quería permanecer con mi cara en su cuello, quería pensar que al darme la vuelta me voltearia, tomaría mi cara entre sus manos y con sus pulgares acariciaría mis mejillas. Que se acercara y me besara, que me diera un beso lleno de promesas y no un beso de despedidas... sería lindo pensar que ese pasara, pero me dijiste "Entra a tu casa" y aún yo no quería soltar tu mano, quería abrazarte hasta que dejaras de llorar, y en definitiva no quería que te fueras, porque sabía que si te ibas todo ya había quedado atrás. Lo vi marchar mientras mis lágrimas sólo salían, él no volvió a mirar atrás, volví a voltear una última vez más y ya ibas caminando por la acera y no miraste atrás, me abandonaste sin más...
