Un niño alegre, dulce, tierno, el niño que todo padre desearía tener, un niño ejemplar. Ojos verde esmeralda, cabello rubio alborotado. De tez blanca. Ese era Adrien, un niño de 5 años, hijo del diseñador más famoso de París, y probablemente... Del mundo.
Esperaba anciosamente la llegada de su madre. Pues llevaba meses sin verla, y este sería el día en que la vería por fin.
Se había levantado muy temprano, pidió a Nathalie que hiciera su desayuno mientras el tomaba un baño. Al salir, se arregló muy bien y bajó feliz las escaleras. Para tomar su desayuno.
-No se como tomará esto Adrien- Se escuchó la voz de un hombre detrás de una puerta.
El pequeño se acercó a la puerta para escuchar mejor.
-Señor, tarde o temprano se dará cuenta. Es mejor decircelo en este momento...- La voz de Nathalie fue la que escucho.
-Llamalo-
Adrien rápidamente corrio a su silla y fingió estar comiendo.
-Adrien, tu padre quiere verte- dijo Nathalie.
Era extraño que su padre quisiera verlo, usualmente él siempre estaba ocupado para él.
Se levantó y corrió rápidamente hasta el despacho de su padre.
-Adrien...- Gabriel tenía algunas lágrimas es sus ojos. Cosa que sorprendió mucho al pequeño rubio.
-¿Qué sucede papá?- dijo el niño
-Tu madre.... No regresará- dijo el señor Agreste.
-¿Por qué?- al niño se le notaban sus ojos cristalinos.
-Tu madre... Ha muerto en un accidente cuando llegaba al aeropuerto para regresar. El auto en el que iba, volcó...- El hombre intentaba no llorar.
Mientras que Adrien comenzaba a llorar desconsoladamente. El niño corrió a su habitación y se tiró en su cama.
.....
Esa misma tarde, Gabriel entró a la habitación de su hijo.-Adrien, no volverás a salir, el mundo de afuera es muy peligroso, y tu, eres lo único que me queda de tu madre- dicho esto el señor salió de la habitación. El niño, volvió a llorar, sus ojos y nariz estaban rojos. Volvió a recostarse mirando al techo.
-¿Por qué la gente muere?- se dijo para si mismo.
Estaba cansado y no se dió cuenta de cuando se durmió.
.....
Dos meses más tarde...
Adrien estaba aburrido en su casa, su padre lo tenía vigilado por Nathalie. Y en la entrada habían guardias evitando la entrada y salida.
-Adrien, es hora de tu clase de Chino- dijo Nathalie.
-Si ..- a veces Adrien no entendía porque tenía que aprender esa cosa absurda como el chino.
Las horas de esa clase eran eternas para el niño. Se aburría tanto, que su padre le había regañado por no prestar atención al profesor.
El profesor se distrajo, Nathalie se acercó para darle algunos avisos del señor Agreste. Adrien vió la puerta abierta y los guardias no estaban... Esa era su oportunidad de salir.
Sin hacer ruido alguno, se levantó de su lugar y salió corriendo.
Miró atras para revisar si alguien lo habia visto, su suerte era que no.
Caminó, tantas cosas en la ciudad, cosas que el jamás había visto, todo le gustaba, desde esa pequeña pizzeria, hasta la gran torre Eiffel. Continuó caminando, hasta que enconcontró algo que llamó su atención. Había llegado cerca de un pequeño parque, no muy lejos de la torre Eiffel. Ahí se acercó a lo que llamó su atención.
-¿Por qué lloras, bella dama?- el niño se paró frente a una niña que lloraba en una banca. La niña con lagrimas en sus ojos señaló sus rodillas raspadas, sucias y ensangrentadas.
Adrien se quitó la mochila que traía puesta y buscó en ella algunas cosas.
Sacó de ella dos trapitos. Uno rojo con puntos negros, y tenia una “A” grabada en él y el otro era negro con la silueta de un gato color verde y con la misma letra grabada. Sacó una botella de agua y lavó las heridas de la niña. Una vez que desinfectó con el agua amarró los trapitos en cada una de sus rodillas.
-He terminado- le sonrió con esa sonrisa dulce que es característica del él. La niña lo miró, aún con algunas lagrimas, se sonrojó al ver al niño tan apuesto que la había ayudado.
-Gracias- respondió la sonrisa.
- Eres más bonita cuando sonries. Soy Adrien- el pequeño rubió se sonrojó al decir eso.
-Gra-gracias... Soy, Ma-Marinette- volvió a ruborizarse.
-¿Puedes caminar?- dijo el ojiverde señalando las rodillas de la ojiazul.
Marinette se levantó, sus piernas le temblaban, el golpe había sido fuerte, estuvo a punto de caer pero el rubio la sostuvo.
-Te acompañaré, vamos sube a mi espalda- Adrien ayudó a Marinette a subir a la banca oara luego voltearse. Marinette, cuidadosamente se aferró al cuello del ojiverde y Adrien sostuvo sus piernas cuidadosamente para no lastimarla.
-bien, vamos, Guíame.-
Comenzó a caminar, durante el trayecto vió a Nathalie, quien buscaba por todos lados al ojiverde. Adrien cuidadoso de no ser visto y de no lastimar a su compañera, se escabulló.
*******
-aquí es- la niña señaló una casa pequeña.
-Bien, entremos. Y luego me voy a mi casa- el pequeño rubio llamó a la puerta. Una señora muy parecida a la azebache abrío.
-Oh cariño, ¿Qué te ha sucedido? Entren por favor. Gracias por traerla pequeño. Espero que no te haya causado molestias- dijo la señora.
-Para mi es un placer ayudar a una niña tan bonita como Marinette.- el niño sonrio. La señora sonrió la reaccion del rubio le causó ternura.
-¿Cómo te llamas?-
-Soy Adrien- sonrió
-Un placer, soy Sabine la madre de Marinette- dijo la señora.
-Tengo que irme, me estan buscando- el niño se levantó del sofá.
-Por favor lleva algunas galletas recien hechas, es para agradecerte por ayudar a mi hija- sabine se dirijió a la cosina.
-Marinette, ¿Crees que podamos vernos mañana?- Adrien la miró.
-Posiblemente si.-
-Te veo en el parque de hoy-
-Ahí estaré- ella le sonrió -Gracias por traerme- se acercó a su mejilla y depocitó un pequeño y tierno beso. El ojiverde se sonrojó.
-Aqui tienes Adrien- sabine regresó un una cajita envuelta en una pañoleta rosa pastel.
-Gracias, te veo mañana Marinette- el niño se despidió y se dirijió al lugar donde estaba Nathalie.
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Amor de Niños.
FanfictionAdrien, un niño dulce y sólitario, al perder a su madre su padre lo ha encerrado. Cierto día decidirá escapar, para encontrarse con algo que cambiará su forma de pensar, Marinette. Ella se volverá una adicción para el rubio, lo que lo llevará a hace...