Menos de dos semanas antes...
Miedo. Lo que residía en mi interior era algo que estaba vivo, querespiraba. A veces podía sentir que merodeaba, que luchaba porliberarse. Y en ese instante viajaba conmigo, mientras Lindsey y yoacechábamos entre los densos matorrales del parque nacional, al filo dela medianoche. Pero yo me había convertido en una experta enenmascarar el miedo. No quería que Lindsey pensara que habíacometido un error al convencerme para trabajar con ella como guía delparque natural durante el verano. Me figuraba que podía aprender deella unos cuantos trucos sobre cómo combatir a los demonios interiores.Ella le daba un sentido nuevo a la palabra «aventura».
Pero aun así, ir las dos solas a un lugar en el que había seres salvajesbuscando aperitivos sabrosos era una locura. Y peor locura aún nodecírselo a nadie. Habíamos guardado silencio porque el merohecho de abandonar los barracones una vez se apagaban las lucesera motivo suficiente de despido. Y después de haber conseguidosobrevivir a una semana de entrenamiento intensivo, yo no estabadispuesta a que me echaran la noche antes de mi primera misión.
Apreté con fuerza mi arma: una Maglite. Mi padre adoptivo es policía,y me ha enseñado unas cien formas de matar a un hombre con unalinterna. Vale, tengo tendencia a exagerar, pero aun así, me haenseñado unos cuantos movimientos defensivos.
A un lado, donde estaba la mayor espesura de árboles y de arbustos,oí un crujido.
—¡Chss! ¡Espera! ¿Qué ha sido eso? —susurré con voz áspera.Lindsey exploró los matorrales con la linterna y escrutó la oscuridadde las copas de los árboles. Aquella noche había luna creciente,pero su luz no podía penetrar la espesura de los árboles en el lugarpreciso en el que estábamos.
—¿Qué ha sido qué?
Al girar yo mi linterna, el rayo de luz la deslumbró. Ella dio un pasoatrás y alzó una mano para protegerse los ojos de tanta luz directa. Susedoso cabello rubio reflejó la luz y por un momento pareció mágico.Me recordó a una caprichosa hada. Sin embargo, yo sabía que susdelicados rasgos ocultaban una gran fuerza interior. Lindsey habíasalido en la primera plana de los periódicos locales al salvar a un niñodel ataque de un puma. Se había interpuesto entre él y el animal, yhabía gritado hasta que logró que la bestia se alejara.
—Me ha parecido oír algo —dije yo.
—¿Algo como qué?
—No lo sé.
Miré a mi alrededor. El corazón me latía fuertemente. Me encantabaestar al aire libre, pero esa noche me daba miedo. No podíaquitarme de la cabeza la idea de que alguien me observaba o de queestaba viviendo mi propio momento de El proyecto de la bruja deBlair.
—¿Algo así como pisadas, quizá? —preguntó Lindsey.
—No, en realidad no. No era el ruido de unas pisadas humanas. Eramás bien como si alguien caminara lentamente, solo con calcetines...o como el ruido de patas, quizá.
Inmediatamente Lindsey colocó un brazo por encima de mis estrechoshombros. Ella era un poco más alta que yo, y además tenía losmúsculos muy duros de tanto montar en bicicleta y escalar rocas. Noshabíamos conocido el verano anterior cuando vine de acampada con mispadres. Lindsey había sido una de nuestras guías o serpas, como solíallamarlas el personal del parque. Enseguida habíamos conectado y noshabíamos hecho amigas, y durante el curso escolar nos habíamosmantenido en contacto.
—No nos sigue nadie —aseguró Lindsey—. Todo el mundo estabadurmiendo cuando nos marchamos de la cabaña.
—¿Y si es algún tipo de depredador?
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Luz de Luna
WerewolfKayla es una chica norteamericana corriente, una amante de la naturaleza incapaz de comprender por qué se siente atraída hacia Lucas, un chico distante y de aspecto amenazador. Lucas es peligroso, guapo y además... es un hombre lobo. Como líder de l...