Al bosque

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Alcanzó el borde del bosque y entonces se detuvo. QUn enjambre de Dementores volaba entre los árboles; podía sentir el frío que emanaban, y no estaba seguro de que pudiera pasar con seguridad entre ellos. No le quedaban fuerzas suficientes para lanzar un Patronus. Ya no podía controlar más sus temblores. Después de todo, no era tan fácil morir. Cada segundo que respiraba, el olor de la hierba, el aire fresco en su cara, eran tan deliciosos... Saber que la gente tenía años y años, tanto tiempo que desperdiciar, tanto tiempo para vivir lentamente, y él se aferraba a cada segundo. Al mismo tiempo que pensaba que no iba ser capaz de continuar, sabía que debía hacerlo. El interminable juego llegaba a su fin, la snitch dorada había sido atrapada, ya era hora de dejar el aire...
La snitch. Sus nerviosos dedos juguetearon durante un momento con la bolsita de piel de topo, que colgaba de su cuello y la sacó.
Me abro al cierre.
Respirando fuerte y rápido, se quedó observándola. Ahora que deseaba que el tiempo pasara lo más lentamente posible, se sentía acelerado, y la comprensión le llegaba tan rápido que parecía atravesarle. Éste era el final. Éste era el momento.
Presionó el metal dorado contra sus labios y susurró: "Estoy a punto de morir".
El caparazón de metal se rompió y se abrió. Bajó su temblorosa mano, alzó la varita de Draco por debajo de la capa y murmuró: "Lumos".
La piedra negra con la grieta irregular que le atravesaba por el centro contemplaba las dos mitades de la snitch. La Piedra de la Resurrección se había agrietado más, siguiendo la línea vertical que representaba a la Antigua Varita. Todavía podían verse el triángulo y el círculo que representaban a la Capa y a la Piedra.
Y de nuevo Harry lo comprendió sin siquiera pensarlo. No se trataba de hacerles volver, pues estaba a punto de unirse a ellos. No tenia que atraerlos, eran ellos los que le estaban llamando.
Cerró los ojos y giró la piedra en su mano tres veces.
Supo lo que había sucedido porque oyó suaves movimientos a su alrededor, que sugerían la presencia de frágiles cuerpos pisando el terreno arenoso, lleno de ramas, que marcaba el borde exterior del bosque. Abrió los ojos y miró a su alrededor.
No eran ni fantasmas ni cuerpos vivientes, eso podía verlo. A lo que más se parecían era al Riddle que había escapado del diario hacía ya tanto tiempo, y había sido una memoria casi sólida. Con menos sustancia que cuerpos vivientes, pero mucho más que simples fantasmas, se movieron hacia él. Y en cada cara, la misma cariñosa sonrisa.
James era exactamente de la misma estatura que Harry. Llevaba la misma ropa que cuando murió, con el pelo despeinado y revuelto, y las gafas un poco ladeadas, como las del señor Weasley.
Sirius parecía alto y guapo, y muchísimo más joven de lo que Harry le había visto en su vida. Caminaba a zancadas con estilo, las manos en los bolsillos y una amplia sonrisa en su cara.
La sonrisa de Lily era la más amplia de todas. Se echó atrás la melena mientras se acercaba a él, y sus ojos verdes, tan parecidos a los de él, exploraron su cara con ansia, como si jamás fuera a ser capaz de haberle mirado lo suficiente.
–Has sido tan valiente...
Él no podía hablar. Sus ojos se recrearon en ella, y pensó que le gustaría quedarse allí y mirarla eternamente, y que no querría nada más.
–Ya casi has llegado –dijo James. –Estás muy cerca. Estamos... tan orgullosos de ti.
–¿Duele?
La pregunta infantil había salido de los labios de Harry sin poder evitarlo.
–¿Morir? Nada en absoluto –dijo Sirius. –Es más rápido y más fácil que quedarse dormido.
–Y él querrá que sea rápido. Quiere que esto acabe ya –dijo Snape
–No quería que murieran –dijo Harry. Estas palabras le salieron sin querer- –Ni ninguno de vosotros. Lo siento... –se dirigió especialmente a Snape, suplicándole –...perdoneme por todo por haberlo culpado sin saver bien las cosas como sucedieron... profesor, lo siento...
–Yo también lo siento -dijo Snape. –siento a ver sido tan malp todo este tiempo... Pero debia de acerlo y solo asi podria protegerte y mantener a Dumbeldore al tanto con todo lo que sucdia con los mortifagos..
Una fría brisa que parecía emanar del corazón del bosque llevó el aire hasta la frente de Harry. Supo que no le dirían que continuara, que tendría que ser su decisión.
–¿Os quedaréis conmigo?
–-Hasta el final -dijo James.
–¿No podrán veros? -preguntó Harry.
–Somos parte de ti -dijo Sirius, –invisibles a cualquier otro.
Harry miró a su madre.
–Quédate cerca de mí –dijo suavemente.
Y empezó a moverse. El frío de los dementores no le atemorizó; pasó a través de ellos junto con sus compañeros, que actuaron como Patronus para él, y juntos marcharon entre los viejos árboles que crecían apretadamente, sus ramas se enredaban, sus raíces se retorcían y enroscaban bajo sus pies. Harry sujetó fuertemente la Capa a su alrededor mientras avanzaban en la oscuridad, viajando a lo más profundo del bosque, sin saber en realidad dónde estaba exactamente Voldemort, pero seguro de que le encontraría. A su lado, sin hacer apenas ruido, caminaban James, Sirius, Snape y Lily, y su presencia le daba coraje, y era lo que le permitía seguir poniendo un pie enfrente del otro.
Notaba su cuerpo y su mente extrañamente desconectados, con las costillas trabajando sin instrucciones conscientes, como si fuera un pasajero y no el conductor del cuerpo que estaba a punto de abandonar. Los muertos que caminaban a su lado, atravesando el bosque, eran mucho más reales para él, en ese momento, que los vivos que habia dejado atrás en el castillo; Ron, Hermione, Pansy, Draco sus otros amigos y todos los demás eran fantasmas, mientras caminaba como atontado hacia el final de su vida, hacia Voldemort...
Un golpe y un susurro: alguna otra criatura viviente se había agitado muy cerca. Harry se detuvo bajo la Capa, atisbando a su alrededor, escuchando, sus padres, Snape y Sirius se detuvieron también.
–Hay alguien ahí –sonó un áspero susurro muy, muy cerca. –Tiene una Capa de Invisibilidad. ¿No será...?
Dos figuras aparecieron desde detrás de un árbol cercano: sus varitas resplandecieron, y Harry vio a Yaxley y Dolohov escudriñando la oscuridad, directamente hacia el lugar en que estaban Harry, sus padres, Sirius y Snape. Daba la impresión de que no podían ver nada.
–He oido algo, seguro –dijo Yaxley. –¿Crees que habrá sido un animal?
–Ese grandullón de Hagrid guardaba un enorme montón de cosas raras en su casa –dijo Dolohov, echando un vistazo sobre su hombro. Yaxley bajó la mirada hasta su reloj.
–Ya casi es el momento. Se ha cumplido la hora de Potter. Y no viene.
–Será mejor que volvamos –dijo Yaxley. –Nos enteraremos de cuál es ahora el plan.
Dolohov y él se volvieron y se adentraron más en el bosque. Harry les siguió, sabiendo que le guiarían exactamente a donde quería ir. Miró de un lado a otro, su madre le sonrió y su padre asintió, dándole ánimos.
Habían avanzado durante sólo unos minutos cuando Harry vio luz frente a él, Yaxley y Dolohov llegaron a un claro, que Harry reconoció como el lugar donde el monstruoso Aragog había vivido en otra época. Aún quedaban restos de su gigantesca red, pero su enjambre de descendientes había sido expulsado de allí por los Mortífagos, para que luchara por su causa.
Había un fuego ardiendo en el medio del claro, y su luz parpadeante iluminaba una multitud de mortífagos completamente silenciosos y vigilantes. Algunos de ellos aún llevaban máscara y capucha; otros mostraban sus caras. Dos gigantes estaban sentados en el extremo del grupo, arrojando enormes sombras en la escena, de caras crueles y rugosas, como talladas vastamente en roca. Harry vio a Fenrir, merodeando, mordiéndose las largas uñas; el enorme y rubio Rowle estaba tocándose delicadamente su labio, que sangraba. Vio a Luccas Greengras, que parecía derrotado y aterrado, y a la madre de Blaise cuyos ojos estaban hundidos y llenos de aprehensión.
Cada ojo estaba fijo sobre Voldemort, que estaba parado, con su cabeza inclinada, y sus manos blancas dobladas sobre la Varita Mayor delante de sí. Tal vez estaba rezando o contando silenciosamente en su mente, y Harry, parado en la orilla de la escena, pensó absurdamente en un niño contando, jugando al escondite. Detrás de su cabeza, todavía enrollándose y girando, la gran serpiente Nagini flotaba en su brillante jaula encantada, como un halo monstruoso. Cuando Dolohov y Yaxley se reunieron en el círculo, Voldemort miraba hacia arriba.
–Ninguna señal de él, mi Señor –dijo Dolohov. La expresión de Voldemort no cambió. Los ojos rojos parecían brillar junto a la luz del fuego. Lentamente, extrajo la Vieja Varita entre sus dedos largos.
–Mi señor –Bellatrix había hablado. Se sentó lo más cerca posible de Voldemort, despeinada, con la cara un poco ensangrentada pero ilesa. Voldemort levantó la mano para silenciarla, y ella no soltó una palabra más, lo miró con fascinación, adorándole.
–Pensé que vendría –dijo Voldemort con voz fuerte y clara, sus ojos aún en las llamas saltarinas. –Esperaba que viniera–.
Nadie habló. Parecían estar tan asustados como Harry, cuyo corazón estaba palpitando contra sus costillas, tratando de escapar de aquel cuerpo que estaba a punto de caer a un lado. Sus manos sudaban mientras se quitaba la capa de Invisibilidad y la guardaba junto a su túnica, con su varita. No quería verse tentado a pelear.
–Parece que he sido… engañado –dijo Voldemort.
–¡No lo has sido! –dijo Harry con la voz más alta que pudo, con toda la fuerza que pudo reunir. No deseaba sonar asustado. La Piedra de la Resurrección se deslizó por entre sus dedos entumecidos, y por el rabillo de sus ojos vio que sus padres, Sirius y Snape desaparecieron cuando caminó hacia delante de la luz del fuego. En ese momento sentía que nadie importaba excepto Voldemort. Eran simplemente los dos.
La ilusión se fue tan pronto como llegó. Los gigantes rugieron como los Mortífagos y se levantaron juntos, había muchos gritos, lamentos, incluso risas. Voldemort estaba congelado donde estaban parados, sus ojos rojos se habían encontrado con los de Harry, y miró fijamente en cuanto se movió hacia él, con nada más que el fuego entre ellos. Entonces una voz gritó:
–¡HARRY! ¡NO! –
Se dio vuelta y vio a Hagrid, estaba atrapado y atado a un árbol cercano. Su cuerpo macizo agitó las ramas sobre la cabeza cuando luchó por zafarse, desesperado.
–¡NO! ¡NO! HARRY, ¿QUÉ HACES…?
–¡CÁLLATE! –gritó Rowle, y con un golpecito de su varita, Hagrid fue silenciado.
Bellatrix, que había saltado sobre sus pies, miraba con impaciencia de Voldemort a Harry, su pecho se agitaba.
Las únicas cosas que se movieron eran las llamas y la serpiente, enrollandose y desenrollándose en la jaula que brillaba detrás de la cabeza de Voldemort.
Harry podía sentir la varita contra su pecho, más no hizo ningun intento de cogerla. Él sabía que la serpiente estaba demasiado protegida, sabía que si conseguía apuntar a Nagini, cincuenta maldiciones lo golpearían primero. Entretanto, Voldemort y Harry se miraban el uno al otro, y ahora Voldemort inclinaba su cabeza un poco para un lado, considerando lo que tenía en frente, y una sonrisa particularmente decepcionada surgió de sus labios.
–Harry Potter –dijo muy suavemente. Su voz podría ser parte del fuego que saltaba. –El muchacho que vivio….
Ninguno de los Mortífagos se movieron. Esperaban: Todos esperaban. Hagrid se debatia, y Bellatrix jadeaba, y Harry pensó inexplicablemente en Pansy, y su mirada ardiente, y la sensación de sus labios en los suyos.
Voldemort había levantado su varita. Su cabeza todavía estaba inclinada de lado, como un niño curioso, preguntándose qué sucedería si procedía. Harry devolvió la mirada a los ojos rojos, y deseó que sucediera de una vez, rápido, mientras aún podía permanecer de pie, antes de que perdiera el control, antes de que le traicionara el miedo...
Vio cómo se movía la boca y un rayo de luz verde, y todo desaparecio

Juntos Por CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora