El veneno del amor emana de las entrañas de la débil. Ella con sus ojos radiante y sus curvas de violín provoca el frío a arder.
Me dice que la persiguen sombras que no muerden y ella con hambre de colmillos.
Sutilmente halo su melena corrijo su boca a la mía y la muerdo.
Me mira con espanto sus ojos me clavan miradas llenas de preguntas y yo la muerdo más duró.
Con su respirar acelerado llena sus pulmones de aire pintado con rojos vivos y se pierde en un grito.
Tuerce su nuca al buscarme y yo sin soltarle la trenza le susurro al oído, la vulnerabilidad de la presa es lo que enamora al cazador.