Capítulo 2

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Tengo la bolsa de papel en mis manos mientras entramos a la casa, sigo algo nerviosa por entregárselo

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Tengo la bolsa de papel en mis manos mientras entramos a la casa, sigo algo nerviosa por entregárselo. ¿Qué tal si no le gusta? Si fuese así moriría de la vergüenza. ¡Un diario! ¿Es eso es lo mejor que se me ocurrió darle? Repetía mentalmente esa frase.

Me calmé un poco al entrar a la casa, la cual se miraba estupenda. Sigue justo como la recuerdo, con su aroma a galletas recién horneadas ¡Mmmm, que delicia! Sus muebles son todos blancos, mesas, sillas, las ventanas, puertas y lámparas. Los cojines y todas las paredes son de color azul mate, un azul bastante pálido, pero siempre con ese toque especial. Arriba del sofá más grande hay tres fotografías en blanco y negro con marcos de color blanco y con el fondo de color… ¿Adivinan?... Sí, de color azul oscuro.

Una de las fotografías es de cuando la tía Ellen era bebé. En la siguiente parece tener doce años y está posando en un árbol que tiene orquídeas en él; y la última es de su viaje a Londres.

Miro detenidamente la última, se ve tan actual. Creo que la observo por demasiados segundos porque mi tía se acerca a mí para decirme: —Es de cuando estudié mi maestría en la universidad de Birkbeck en Londres.—

–¡Wow! ¿Cuándo fue eso?– ¿Cuándo se fue a Londres a estudiar?, pensé que estaba de vacaciones o en cosas de arqueólogos.

–No estoy tan vieja como crees, June. Fue hace más de un año que termine mi maestría en investigación arqueológica. Fue exactamente cuándo te envié el Big Ben en miniatura.

No recordaba eso, pero insisto, pensaba que estaba de vacaciones o haciendo cosas de arqueólogos. El tío Darren ingresa a la sala para saludarla interrumpiendo así mis pensamientos para encajar la situación. Está acompañado de mis primos: Isaac, David y su esposa Miriam.

El tío Darren, junto con mamá, son muy parecidos al Abuelo Chris. Cabello oscuro y lacio, ojos algo achinados y la tez de un color dorado; a decir verdad, se ven algo bronceados. El abuelo, al igual que mi tío, son altos creo que tienen una estatura un poco más alta que el promedio. Después de ellos sigue la tía Ana Mary, la abuela Mónica y la menor de los Barner, la tía Ellen, la más pequeña de todos. Las últimas tres no son tan parecidas, ya que mis tías son una mezcla extraña entre el abuelo y la abuela, por ejemplo, la tía Ana es algo alta, con cabello marrón muy claro y rizado igual a la abuela, pero tiene ojos achinados. Mientras la tía Ellen es de estatura promedio, tiene tez pálida igual a la mía, ojos grandes y redondeados, cabello lacio y marrón, siempre la recuerdo usando el cabello muy corto y con flequillo.

– ¡Feliz cumpleaños, pequeña! – dijo la tía Ana.– Sé que no te gustan los pasteles de cumpleaños, pero como somos muchos contra uno, lo traje–. Terminó diciendo con un guiño y una sonrisa al estilo Maléfica.

No sé porque la tía Ellen odia los pasteles, pero exclusivamente odia los de cumpleaños. Mi familia siempre le hace esto, le regala uno para comerlo durante la “comida especial de cumpleaños”. Es una costumbre que, según mi abuela Mónica, la inventaron en su familia para estas ocasiones.

La comida es básicamente incluir alimentos que sean preferidos por el cumpleañero. Los que la familia normalmente incluye son jaleas de mora, galletas de avena con trozos de fresa y una receta que la abuela ha adaptado a su gusto y que le quedan deliciosas, unas tortas rellenas de carne de res, con laurel, cilantro, tiras de cebolla y mucho de pimienta negra… no sé qué más, pero esto siempre es exquisitamente picante. Aparte de esas tortas que son exclusivas para estas festividades siempre van acompañadas de un “arroz verde”, que está hecho con cilantro, chile verde, perejil, algo llamado culantro y por supuesto arroz blanco. Son completamente deliciosos, la comida es lo único que me hace soportar el hecho de tener que estar con los molestos de mi familia.

Por el patio trasero de la casa hay una mesa enorme donde cabemos todos los miembros. La mesa está ubicada en un enorme pórtico trasero, delante de este hay un enorme árbol de color lila. Me acerco y puedo notar que debajo de él hay una placa que tiene una descripción que me llama mucho la atención.

“Nuestra amistad siempre crecerá

Y florecerá como las ramas

de este árbol en primavera.

Y que cada hoja que caiga

recorra todos los espacios

que una vez llenaste…”

Cherry 1999-2012

Me tapo la boca con las manos. Cherry, la perrita mestiza que mi tía había rescatado de la calle, estaba enterrada allí… Estoy atónita yo pensé que se había quedado en otro lugar porque mi tía no estaba en casa. Era tan juguetona la recuerdo muy bien, tenía pelo blanco y largo con manchas negras, era de tamaño mediano, parecía una perra ovejera. Mis lágrimas pican en mis ojos por salir libres y recorrer mis mejillas. Trato de contenerlas cuando de repente siento una mano en mi hombro, la tía Ellen.

–La recuerdas ¿cierto?– Con una media sonrisa en su rostro, continúa diciendo. –Ya era muy mayor, falleció un mes antes de que partiera a Londres. Cherry lleva lejos de nosotros más de dos años y medio.–

Es exactamente el tiempo que llevo sin ver a mi tía. Ni siquiera puedo recordar la última vez que vi a Cherry. –Espero que no haya sufrido mucho, nadie me avisó que ella…­­– digo entrecortadamente, mi tía Ellen responde interrumpiendo.

–No me quedó mucho tiempo, yo en esos momentos me preparaba para viajar y tu apenas tenías 14 años, ya estabas apartándote de mí… –lo dijo muy entrecortado, casi sollozando– No pensé que te acordaras de la vieja Cherry.–

Me lanzo hacia ella, atrapándola en un abrazo, las lágrimas caen por mis ojos. ¿Cómo logró pensar que no me acordaría de la traviesa Cherry? Sé que ya no la visitaba seguido, pero me hubiese gustado despedirme de ella. La quise mucho, ya que en casa no me dejan tener perros, por eso me uní al voluntariado en el refugio.

–Me hubiese encantado poder despedirme… – digo entre lágrimas.

–Puedes hacerlo hoy, ella ya estaba muy vieja. Para mí fue una sorpresa cuando decayó… la lleve al veterinario, me dijo que no resistiría por su edad, ya tenía casi 13 años conmigo. Así que no estuvo mucho en cama, quiero creer que no sufrió mucho.–

La tía Ellen me abraza y se marcha. Me despido a solas de la traviesa Cherry. Es un muy lindo gesto el haber sembrado un árbol como tumba para Cherry, es como decir que ella vivirá mientras el árbol esté aquí, aparte que es muy ecológico.

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2016 ⏰

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