Pretending

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Prólogo.

Mi mamá saca lo peor de mí.

—Y dime, ¿De qué va todo este rollito de chica punk insolente? —pregunta mamá mientras mantiene sus manos en el volante y la mirada centrada en su camino.

—Que no soy punk, joder —refunfuño por lo bajo, mirando a través de la ventana como Birmingham comienza a aparecer en nuestro campo visual.

 —María Jesús contéstame cuando te hablo ¡Por Dios! Estás insufrible. — Intento abrir mi boca para aclararle que no debe de llamarme María Jesús, pero prefiero callar o empezará con uno de sus sermones ligados a Dios, el Diablo, Pepito grillo, o qué se yo.  

“María Jesús. Já. ¡Menudo nombre que me ha puesto! ¿No podría ser más vergonzoso?” —me compadezco internamente…de mí.

—Mira, si lo que te enoja es haberte mudado de Londres y haber dejado la iglesia con tus amigos, vale, lo siento, pero tengo obligaciones ¿Recuerdas? A mí también me gustaba la ciudad, y tenía amigas en la congregación, pero de seguro aquí también haremos muchis…—La corto inmediatamente.

¡¿Qué amigos?!

—¡Que no, que no me he enfadado! —exclamo exasperada, pero decido calmarme. Mi madre saca lo peor de mí, lo juro. Acaricio mis sienes y suspiro para empezar de nuevo.—Mira…mamá. No estoy enfadada ¿Vale?  De hecho me agradó la idea. Nueva ciudad, nueva vida ¿no? —“Sí, y a la mierda las congregaciones esta vez”. Sonrío.

—Ya…¿Y por eso habéis comenzado a ser gótica? —voltea la cabeza y me mira enarcando una ceja. —¿Sabes lo que dirán de ti? Van a pensar que…¡Que eres una inadaptada! Como esos muchachos llenos de tatuajes y problemas con la ley. —Chilla atacada. —María Jesús por favor, ¡no te he criado para esto! Debes ser una muchacha de bien, no quiero que vuelvan a expulsarte de una escuela o te castigaré. Y es en serio.

Dios, es una exagerada...

Me gustaría gritarle que me deje en paz pero creo que le he levantado la voz lo suficiente por hoy. Estoy borde, lo admito. Pero es que mamá es tan terca respecto a todo. ¡Y no se calla nunca! Parece que tuviera palabras para todo, mientras que yo simplemente quisiera permanecer en silencio un rato. Además, estoy emocionada, nerviosa e ilusionada, lo que más quería era dejar Londres pero enfrentarme a cosas que no conozco no me deja exactamente en mi zona de comodidad.

Doy un largo suspiro y pregunto; —¿Qué tiene de malo vestirse de negro? —me cruzo de brazos —Vamos mamá, sabes que siempre me ha gustado el negro, los cardigans y las falditas de pliegue no encajan con lo que pretendo ser. —Le informo.

Me frustro al pensar en mi odioso pasado. Que, a pesar de que hace unos meses que me visto de negro, sigue recordándome lo introvertida y ridícula que era.

—Y ese es el problema…que quieres pretender —suelta en un susurro frustrado y se mantiene conduciendo. Ruedo los ojos y sigo mirando a través de la ventana, probablemente tenga razón, pero no puedo seguir siendo la chica insulsa y sensible. Se acabó esa patética chica con el cabello en la cara y una mirada triste, pasaré de todos. Así como ellos pasaron de mí. 

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