Otoño: Hojas Que Crujen

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Con ustedes, la tercera parte. Es más largo de lo que pensé y que los capítulos anteriores. Espero lo disfruten y le entiendan.

Dejo miles de cajas con pañuelos porque ya les debo muchos. Puede que algunos los necesiten o puede que no... los dejo de todo modos.

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Bokuto observaba la lista de compras sin mucho ánimo. Tomó unas especias, leyó sus ingredientes y lo volvió a dejar en su lugar. Siguió caminando por el largo pasillo del supermercado y metió al carrito una caja de cereal. Espera, ¿Había cereal en casa? No lograba recordar y la verdad no le importaba.

Siguió caminando hasta que se detuvo en el área de blancos. Contempló el carrito que estaba lleno y frunció el ceño al darse cuenta que sólo había ido por los ingredientes para la comida y terminó comprando cosas innecesarias.

Llegó al área de carnes frías y metió unos cuando paquetes. En el área de verduras trato de llevarse de todo un poco, ya que había olvidado que llevaba la receta que iba a intentar hacer y que seguramente como en las última veces, fracasaría.

En las últimas semanas Akaashi se había negado a hacer de comer y realizar otras actividades. Al principio lo tomó a mal, hasta que comprendió que estaba haciendo eso para que aprendiera a ser más independiente. Eso le molestó pero Akaashi seguía manteniéndose firme ante la idea.

Quería seguir negándose hasta que una tarde la realidad golpeó su rostro: la salud de Keiji comenzaba a deteriorarse más rápido. Dormía más tiempo, se fatigaba con mayor frecuencia y sus fuerzas lo abandonaban. Los ataques de tos ya no eran tan frecuentes, pero cada vez que le daba era más intensa que la anterior y acompañado con cantidades considerables de sangre.

Bokuto tuvo que aceptarlo y desde entonces comenzó a ir por las compras, hacer los pagos y los quehaceres de la casa.

-¡Keiji, he vuelto! -Se alegró haber llegado a casa antes de que los grandes cúmulos de nubes grises descargaran su furia.

-Bienvenido, Bokuto-san -Escuchó en el segundo piso.

Bokuto sonrió ante la pequeña bienvenida, dejó las bolsas en la cocina y subió por el beso que había esperado desde que salió. Entró a la habitación y se molestó verlo fuera de la cama.

-Keiji, dijo el doctor que debes descansar.

-Hay que darle de comer a Yakiniku -Habló con el bote de comida en la mano y al lado de la pequeña pecera circular que adornaba la mesita.

-Bien, pero yo lo haré -Lo regresó a la cama -Y te dije que era mejor ponerle Akaashi ya que es bonito y pequeño como tú -Comenzó a alimentar al pez.

-Bokuto-san, ¿Recuerdas cuando comenzamos a salir?

-Ni como olvidarlo. El día de los inocentes ya no es como antes -Akaashi rio con discreción -No es gracioso amorcito.

-Para mí lo es.

-¡Akaaaashi!

Ambos rieron.

-Bokuto-san, dijiste que querías un perro llamado Yakiniku, pero al final no se pudo porque soy alérgico a ellos. Así que está bien que él se llame así.

-Yo quería que se llamara Akaashi -Suspiró resignado y contempló al pez comer las bolitas que flotaban en el agua -Ya que quiero seguir diciendo ese nombre aún después de que te cases conmigo.

-Bokuto-san -Aspiró hondo -Ya lo hemos hablado.

-No es cierto. Sólo dices que no puedes cada que te pregunto. Keiji, dijiste que me amabas ¿Verdad?

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