Capítulo 1: Little Miss Sunshine

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Un par de piernecillas inquietas colgaban de una enorme silla... la distancia entre el piso y las extremidades era considerable, eso era magia para ella, pues tenía el poder de balancearlas de atrás para adelante sin cesar, en los pies unos zapatos rosados, un vestido hacía juego y su negra cabellera ondulada era curiosamente controlada por un listón, finas facciones dignas de un rostro infantil y para rematar ese par de preciosos ojos azules, de carácter dulce, pero siempre "defendiendo aquello que quiere" o eso fue lo que le dijeron sus padres en una charla...  Isabella era la princesa de la casa, la "muñequita" de su padre, el "solecito" de su madre, la "niña" de su nana... Siempre con una sonrisa, siempre iluminando los sitios en los que se hacía presente... a sus 5 años presumía tener una familia hermosa y muy unida, además de ser hija de uno de los hombres más poderosos del país. A pesar de todos los lujos en lo que se desenvolvía, la humildad era su más grande cualidad, aconsejada por su madre siempre mantuvo los pies sobre la tierra. Toda niña a esa edad necesitaba un cómplice de travesuras, de juegos, de dulces vivencias... Taemin, aquel chiquillo de cabellos castaños y mejillas rosadas, apareció en la vida de Isabella cuando ingresaron al jardín de niños, además eran vecinos, aspecto que les venía muy bien a ambos ya que podían pasar horas inventándole vidas distintas a sus muñecos o convertir el jardín en una isla desierta. Una de las grandes pasiones de la pelinegra era la pintura, amaba como podía reflejar sus sentimientos o aquellas cosas que le parecían "bonitas" en papel, tela o en el piso con un montón de gises, aunque terminara hecha una pena y su madre la obligara a tomar una ducha. En cada cumpleaños una fiesta espectacular, llena de globos, pasteles deliciosos, montañas de helado, magos, princesas que salían un rato de sus cuentos y todas aquellas cosas que enloquecían a las pequeñas. Todo fue así, tan perfecto que parecía que la felicidad seria infinita, que el caminar con sus padres tomada de la mano después de un día de lluvia le parecía fascinante, que escuchar canciones "ochenteras" junto a su madre mientras preparaban galletas era lo más cercano a estar en un gran concierto, que el perder un dientecillo y que al día siguiente apareciera dinero bajo su almohada era lo más cercano a la magia.

Una mañana de julio, despertó con la noticia de que tendrían un paseo familiar improvisado a las afueras de la ciudad, pues su madre amaba la tranquilidad del campo, ella, por su parte, amaba los girasoles que adornaban los alrededores, su padre solo se sentaba bajo la sombra de un árbol a observar el paisaje, hicieron tantas cosas; corearon canciones en el auto, charlaron sobre el futuro de la pequeña y algunas anécdotas de sus progenitores a su edad, rieron hasta que los músculos abdominales pedían piedad; ese día creyó que no existían otras formas de felicidad, que el estar con su pequeña familia era el único camino a ella. Cuando regresaron comentaron a Sophie (su nana) todo lo que vieron y lamentaron que no pudiera acompañarlos, pues la mujer tuvo que acudir a su casa para arreglar malos entendidos entre familiares.

Un mes después lo que parecía interminable llegó a su fin, pues el imponente mundo perfecto de Isabella comenzó a desmoronarse, su madre estaba enferma, el brillo en sus ojos había disminuido y su cuerpo perdió volumen considerablemente, le dolía verla en ese estado, necesitaba que le brindara una caricia sincera pues en semanas lo único que recibió fue una sonrisa dolorosa. Habían ido a verla varios doctores pero ninguno acertó en su diagnóstico... los días pasaban y su estado empeoraba, su padre ya no sabía que hacer, prefería quedarse en su estudio y beber "café muy cargado" aunque Sophie lo sacara después medio dormido y hablando incoherencias, ¡que efecto más raro hacía el café en su padre! Una, dos, tres semanas pasaron y como flor que se marchita, la luz de su madre fue cediendo hasta aquella fatídica noche, donde su casa fue convertida en un frío y escalofriante hospital, médicos salían y entraban de la habitación de sus padres, hablando un idioma que a la pequeña le era difícil entender, solo estaba en un rincón del largo pasillo, acompañada de un oso de peluche, su padre hizo acto de presencia en aquella escena, ingresó a la habitación desesperadamente, pasaron cinco minutos y un grito ensordecedor inundó las paredes de la gran mansión, después, un llanto incontrolable, quejas, súplicas... comenzaba a asustarse pues su padre nunca había estado así, abrazó con fuerza a su acompañante, hasta que unas cálidas manos la recogieron del suelo, Sophie la llevó a su habitación, le puso la pijama y le contó un cuento, de vez en cuando interrumpía la lectura por los fuertes gritos de dolor del señor Farro con lo que ella cerraba los ojos y evitaba que las lágrimas corrieran sin control sobre sus mejillas, la niña la miraba pero la mujer le regalaba una sonrisa –Es hora de dormir mi niña, mañana será otro día- Isabella no entendía lo que ocurría, porque todos actuaban tan extraño ¿Acaso sus padres no querían darle beso de buenas noches? O su papá se había golpeado fuertemente y por eso lloraba, tal vez no podía caminar, era mejor ir a verlo y darle un besito para que se sintiera mejor –Sophie, quiero ver a mi papi- Su petición fue rechazada, pues según su nana su papá estaba bien, pero ahora debía dormirse, minutos después el hombre apareció en el marco de la puerta, su aspecto era deplorable, las lágrimas adornaban sus ojos, pidió a Sophie salir pues debía hablar con su pequeña... a partir de ahí todo se volvió confuso, doloroso y gris...sintió como si apagaran su felicidad y en su lugar un enorme vacío se hiciera presente en su pecho... llorar era la única opción, pero para la infante eso no era suficiente, suplicaba que le regresaran a su "mamita", su padre fue su paño de lágrimas, su compañero de pena... lloro hasta que sus ojos se secaron y el cansancio la venció, sabía que ese vacío no se iba a ir jamás... sabía que su vida no seria la misma...

El hombre se ahogó en una profunda depresión, la bebida fue su salida, después el cigarrillo y a partir de ahí su estilo de vida dio un giro completo.

La mañana del 18 de octubre de 1997 un hombre acudió al funeral de Alicia Farro, se enteró de la gran pérdida y quiso comprobar si era cierto... Buck Farro miró como se acercó con paso lento al féretro depositando algunas lágrimas sobre él... ¿qué diablos hacía ese sujeto en su casa, llorando por la pérdida de su esposa?, debía saber que hacía ahí...

Revenge is sweeter《Choi Minho》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora