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Música para mí

Pareja: Foistley (Ben Burnley/Shaun Foist)

Summary: A Shaun le gusta ir a la tienda de música local, lo que puede o no deberse al atractivo encargado tras el mostrador.

[Apesta, pero es el primer Foistley que escribo. X'D]

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Hay una tienda de música en particular a la que Shaun adora ir; puede pasarse horas ahí dentro, recorriendo los cortos pasillos, mirando las diversas portadas de discos, explorando cada una de las secciones con detenimiento, aún cuando al final del día no realice ninguna compra en realidad. Va cada que le es posible; si tiene tiempo, lo hace una vez por semana.
Es tan habitual este hecho para él que prácticamente lo ha adoptado como una rutina. Y es que a veces se halla sin motivos reales para acudir a este establecimiento, en realidad; simplemente entra, mira y sale varios minutos más tarde. Podría, incluso, presumir que conoce de memoria el orden de los discos en las estanterías, los títulos que contienen, los artistas, el número de copias que hay de cada uno, el color e ilustración de las portadas, los precios...

No siempre lleva dinero suficiente en sus bolsillos como para costearse algo de ahí - y, de hecho, es raro que lo haga alguna vez -, o, por el contrario, no hay nada nuevo en los estantes que llame su atención. En escasas ocasiones, se había encontrado con algún disco de su agrado perdido por ahí, o milagrosamente con algún descuento aplicado, y entonces se lo llevaría a casa y lo escucharía todo el día... mientras pensaba en la encantadora sonrisa del chico tras el mostrador, o en su hechizante voz barítono deseándole un buen día.

Sí..., ahí residía el verdadero encanto de todo ello, el porqué oculto de su afán por visitar esa misma tienda con tan impecable frecuencia. Shaun no lo admitiría en voz alta, sus amigos no tenían por qué enterarse de ello, pero se sentía terriblemente atraído por ese hombre.
Tal vez era su descomunal altura, que en el fondo le intimidaba; tal vez era la palidez de su piel, que lucía tan tersa como la de un infante; tal vez eran sus tatuajes, que lo hacían lucir como un tipo enigmático e interesante; tal vez eran sus aires despreocupados al sentarse ahí, pretendiendo que nadie lo miraba, mientras que tomaba su guitarra y entonaba alguna melodía; tal vez era su actitud gentil, modesta, casi tímida al hablar; tal vez era su cabello imposiblemente azabache, como el ala de un cuervo, y de aspecto tan suave como una pluma; tal vez era su voz, grave y líquida, como el delicioso sabor de un café por la mañana; tal vez era su sonrisa, que revelaba franqueza sobre aquellos perfectos labios finos; tal vez eran sus gustos en común, pues en varias ocasiones había hecho algún comentario favorable respecto a los discos que el baterista compraba, e incluso le hacía alguna recomendación musical de vez en cuando; tal vez eran sus profundos ojos avellana, que parecían mirar a través de él, que reflejaban un alma noble, guerrera, cansada; tal vez sólo era lo inexplicablemente guapo que le parecía, o tal vez era, de hecho, la conjunción de todo esto.

Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿De qué otra forma actuar respecto a este enamoramiento suyo?... ¡Claro! ¿Por qué no obrar de la manera madura y acercarse, entablar una conversación decente, conocerse y, no sé, invitarlo a salir? El castaño se sentía demasiado avergonzado de su ineptitud en cuanto a ese chico en particular que no conseguía el valor suficiente para llevar a cabo nada de lo anterior.

No fue consciente de que sus pies lo llevaban hacia el mostrador, luego de haberse paseado por los pasillos sin mirar ni tomar nada; fue más un impulso, del que no se percató sino hasta que se encontró frente a la caja. Y ahí, sentado, leyendo una historieta, estaba él. Luciendo tan él como siempre le veía. Una sonrisa amistosa apareció en su pálido rostro cuando sus ojos avellana se encontraron con los de Shaun, percatándose de su presencia.