Encuentros

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La primera vez que la había visto, después de haberla creído muerta, había estado caminando por la zona del Centro más alejada de los comercios y el barullo, bañado en luz de luna y siendo acariciado por la brisa fría que azotaba las ramas de los árboles, arrancándole a estos lamentos cada vez que se llevaba algunas de sus hojas con ella. Las calles habían estado pobremente iluminadas y el olor a tierra mojada e incienso había llenado el ambiente, este último siendo arrastrado de alguna casa en las proximidades. Había estado evadiendo charcos de agua y lodo concentradamente, levantándose el ruedo de la capa para evitar que se le ensuciase, cuando la había encontrado.

Su vista había estado fija en el suelo, algo de lo que había podido darse el lujo debido a la inactividad de la zona, por lo que el bulto medio escondido entre los árboles no había sido muy difícil de ver. Se había acercado lentamente hacía él, su actitud la de cualquier responsable y dedicado Encargado de la Limpieza, queriendo comprobar si ese cuerpo no había aparecido en esa zona por equivocación o si era el cadáver de algún desafortunado Abandonado que había encontrado su final en las manos de algún Ratero.

Al llegar al lugar en el que se encontraba el cuerpo, había notado la ausencia del aroma a caramelo que despedían todos los terranos, por lo que había supuesto inmediatamente que la víctima se había tratado de un hellaveniano. Había colocado una de sus manos sobre la vieja y sucia capa que cubría el cuerpo como un capullo, queriendo comprobar en qué estado se había encontrado el cuerpo. No había tenido ningún rastro de magia, pero eso era de esperarse de un Abandonado; por su parte, sus signos vitales habían sido débiles, mucho, lo que había significado que si esa persona no era tratada inmediatamente podría morir.

No sabiendo qué hacer en una situación como esa, siendo la primera vez que se encontraba con alguien en tan mal estado, había decidido que lo mejor que podía hacer era llevar a esta persona a la tienda de Leus. Quizás el hombre pudiese hacer más de lo que él podría.

Sin pensarlo dos veces, había cargado el sorpresivamente ligero cuerpo entre sus brazos y se había desaparecido hacia la tienda de Leus, apareciéndose instantes más tarde frente al alto mostrador. Había sido recibido por la oscuridad y tranquilidad de la tienda, la puerta de entrada cerrada a sus espaldas indicándole que Leus no estaba en el lugar. Una maldición se le había escapado de los labios antes de que él se dirigiese a la parte trasera de la tienda; mientras caminaba, sus ojos moviéndose momentáneamente hacia la figura que yacía inconsciente en sus brazos.

Al llegar al salón, se había dirigido hacia el sofá que se encontraba bajo la ventana, moviéndose por el oscuro salón con la facilidad que sólo el conocer el entorno le ofrecía. Las luces se habían encendido mientras depositaba el cuerpo sobre el sofá, notando en esos momentos cuán sucia se encontraba su ropa y el desastre que estaba dejando a su paso. Con un suspiro saliendo de sus labios, se había inclinado para liberar a la persona de esa húmeda y harapienta pieza de ropa, sus manos moviéndose lenta y cuidadosamente.

La respiración se le había detenido en la garganta y sus ojos se habían abierto como platos, y no precisamente debido a la desnudez de la joven.

Su piel, que él podía asegurar había sido suave y tersa en el pasado, había estado marcada con decenas de profundos cortes, la sangre habiendo goteado de las múltiples heridas y dejado caminos de ahora sangre seca. No había habido un centímetro de piel que no estuviese herido o manchado de sangre, la joven frente a él habiéndose convertido en una especie de mapa viviente, con líneas y líneas que se conectaban y recorrían toda la expansión de su nívea piel. La imagen no había fallado en revolverle el estómago.

La capa que había estado cubriéndola había estado aferrada entre sus manos, y él se había visto tentado a cubrirla nuevamente con ella; pero al ver las heridas nuevamente, al notar el estado en el que habían estado, había decidido no hacerlo. No hubiese sido recomendable cubrirla, no con una mugrienta capa, ni con cualquier tipo de prenda, mientras estuviese así de herida. Puede que él no hubiese podido hacer mucho por ella en ese entonces, pero por lo menos había sido capaz de curar sus heridas.

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⏰ Última actualización: Oct 27, 2016 ⏰

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