BUENA SUERTE

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Aunque no lo dijera en voz alta, Elena nunca podía dejar de pensar que tanto Zick como ella tenían una suerte tremenda.

Solo eran unos niños aprendices, él solamente medio Domador, ella una Refugiadora que no nació con su poder.

Y sin embargo, ni siquiera el mismísimo Deputhi Deth tenía reparos cuando aseguraba que ellos eran los mejores. Sí, sin duda, los mejores.

Pero solo eran niños, y, Elena sabía, que siguiendo enfrentándose a terribles peligros dando palos de ciego, tal como estaban ahora, algún día caerían.

Caerían como una vez calleron Terence y Zob. Porque no se puede ganar siempre.

La pelinaranja pensaba en ello, pero solo como algo pasajero, como quien piensa en un terrible acontecimiento tras una clase de historia.

Simplemente no le parecía real.

Simplemente, con Zick de su parte, aunque luchasen separados, se había acostumbrado a ganar.

No se dio cuenta del error en su ecuación de vida si no hasta encontrarse ahí, en la casa del doctor de Big Burg-si, haciendo todo lo posible por contener los sollozos. Porque sabía que Zick no estaba, no podía verla llorar, pero si podía escucharla.

Y lo último que quería era que él, quien la había protegido y luchado a su lado valientemente, aun cuando le aseguró que aquel lugar era peligroso incluso como para echar un simple vistazo, se sintiese culpable por su deplorable estado de ánimo.

La niña se seco las lágrimas y miró el cuerpo de Zick tumbado a su lado. Era un vano intento para sentirse mejor.

Como cuando te quedas mirando la foto de una persona importante para ti la cuál se ha ido. No te consuela ni un poco, en realidad lo único que consigues es hacerte más daño. Pero no puedes evitarlo. No, no puedes.

La niña tomó las manos del durmiente. El pulso regular que sentía en las muñecas del contrario y el sube y baja de su torax, aunque débiles, fueron como un bálsamo para ella. Aun había tiempo. Rezó por que el aura de Zick encontrase de nuevo su cuerpo antes de que... antes de que...

Sus ojos volvieron a empañarse.

— Zick, si es verdad que puedes oirme, por favor, ponme atención —suplicó—. Estes donde estes, tienes que volver... tienes que volver... P-por favor... —estaba acostumbrada a que el peli azul cumpliera lo que ella decía, con al menos un porque. Tal y como ella hacía por él. Por eso cuando nada ocurrió la invadió un inexplicable enfado contra él. O tal vez la honda tristeza la estaba volviendo loca— ¡Idiota! —le soltó— ¡Jamás te pedí que me protegieras! ¡Ni siquiera quería que me acompañases...! Bueno, no, eso sí que te lo pedí... ¡Pero ese no es el punto...!

Calló por un momento habiendose quedado sin argumentos en una conversación casi unilateral. Genial, ahora era a ella a quien se la estaba comiendo la culpa.

Era su culpa.

— ¿Qué crees que vaya a hacer yo sin ti? —le preguntó a si misma más que a Zick— Te necesito. Y no habló solo de tus poderes. Sabes perfectamente que no es eso... —el corazón del niño comenzó a bombear más rápido. Elena notó el despegue de vida, pero seguía sin ser suficiente. Más bien la mejora sin resultados la irritó un poco— Bien, ¿quieres que lo diga? ¡Pues te lo digo! Yo nunca pedí ser la damisela en apuros de la historia, pero aquí estoy... suplicandole a mi héroe que no me dejé —se sonrojo notablemente al referirse a Zick como "su héroe". Menos mal que él no podía verla, pero ella podría haber jurado que noto un ligero tono rojo en el pétreo rostro de él— ¡Maldita sea Zick, yo te amo! —explotó en la rabia del momento— ¡Así que ni se te ocurra morir porque si lo haces pienso encontrar los medios para seguirte y patear tu trasero fantasma!

Buena Suerte (Zick x Elena)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora