Génesis

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 "El conocimiento es poder, sí. He escuchado tanto esa frase y justo ahora empiezo a comprender la esencia de su significado. Ese conocimiento que se aloja en mi mente puede ser una bendición, pero también una maldición, puede dejar en mi boca un agradable sabor, o la sensación amarga de querer no saber nada, no puedo evitarlo, no sé porque se lo que sé, pero hubiese deseado no haber sabido absolutamente nada". Ana.

7:00 Am. Un sonido de altoparlante rompe el silencio a varias cuadras y en dirección al 5to piso del edificio en donde estoy, solo escucho sirenas mientras salgo de mi cama, no me atrevo a asomarme a la ventana, deduzco que por el sonido abultado y unísono son muchos autos de policía. Algo dentro de mí decía que venían por mí, pero es una estupidez, ¿por qué demonios vendrían tras de mí? Yo no he hecho nada. Tan pronto como pude, descarté ese pensamiento y me posicioné en dirección a la ventana, lo que escuché me dejó paralizada casi de inmediato.

- ¡Ana! Te habla la policía, el edificio está rodeado, sabemos que estás ahí. Baja inmediatamente y con las manos donde podamos verlas.

Me congelé. Realmente mi subconsciente no me estaba traicionando cuando me decía que era a mí a quien buscaban. Me propuse a terminar la misión de llegar hasta la ventana y armándome de valor exclamé: - ¿Por qué están aquí? Yo no he hecho nada malo.

– ¡Ana, no vayas a hacer nada estúpido! - dijo un tipo alto, al lado de uno de los coches de policía que estaban cerca de la entrada, su aspecto, cabello rubio, ojos claros, con un gran abrigo marrón y una placa en su pectoral izquierdo que me decía que estaba del lado de los uniformados.

-¿Qué quieren de mí? – Volví a preguntar.

- No vamos a hacerte daño, sólo ven hacia nosotros. – Inspiraba cierta seguridad persuasiva pero la duda seguía atándome.

- Ven tú sólo y deja tu arma. -Fue lo que pude decir, quizás sucumbí ante la cierta seguridad que a simple vista ofrecía.

Mientras me alejaba de la ventana, inspeccioné mí al rededor buscando algo que pudiera darme respuestas de lo que estaba ocurriendo, revisé cada brecha, cada lugar de mi habitación y todos los rincones de ella. Una pequeña gaveta albergaba un par de armas y municiones. Me sobre exalté.

- Desert Eagle.

Fue todo lo que dije, lo que salió de mi boca. Jamas había tomado un arma pero curiosamente conocía el modelo de ese armamento, tomé una de ellas, aún estaba asustada pero una voz me decía que esté tranquila porque ya había hecho esto antes. Comprobé si estaba cargada y efectivamente lo estaba. Apunté a la puerta y espere que ese sujeto de chaqueta marron la cruzara.

-¡Wooou! Calma - fue la expresión que hizo al ver el agujero del arma apuntando en dirección a su pecho.

- ¿Que es todo esto? ¿Por qué la policía quiere llevarme? ¿Que hice de malo?- quería respuestas claras y sabía que él podría dármelas

- Okey campeona. Responderé a todas tus preguntas. Pero necesito que bajes el arma, podrías herir a alguien.

- ¡Eso es lo que puede ocurrir ahora mismo si no respondes lo que te pregunté! – Seguía tan nerviosa que mis manos sudaban, ¿por qué no habría de estarlo? Una comisión de uniformados vino hasta mi departamento y sobre todo tengo el descaro de apuntar al sujeto que parece ser jefe de la policía, ¡ah! Y con armas que evidentemente no son mías.

- ¡Ok! Está bien, está bien, tranquila. Soy Paul Carter, Inspector en jefe del FBI. Has hecho un gran alboroto Ana, sé que en este preciso instante no tienes idea de lo que está ocurriendo y porqué estamos detrás de ti.

Factor, la historia de Ana LangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora