Selena se puso de pie frente a mí, luciendo solamente una camisa blanca que yo compré meses antes.
—Buenos días al chico más lindo del mundo. —Abrazó mi espalda, dejando un rastro de húmedos besos en mi omóplato. Se sentía malditamente bien tenerla a mi lado.
—¿Estás segura de eso? —Pregunté apartando la vista de mi MacBook gris y centrándola en ella. Me había despertado temprano y mientras Sel dormía, yo aproveché para hacer algo de música.— Porque para mí tú eres la chica más linda de todo el mundo y jamás me voy a cansar de repetírtelo para ver si de una vez lo entiendes.
Había pasado la noche en mi casa, aprovechando que los dos regresábamos de Italia y era muy tarde para que se fuera a la suya.
—¿Irás hoy a tu casa? —Pregunté mientras bajábamos las escaleras, tomados de la mano. Ninguno de los dos habíamos desayunado aún y sinceramente, estaba muriendo de hambre.— Si quieres, yo te puedo llevar para que puedas coger un cambio de ropa y luego regresar aquí para pasar el día los dos solos. Quiero, necesito recuperar todos esos momentos que no vivimos juntos.
