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El vaho de un suspiro se formó en el aire y desapareció demasiado rápido ante los ojos de un cansado profesor, que caminaba sin prisa bajo el cielo despejado de la noche por las calles de Nueva Orleans.

Cualquier persona en su sano juicio no estaría caminando a semejantes horas por aquel lugar desolado de la ciudad, ni mucho menos sin compañía. Pero si algo había aprendido a lo largo de su vida KyungSoo, es que quizá nunca estuvo completamente cuerdo.

No era normal que tu hora favorita del día fuera la media noche, tampoco lo era tener una especial curiosidad por todo aquello que era desconocido. Ser homosexual tampoco era considerado normal en su país, pero eso lo tenía completamente sin cuidado, porque desde que se trasladó a los Estados Unidos, lo que hiciera o dejara de hacer con su culo no podía importarle menos a nadie.

Volvió a llenar sus pulmones de oxigeno lentamente, con la nariz enterrada en su bufanda roja y las manos en los bolsillos del pantalón de vestir negro, tratando inútilmente resguardarlas de la gélida brisa que soplaba suavemente. Aquella mañana antes de salir al trabajo escuchó que quizá haría frío en la noche, pero nunca pensó que llegara a hacer tanto frío.

Maldijo a todo y a todos mentalmente por arrebatarle su calor corporal. Maldijo al clima y sus 1,7°C de temperatura; a sus estúpidos estudiantes por ser unos malcriados que llegaron a amenazarlo con un destornillador porque los había suspendido en el examen final, obligándolo a salir a un horario diferente –usualmente en la noche, como ahora- si quería mantener su integridad física como estaba; y finalmente, se maldijo a sí mismo, por no hacer caso a «Barry, el que te informa el clima para un buen día» y llevar un abrigo más grueso.

Tembló cuando reprimió un estornudo y empezó a caminar más rápido, quizá si se desviaba un poco del camino y tomaba el atajo que Chester, su compañero de trabajo, le recomendó, llegaría antes a la calidad de su pequeño departamento.

«Si tardo más, Bennington, juro que conocerás al verdadero Do KyungSoo» Pensó, girando finalmente unas calles antes de la acostumbrada.

Las calles no eran las más pulcras precisamente, y el bajito pensó que quizá alguien saltaría de algún callejón para amenazarlo con un arma corto punzante para robar sus pertenencias.

Luego recordaba que ni teléfono móvil poseía y se le pasaba. No por nada debía que irse caminando a casa.

Además que quizá podría poner en práctica aquellas técnicas de defensa personal que alguna vez Tao, su compañero de intercambio chino con el que compartía habitación aun cuando estaba en la universidad, le enseñaba en los ratos libres donde ambos estaban demasiado aburridos o demasiado ebrios.

—¡Muchacho, puedo leer tu futuro! —Gritó la voz de alguna mujer mayor en la distancia, que posiblemente lo vio pasar y maldecir por lo bajo en su idioma natal—. ¡Grandes cosas podrás encontrar!

KyungSoo ignoró a la vieja olímpicamente, conociendo como la palma de su mano las mañas de los autoproclamados «brujos vudú» que abundaban por las calles de Nueva Orleans en busca de pobres almas de turistas idiotas para engañar.

—¡No la escuches chico! —Gritó otra voz lejana, sonaba un poco más joven—. ¡Mejor ven aquí, pociones y embrujos podrás descubrir!

El profesor rodó los ojos y negó, apurando un poco más el paso, intentando no tropezar con sus cortas piernas.

—¿Acaso esta gente me cree idiota? —Murmuró para sí mismo—. No me importan en absoluto sus mentiras de mierda.

No importaba cuanto maldijera, las promesas de un futuro prometedor erróneo y pociones mágicas que terminaban siendo agua del retrete no se detuvieron en ningún momento. No obstante, luego de unos cuantos pasos que dio casi corriendo, por fin encontró el retorno a una calle que, efectivamente, ya era conocida.

Voo(Do)o [Kaisoo's Halloween Challenge]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora