Sacrificio → KaiSoo

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La siguiente historia que ahora van a leer, le sucedió al amigo de otro amigo y no me la van a creer. Se trata de un chico de dieciocho años, enamorado de otro que quería sacrificarlo. Se desarrolla en el lejano Busan más allá de las costas, pero no en el mar, porque no me gustan las ostras. Esta historia se llevó a cabo en el cementerio, pero tranquilos no creo que sientan miedo. De hecho, eso es lo último que sentirán porque al final del relato lo único que les restará será suspirar.

Así que entonces les cuento, aunque no saben quién soy, pero no se preocupen eso realmente no es importante hoy. Yo les contaré todo lo que necesitan saber, así que estén atentos, ponga el modo nocturno y nos vemos, lectura adentro.

Se celebraba día de brujas cuando Do Kyungsoo nació, era otoño y afuera las estrellas se prepararon para la ocasión. Cuando la señora Do pegó el grito al cielo, nació aquel gordito niño que ya venía con un muy fruncido ceño. Como Do Kyungsoo no nació llorando los doctores se asustaron, pero luego de algunas revisiones médicas dijeron «¡Este niño está en perfecto estado!» La señora Do y con su pequeño retoño en brazos, se fueron a su casa a tomar un merecido descanso.

Desde entonces Kyungsoo ha crecido de manera especial, dice que por haber nacido el día de brujas es un niño sobrenatural. Se vistió con colores oscuros durante todo su crecimiento. ¿Me creerían si les digo que pañales de color negro formaron parte de aquel extraño atuendo? Kyungsoo no era un niño normal, la directora Im Yoona más de una vez a la señora Do se lo llegó a mencionar. Le gustaban las fiestas privadas cuando el día de brujas llegaba, no salía a pedir dulces, no recorría las calles, tampoco se disfrazaba. En su lugar y mientras reinaba el silencio, tomaba el camino que llevaba al cementerio.

Dentro de aquel hogar de los muertos, en donde Kyungsoo cada día de brujas se hallaba, encendía una vela por cada año que celebraba. El año pasado habían sido diecinueve velas porque así correspondía, una plegaría al de abajo y una orden que más tarde cumpliría. Kyungsoo juraba a quien le preguntaba, que él escuchaba al Diablo cada vez que éste le hablaba. Este chico no era una persona normal ¡no que va, para nada! pero estaba bien porque estas cosas le gustaban.

Pero fue a los mismos diecinueve, a víspera de su próximo cumpleaños, cuando las cosas empezaron a cambiar sin que pudiese evitarlo.

A pesar de que Kyungsoo tenía estas prácticas extrañas, todavía tenía que hacer cosas de la vida cotidiana como si de una persona normal se tratara. Por eso, un día de esos cuando comenzaba su nuevo semestre universitario, conoció a un nuevo compañero y todas las alarmas se dispararon.

—Hola, soy Jongin, vengo de Seúl —se presentó aquel muchacho moreno—. ¿Me das un lado en tu mesa? ¡Seré tu nuevo compañero!

Desde ese día, Kyungsoo no pudo evitarlo, en la belleza de Jongin perennemente quedó atrapado. Jongin era unos cuantos centímetros más alto que él, tenía la piel morena, era de buen parecer. Su sonrisa irradiaba luz en toda el aula de clases, fue tanta la impresión de Kyungsoo que a duras penas pudo presentarse.

—S-Soy Kyungsoo, Do, D-Do Kyungsoo —dijo como si fuese un trabalenguas—. Uh, siéntate ahí, sí, h-haz como quieras.

Kyungsoo estaba acostumbrado a espantar a todo el que se acercaba a hablarle, pasó con Luhan, Baekhyun incluso a Chanyeol casi un infarto llegó a provocarle. Él siempre había sido una persona especial, y con el tiempo se convenció que amigos no iba a necesitar. Sin embargo Kim Jongin era todo lo contrario, porque lo primero que hizo fue reírse por aquel comentario. Jongin no parecía del tipo que se molestaba, la sonrisa en sus labios rosados lo delataba. A Kyungsoo llegó a parecerle un poco molesto, se preguntó muchas veces cómo era posible que no saliera huyendo como el resto.