Los hijos de Dickens

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 Es de conocimiento general que los protagonistas son propensos a que le ocurran cosas  geniales y las cosas geniales generalmente no suceden porque los padres lo prohíben.  

Sé que tal vez voy a incomodar a varios, pero estoy aquí para hablarles sobre uno de los clichés más populares de la narrativa tanto literaria, gráfica y audiovisual: "matemos a los padres".

Es tan común este recurso, TAN asumido por la psicología colectiva, que de hecho encontrarás a muy pocos quejándose del cliché, pues no necesariamente eres un mal escritor por hacer a tu protagonista un huérfano de padre, de madre o de ambos, a diferencia de lo que ocurre si, por ejemplo, creas una Mary Sue o un Gary Stu. Ahí sí no tienes perdón de Dios, pequeño desgraciado.

Pero sacando a las películas animadas (que el 92% de las veces caen en este cliché) o el animé (97%) y el cine fantástico o épico en general (88%), ahondemos en el mundo de la literatura juvenil y atrévanse a negar si no suele ocurrir que más de la mitad de los personajes son huérfanos. Si no son los dos, fue la madre o el padre. Pero sí o sí le tiene que faltar uno. ¿Por qué? Porque el escritor o escritora es un/a hijo/a de puta con un sadismo mal reprimido. Obvio que estoy bromeando. Tranquilos.

Yo a estos personajes los llamo "Los Hijos de Dickens"

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Yo a estos personajes los llamo "Los Hijos de Dickens". Estos pobres huérfanos que, o bien parten siendo así (viviendo incluso hasta en alacenas bajo la escalera o dentro de barriles) o les matan al progenitor cuando la historia apenas está comenzando. Además, estas muertes nunca son porque sí: son el motor que mueve el crecimiento del protagonista. Porque los hijos de Dickens no solo son huérfanos, también tienen muchos problemas derivados de esta orfandad, ya sea psicológicos, de índole social o moral. 

Casi siempre en las novelas juveniles encontraremos ese que es huerfanito, que da lástima y es muy infeliz en su interior. Mejor si sus progenitores murieron asesinados por el enemigo al que posteriormente deberá enfrentar.

Ojo: no estoy dejando caer que el cliché esté mal. No lo está. No, al menos, si sabes sacarle partido. Pero seré sincero... ¡Qué agradable es leer una historia juvenil, de fantasía contemporánea o de fantasía épica en la que el protagonista no es otro huérfano más! Y aún más agradable resulta cuando, además de tener a su familia con él, también lo vemos interactuar con ella y los padres no son meros adornos de los que luego nos olvidamos con facilidad.

Ahora, respondan con sinceridad: ¿cuántos amigos huérfanos tienen? Los hijos de padres divorciados no cuentan, listillos. Y tampoco la gente muy adulta, pequeños caraduras. Yo, al menos, conozco muy pocos Hijos de Dickens por debajo de los 30 años. ¿Qué gente más aburrida, no? ¡Mira que tener padres que te quieren y te cuidan, maldito perdedor!

 ¿Qué gente más aburrida, no? ¡Mira que tener padres que te quieren y te cuidan, maldito perdedor!

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