Prologo

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Él se recostó a mi lado y contempló las estrellas en el oscuro cielo.

— ¿Vez esa de allá? —señaló una con el dedo.

—Um-hm.

—Me encanta. Es… como tú.

— ¿Cómo yo? —pregunté, la estrella no era tan grande y además estaba alejada de las demás.

—Sí. Es pequeña, pero su luz es fuerte y es independiente.

Aparté la mirada de la estrella y la posé en sus ojos. Esos hermosos ojos verdes, aquellos que cada vez que veía parecían más lindos y profundos. Sonreí. Me acerqué a él y rosé sus labios.

—Bésame. —susurré.

Me miró, sus ojos llenos de deseo y casi ardiendo.

Cuando me di cuenta, ya lo tenía sobre mí, mezclando sus labios con los míos, mordiendo mi labio inferior. Su boca aún tenía ese dulce sabor de las uvas que hace un momento comíamos. Simplemente delicioso. Dejé a su lengua rosar mi boca, mientras hacía cosas que no conocía antes. Era como si cada vez que nos besáramos, él me hiciera pensar que todos los besos anteriores son ridículos en comparación. Mi corazón latía tan fuerte que no dudaba en que él lo escuchaba. Un cosquilleo en el estómago; una revolución dentro de mí. Todo era perfecto. Solo él, yo, las estrellas y el sonido de las olas al romper.

Se separó unos milímetros de mí y murmuró sobre mis labios: —Te amo… te amo y siempre lo haré.

— ¿Siempre?

—Siempre.

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