Ali & Lea

51 3 0
                                    

Su mano tersa y delicada descansaba en mi plano abdomen

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Su mano tersa y delicada descansaba en mi plano abdomen. Sus largas piernas enredadas entre las mías, se acoplaban a la perfección como las piezas de un puzzle. La sentía respirar pausadamente haciendo un cosquilleo en mi nuca, y con sólo tenerla así, cálida y serena detrás de mí, me transmitía paz y seguridad.

Sus brazos eran mi escudo del daño que quisiera provocarme el mundo.

¿Como una persona podía hacerme sentir segura entre sus brazos?

Ella me protegía, no sólo de mi familia, sino que también de mí. Ella era mi puerto, mi centro y mi verdad ante tanta mentira.

¿Que haría si alguna vez llegara a faltarme?

Si algo aprendí en todos estos años, era a no depender de nadie, porque cuando esa persona se marchara de tu vida ¿a quien te ibas aferrar?

¿Detrás de quien te esconderás cuando alguien intentase dañarte?

Aunque me costara admitirlo, ya no podía vivir sin ella. No sólo me hacía sentir en el paraíso cuando se posicionaba entre mis piernas. Lo que teníamos llegaba mucho más allá que una atracción carnal, ya no era sólo sexo después de un par de copas.

Fue así, con cada noche que terminaba en su cama haciéndolo en diferentes posiciones, entre gemidos de placer y tristeza reprimida con cada adiós, me enamoré de ella.

Tenía todo lo que necesitaba. Una habitación confortable, una botella de vino importado, una cama más que acogedora y esa mirada no sólo de lujuria, sino que también, cargada de sentimientos que hasta el momento venía evadiendo.

Ella me amaba. Se me declaró una noche de ebriedad. Sólo lo deje pasar culpando al alcohol de mi amnesia pero... ¿a quien iba a culpar la próxima vez si la lucidez retornó para instalarse?

Tenía miedo. No de ella, sino de mí. Miedo a dañarla con una simple palabra sin haberla procesado antes. Miedo de destruirla con cada acción. Yo era así; hacia todo al revés y asumía las consecuencias, pero ahora era diferente. Con ella desde un principio lo fue.

Torpe. Siempre fui torpe a la hora de amar. También lo fui al creer que lo estaba. Con ella me di cuenta de que me equivoqué. Apenas era una novata en el área, pero tenía a mi mejor maestra. No sólo me enseñó amarla, sino que también, a odiarla. A veces los sentimientos se mezclaban, debatiéndose así entre las sábanas. Me enseñó a echarla de menos y también de más.

«El sexo es eso, sólo cuerpos bailando a un ritmo descoordinado. Yo a ti te hice el amor. Esa es la verdadera danza. Donde no sólo pude escuchar la melodía de tu corazón, sino que también, sentir y acariciar el interior de tu alma»

Con esa simple conclusión se me cayeron las bragas y se metió de lleno en mi corazón abarcándolo por completo.

¿De que corría?

No te escondas del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora