Introducción

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Nadie se esperaría tener el futuro tan cerca. Saber cuándo y cómo van a fallecer tus seres queridos, o, tan solo un desconocido que pasa corriendo al lado de ti, agitado porque va a perder el autobús que lo lleva al trabajo. Nadie se esperaría que alguien salga con un paraguas uno de esos falsos días soleados que descargan un chubasco en el transcurso de la tarde. Adelantarse a las noticias o a la propia meteorología, o incluso, a la misma muerte. Jamás unos padres creerían traer al mundo a una extraña niña, con unas extrañas habilidades y una extraña forma de enfocar la sociedad. Una resignada que crecería con unos audífonos pegados a las orejas para no ver u oír esas cosas que aún no han ocurrido y no se deberían saber.  Amber, tan blanca como la propia nieve, con su cara perfecta y su cuerpo esbelto. Vestida siempre con vestidos negros y con un escaso maquillaje, también negro, alrededor de sus increíbles ojos verdes, había crecido atormentada con esas horribles visiones que ningún humano debería tener jamás. Dieciséis años han pasado desde que esa antisocial niña nació, dieciséis años desde que un hombre y una mujer se convirtieron en las personas más felices del mundo. Amber acababa de terminar la horrible etapa de la educación secundaria. Una etapa donde normalmente se es realmente feliz, haces tus amistades que acaban durando toda la vida, se conoce a la primera persona especial, se da el primer beso y se acaba, por primera vez, con el corazón roto. Amber jamás vivió eso, ni amigos, ni persona especial, ni corazón roto. La música y las novelas de terror son lo único que ella necesita. Después de pasarse todo el verano leyendo y yendo a su sitio favorito, que resulta ser un descampado en medio del bosque, donde vive un viejo árbol lleno de hojas color rojizo situado alrededor de unas hermosas flores de diversos colores. Rojas, amarillas, violetas... A ella le gustaba sentarse donde las ramas tapan el Sol mientras leía una novela sobre espíritus o escuchaba a Adele mientras pensaba en como sería su vida si fuera normal. Seguramente tendría un novio guapo y sería una zorra popular que se mete con la más débil porque ya lo tiene todo en la vida y se siente vacía por dentro ya que no tiene otros objetivos.
Pero eso ya terminó. Quedan escasos días para comenzar Bachillerato. Instituto nuevo, gente nueva, profesores nuevos... El mayor temor de su vida. El Ies Castelao no es uno de esos lugares donde hay tres personas por clase, claro que no. Estaba más asustada y nerviosa que nunca.
-Aún tienes que comprar el archivador y mira qué días es- me dijo mi madre, aún más nerviosa que yo.
-Lo sé, mamá- intenté sonar tranquila.
-¿Estás nerviosa?- sonrió
-Más que en toda mi vida.
Me miró con empatía y abrió los brazos, acercándose a mí y apretándome contra su pecho. Ella es de esa clase de madres. No necesita decir nada para comunicarse con los demás. Con sus gestos y su cara sirve para saber si te quiere o te odia. Es dura, sí, pero es mi madre y la quiero más que a nadie. Es cariñosa y muy protectora conmigo desde que falleció mi padre. Yo tan solo tenía doce años y vi su muerte media hora antes de que pasara. Estaba con mi primera y única amiga. Nos encontrábamos jugando en un parque con su madre. Ella nos llamó para tomar la merienda. Corrimos animadas y hambrientas cuando pasó. Todo se volvió oscuro. Mi padre estaba conduciendo su Skoda, volviendo del trabajo. Sonó su móvil y él se aventuró a cogerlo. Cuando volvió a dirigir la mirada a la carreteta, medio coche estaba en dirección contraria y un camión se estrelló contra él. Cristales rotos y sangre por todas partes.
Comencé a chillar histéricamente y la niña que había conocido en la academia se me quedó mirando, atónita. Su madre me llevó a casa y nada más llegar, sonó el teléfono con la espantosa noticia. Mi madre se quedó en su habitación por días, llorando en silencio. Me tenía que hacer yo la comida y lavarme la ropa. Cuando volví a la academia, mi amiga se había ido y jamás volví a verla.
-Duerme, cariño, mañana iremos a comprarlo las dos- me acarició la cara y me acosté.

Los SatherkaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora