Enlace

1.2K 70 20
                                    


Un dragón con escamas negras emergió de las playas del puerto de Veracruz, su imponente figura se alzaba cientos de metros. Abrió sus alargadas y puntiagudas alas, cubriendo por completo al sol, dejando en penunmbras a la ciudad. Soltó un poderoso rugido, retumbando en los oídos de los incautos que corrían como desesperados para huir de la mítica bestia. Pero sus intentos eran inútiles, ya que, con sólo exhalar un poco del fuego rojizo naciente de su garganta, fue suficiente para convertirlos en ceniza.

Gigantescos buques de guerra lanzaron proyectiles contra la bestia. Grandes explosiones se creaban alrededor del cuerpo del Dragón, pero éste no mostraba ni un atisbo de dolor. Cuando el humo se disipó, los marinos vieron alarmados como la bestia seguía en pie, sin mostrar daño alguno. Las pupilas del monstruo se dilataron, enfocando a sus agresores. Sus fosas nasales parecían chimeneas, abrió su hocico, dejando ver largas filas de colmillos afilados. Comenzó a reunir todo el fuego en su interior, creando una gran esfera carmesí. Cuando estaba a punto de lanzarla, el camión en el que iba Gael se detuvo estrepitosamente, el chofer hizo sonar el claxon, destruyendo todo lo que la imaginación del chico había creado.

Invasiones extraterrestres, ataques de vampiros u hombre lobos, miles de demonios destruyendo ciudades, eran las cosas que solía imaginar Gael mientras viajaba en el transporte público para llegar a su escuela, el camino era largo, tenía el suficiente tiempo para crear un problema de magnitudes bíblicas y resolverlo.

Llegó al salón, tarde como siempre, el maestro, con cierto disgusto pero con la resignación de que la puntualidad no era el fuerte de Gael, lo dejó pasar a tomar su clase.

Una vez de haber acabado sus actividades escolares, se dirigió a su casa; mismo camino, mismo tiempo para llegar a su destino, misma monotonía. Iba caminando, con la mirada a lo alto, admirando el cielo. Éste, que en la mañana estaba despejado, se había tornado gris, amenazando con una lluvia torrencial. Antes de dar la vuelta a la esquina, para llegar a la parada del camión, se encontró con una librería, nueva al parecer, porque juraba no haberla visto antes. Era un local pequeño, pasaba desapercibido a quien iba a prisas, si no fuera por una pequeña luz roja que parpadeaba con insistencia, no habría volteado.

Al entrar, percibió un fuerte olor a incienso, colocó su mano en la nariz, tratando de no asfixiarse. Los estantes, mal colocados, con escasa luz, polvo y una que otra telaraña adornando cada rincón, le hizo pensar que llevaba años, décadas, e incluso siglos sin mantenimiento.

ーBienvenido.

Una débil y ronca voz resonó a sus espaldas. Al voltear, vio a un anciano, con barba blanca y grandes anteojos de vidrio de botella. Calculó, que fácilmente debía llegar a los cien años, o incluso más, después de todo, nunca antes había visto a alguien tan decrépito.

ーAh... Hola ーenunció con cierta sorpresa, buscando a los alrededores si no había algún otro trabajador por ahí escondido.

ーEres de mis primeros clientes –sonrió, entrecerrando ligeramente los ojos–. Hoy, por ser el día de inauguración, el libro que quieras te lo daré a 25 pesos. ¡Vamos! Escoge el que más te agrade.

Gael le agradeció, y emocionado, comenzó a indagar en las estanterías, "Vaya, esas arañas deben ser especiales, mira que adornar todas las repisas en el primer día", pensó, mientras sus ojos iban de un lado a otro. Caminó con lentitud, analizando los títulos: "Necronomicón" "El gran Grimorio" "El Codex Gigax" entre otros nombres raros que nunca antes había escuchado eran los libros que adornaban las repisas. Estaba a punto de tomar uno, cuando sintió como su pie golpeaba con algo, frunció el ceño, dio unos pasos hacia atrás y se agachó. "La llave menor del rey Salomón", era el título del pequeño y maltratado libro que yacía escondido debajo de los estantes; cubierto de polvo, dando a entender que llevaba años ahí sin ser visto, lo cual le pareció extraño ya que, según el decrepito, la librería sólo llevaba un día abierta. Al soplar y retirarle un poco la suciedad, apreció una portada negra, de gamuza, y con ciertas partes deterioradas. Lo tomó entre sus manos, en ese momento, sintió algo inefable recorriendo todo su cuerpo. Algo en su interior le dijo que quería, no, necesitaba ese libro.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 12, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Cuento "Enlace"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora