Capítulo único

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Mi vida nunca había sido fácil, no. Pero si uno no sufriera dificultades, jamás sería capaz de percibir la grandeza y hermosura que cada día otorga a nuestra existencia.
Ver cómo el sol estival irradia una esplendorosa y flamante luz que causa nuestro diurno despertar. Contemplar cómo las nubes se desplazan gráciles y con elegancia sobre el manto índigo que nos envuelve. Regocijarse ante cómo el aroma floral que trae consigo la primavera impregna las hojas. Disfrutar de la soltura con la que estas danzan en total armonía bajo un ambiente regio y otoñal. Apreciar cómo cada diminuto copo de nieve se desliza hasta componer conjuntamente un bello y magnificente vestido níveo.
Todo, absolutamente todo, me fascinaba.

No obstante, mi vida dio un vuelco tras la llegada de aquellos extraños inquilinos. Y, cabe añadir, que me suscitó una intensa curiosidad.
¿Tal vez eran seres pequeños y ágiles, aves capaces de entonar loables melodías y tornar de colores el día?
¿Quizás eran enigmáticos y cautivadores, lobos en su reencuentro con una vieja amiga durante el plenilunio?
¿O a lo mejor eran semejantes a mí, seres entablando lazos recíprocos con el mundo y brindando vida?
Durante el escaso tiempo en el que me mantuve observando desde mi grandiosa altura, estudiándolos, pude descubrir que no eran como el resto de mis distinguidos amigos y vecinos. Se trataban de seres de admirable creatividad y ambición, dispuestos a dar el máximo de sí mismos. Ampliaban sus conocimientos con rapidez y los aplicaban manufacturando diversos artefactos poco convencionales, pero eficaces y versátiles. Sin embargo, poseían un talón de Aquiles: Su avaricia les consumía, como atiné yo a comprobar con claridad. Además, su vanidad y excesiva confianza les cegaba en numerosas ocasiones y rehusaban a ser consecuentes. Este hecho me entristeció y sentí lástima por ellos, ya que eran poseedores de un gran potencial, pero lo desperdiciaban siendo avaros, mezquinos, inseguros y cobardes.

Puede que yo simplemente conformara el primer árbol talado, mas en el fondo sabía, muy a mi pesar, que no sería el último. Tan solo anhelaba que su insaciable sed de riquezas llegara a su fin cuando, a su debido momento, se percataran de que más valía preservar la armonía de la naturaleza, que manipularla a su egoísta antojo. Tan solo deseaba que para entonces no fuese demasiado tarde...


Historia inventada por mí hace meses. Es corta, pero hace reflexionar, ¿no? ¿Qué opinan? Una cosa que leí en internet era parecido a esto: "Si los árboles dieran wifi gratis, la gente no pararía de plantarlos por doquier. Qué pena que solo den el oxígeno que nos mantiene vivos..." Me pareció muy fuerte y, lo más triste de todo, es que es totalmente cierto. ¿Hasta dónde llegaremos? ¿Cuándo pararemos? ¿Cuando sea demasiado tarde...como temía el árbol?

Gracias por leer y saludos a través de la pantalla c:

Crónicas del bosque #NSAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora