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Eran las 12 de un tranquilo día donde el sol iluminaba la tierra que los humanos pisaban y calentaba los cuerpos que resistieron al frió la noche anterior, Ian y sus padres Franco y Josué iban camino a la iglesia aquel cálido día, la familia llevaba 8 años existiendo desde el momento que se formó y desde aquellos ayeres hasta la fecha era el primer día que iban a rendir culto a la religión que originalmente fueron pertenecientes de jóvenes, la razón por la cual no se habían presentado antes tenía sus raíces en el miedo a la discriminación por parte de la sociedad hacia su unión, pero los tiempos cambiaron y ahora no era tan aceptada dicha discriminación como lo fue hace 8 años, ambos padres querían que el pequeño creciera con una buena formación espiritual y plena así que no dejaron pasar más tiempo. La familia llegó a su templo religioso y tomó un lugar inespecífico, todos a su alrededor clavaron su mirada discriminatoria hacia ellos, como si les culpasen de todos los males, aquellos dos no se retractaron bajo ninguna circunstancia y continuaron firmes con su postura, aunque por dentro estuviesen muertos de miedo, querían darle un buen ejemplo a su hijo, que no había nada de qué avergonzarse y por el contrario, lo que nace del amor no tiene por qué ser juzgado, sea cual sea el caso, desgraciadamente esta no era la mentalidad que tenía el resto de la sociedad por esos alrededores, entre las multitudes se escuchaban murmullos, algunos muy evidentes al igual que otros convincentes, todo aquello se acalló tras los primeros toques de las campanadas anunciando la llegada del sacerdote a los aposentos de dios. Aquel hombre de vestiduras blancas y verdes llegó hasta el altar y se colocó tras de este, fue entonces cuando la celebración dominical comenzó y todos, sin olvidarse de aquella familia, siguieron la tal acostumbrada rutina de la misa, todo transcurrió muy bien hasta llegar al momento de la lectura bíblica, donde, irónicamente, era hora de hablar de la homosexualidad en relación con los pasajes divinos, fue ahí donde comenzó todo, aquellas palabras exactas tuvieron su interpretación humana por parte del sacerdote y fueron secundadas por todos los presentes, en ese fatídico momento uno de los miembros de la religión se levantó protestando. –sacerdote, yo tengo una confesión que hacer- -adelante hijo- aquel hombre había aguardado sus mas fuertes y duras palabras para lo que se veía venir por todos. –quiero confesar que me siento indignado padre, me siento totalmente indignado, y creo que hablo por todos mis hermanos aquí presentes al decir que nuestra iglesia fue hoy manchada- el sacerdote puso una expresión dudosa en su rostro. -¿Por qué hijo? ¿Qué fue lo que pasó?- -oh padre, aquellos seres aberrantes de los que nos habla nuestro padre celestial, aquellos que desafían la ley de dios han venido aquí a retarlo nuevamente con su sola presencia- todos se quedaron callados unos momentos, algunos discriminatoriamente voltearon a observar a la pequeña familia que apenas había cumplido con su primer día en el templo. –hijo, no lo malentiendas, es claro que dios nuestro señor odia y aborrece a la homosexualidad, pero ama a los homosexuales, también son sus hijos y los ama, tal vez ellos escucharon su llamado y han venido aquí a enmendar su horrible pecado; oídlo ustedes hijos pecadores, si han venido a arreglar y encomendar su vida a dios por tal infame pecado es ahora cuando deben hacerlo, vengan aquí y pidan perdón a dios por todo- Josué se quedó mudo, no supo que decir, Franco por otra parte se encontraba muy enojado, podía escucharse prácticamente por toda la iglesia como tronaba sus dedos enfurecido, al final no toleró estar ni un minuto más, tomó de la mano a Josué y en su brazo al pequeño Ian y los sacó de ahí, las miradas los seguían incluso hasta el final del templo, ni un solo momento dejaron de acosarles.

-te lo dije, te dije que no era buena idea volver a la iglesia, mira lo que pasó- Reclamaba Franco a Josué, la fuerza y la dureza de su voz mostraba lo furioso que estaba, desde que se casaron hasta la fecha nunca permitió que nadie levantara ni una mano ni una palabra contra su familia, se sentía impotente, y eso se podía palpar. –lo sé, ya lo sé, pensé que las cosas habían cambiado, pensé que por fin habíamos dejado de ser discriminados, creo que me equivoqué, estaba tan concentrado en que Ian tuviese una educación religiosa basada en amor que no me di cuenta a donde lo estábamos llevando- la pareja seguía lamentándose lo de aquel día sin notar que el pequeño de 8 años estaba escuchando todo lo que pasaba. –esto es por mi culpa- pensaba el niño al suponer que todo este problema comenzó a raíz del deseo de sus padres por formarlo espiritualmente, quería ir con ellos y tratar de solucionarlo, pero sentía que solo empeoraría las cosas, no se sentía con los elementos necesarios como para confrontar a sus padres en estos momentos, con un mal sentimiento dentro de él salió al patio, no quería seguir escuchando a sus padres discutir, así que abrió la puerta y se fue.

El Pequeño DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora