Último respiro

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¿Morirías por mí? ¿Me salvarías de este eterno sueño, eliminando cualquier rastro de egoísmo en tu ser? Mis palabras consumen mi cuerpo como el fuego la vela que se encuentra iluminando mis ideas en la oscura y fría cabaña en la que me encuentro. El felino en mi regazo parece aislado de todo suceso existente a su alrededor y las flores comienzan a marchitarse en compás con mi cuerpo.
No, mi corazón late pero se va desvaneciendo la sensación del tacto de otra piel sobre la mía.
Te fuiste y dejaste un sabor amargo en mi boca, un hueco en mi alma y tu abrigo en la entrada. Una yo sin palabras, una yo sin respuestas una yo sola. Mi cuerpo se entumece y el felino decide seguir tomando su siesta en otro lado mientras mi cabeza sigue fabricando diferentes historias para llegar a un final ya muy bien conocido como ...¿Acaso me engañas?
¿Donde te encuentras? Te necesito aquí, te necesito en mis fantasías, en mi sueño, en mis alucinaciones. Observo con estúpida nostalgia la creadora de todo este infierno, perfectamente reluciente sobre la cómoda la aguja yace goteando su última gota. El recuerdo de tu rostro sonriente al entregarme lo que me haría mas feliz hacía que me estremezca.
Qué más da, sí mi corazón lo necesita para no sentirte más, una estúpida pildora no me hará daño. Y tal vez cuatro alivien mis dolores e incentiven mi sueño. La madera cruje bajo mis pies mientras recorro el humbral de la depresiva cabaña en busca de un sustento del alcohol. Mis piernas temblaban recordandome mi adicción a los estupefacientes. Maldición, pensé, sí solo te hubiera detenido, no estaría aquí lamentandome sobre hechos estúpidos.
Quería que vuelvas a mí, quería que vuelvas a mirarme con tus grises ojos y que extrañes mis caricias, que tus brazos me arropen en las frías noches en las que solo compartiamos el silencio, que sonrías mientras te contemplaba preparar tu matutino té de menta.
Pero no.
Nunca fuiste mío.
Y yo, nunca fuí tuya. Sabíamos que nos amabamos, y bien sabíamos lo que nuestra realidad nos imponia pero aún así decidimos mirar más allá de los límites.
No sé en qué momento me abandonaste, no sé en que momento te deslizaste de mis manos como las gotas de lluvia por las hojas de los árboles pero tu recuerdo se iba desvaneciendo como el color de mi piel. Ya no recordaba otra vida además de esta, solo contigo. Había renunciado a todo solo para poder tenerte a mi lado.
Pero nada era eterno y la noche ahora se volvia clara dejando ver los primeros rastros de luz que comenzaban a aparecer. La flor que hace un momento me encontraba observando ahora yacía marchita sobre la mesa, y finalmente la pequeña vela se había consumido.El felino ahora se encontraba junto a la puerta mirandome con indiferencia. Me percate del mensaje que el felino intentaba dar y avance a abrir la puerta dejando la helada brisa entrar a la cabaña.
Observe todo lo que mis ojos podían captar, cada detalle, la fría y espesa nieve bajo mis pies, los nevados pinos y llene mis pulmones del aire puro que el frío invierno dejaba.
Sonreí acariciando las flores que se encontraban bajo un manto blanco y las últimas lagrimas cayeron quemando mis mejillas.
El frío aliviaba el dolor pero me costaba respirar así que solo decidí tomar las pocas flores que habían sobrevivido el frío invierno y me tumbe en la nieve esperando.
Esperando mi último respiro.

El último respiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora