Prefacio: El regalo del sol

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Carecí siempre de muchas memorias de la infancia, incluso si algún pariente me contase mi pasado no le creería, lo sentiría tan ajeno a mí como un mero sueño de niño pequeño que tiene tantas fantasías en la mente a la hora de dormir.

Nací como un hijo de una gran y reconocida familia de fuego, los Zehcnäs, adoradores de las estrellas. Fui reconocido como un regalo del sol, debido a esa fascinación y culto que todos ellos poseían.

Mi nombre es igual al de nuestro sol más cercano, el proveedor de luz y calor en toda Phadrua, para muchos llevar ese nombre era el más grande honor que alguien pudiese tener, ya que el nombre de las estrellas reflejaría el destino, la suerte y el poder de aquellos elegidos... El nombre de ese sol era Zjarr.

En cuanto al proceso de infancia, fue algo rudo a mi parecer, debía serlo debido a que era el primogénito de la rama principal de la familia; por ende era mi obligación ser más fuerte que mis primos, aún si tuvieran uno o dos años más que yo.

Mi padre solía ser un poco tiránico con los periodos de enseñanza y descanso que había en casa, recuerdo que dedicábamos a mi aprendizaje en promedio unas veintidós de las treinta y ocho horas que tenía nuestro día. Era cansino y agobiante, porque la intensidad no bajaba, la piedad no existía y mamá se hacía de la vista gorda frente a papá.

Sin embargo, cuando estábamos a solas, ella solía ser la persona más cálida que había en esa familia... su abrazo era lo más reconfortante que podía necesitar, después de un trato tan duro como la roca.

Las labores desempeñadas a veces tachaban en lo absurdo, recuerdo que todo lo que hacía tenía una intensidad considerable, incluso en mis prácticas de duelo de magia, mi padre no era una persona muy piadosa cuando de duelos se trataba y muchas veces salí quemado.

Todo lo que era, lo que corresponde a mi ser, era lo más duro y disciplinado que podría ser, aún para mi corta edad parecía más un militar que un niño... podría atreverme a decir que la única persona que veía a ese pequeño llorón, era mi madre, me dolió mucho cuando murió por causas de salud; dejándome en este infierno de familia, con un padre que le importaba más la reputación que su propio hijo.

Podría decirse que vivía en una eterna tortura, pero no fue así, ya que mi padre comenzó a contactarse con viejos compañeros de hazañas, la pérdida de mamá le dolió más que lo pensado, tanto que buscó refugio con su mejor amigo, un mago de viento que se desposó con una adivina: Zeihoa. Papá de aquella que sería una gran amiga y un contacto muy útil en mi vida, Haizea.

Los años pasaban como las hojas que caen de un árbol cuando el otoño se asienta, mi poder y habilidad crecían ya desmedidamente, como solía escuchar a muchos familiares que se dirigían a mí con el típico tono del miedo. Todos menos mi padre parecían muy afectados por mi crecimiento en batalla y en conocimiento.

Podía vencer con facilidad a primos y familiares cercanos que eran mucho mayores que yo, sin embargo mi padre seguía siendo un rival duro de vencer y como era de esperarse, exigiendo siempre que fuese menos compasivo.

No tenía nada en su contra, era mi padre y le debía respeto y cariño... o eso creía, porque en el mismo día de mi cumpleaños usó la última y más baja manera de hacerme enojar, ofender a la memoria de mamá... aún lo recuerdo como si hubiese sido hace un par de minutos.

—Vamos atácame llorón, no me digas que vas a volver a llorar bajo las faldas de mami— dijo burlonamente mientras fingía un rostro preocupado —Cierto, no puedes, ella está muerta porque fue siempre tan débil como tú, eso explica porque siempre fallas, viene de ella—

Aún no soy capaz de describir con palabras o léxico familiar lo que pasó, fue como si otro ser habitase en mi cuerpo. El ataque comenzó feroz, pero mi padre podía desviarlos o protegerse bien de ellos, luego la ira me invadió y mi sentido común me abandonó.

La intensidad de mis hechizos comenzó a subir y acelerar de manera súbita y mi propio padre comenzó a temer por su vida, veía el miedo apoderarse de su rostro y sus intentos de protegerse en desespero por sobrevivir.

Me sentí con poder, eso era lo que debía sentir mi padre al enseñarme la magia de esa manera tan brusca, eso era el temor... me encantó.

Poco después de ese evento, en donde la mayor parte de la familia tuvo que intervenir para que no terminara matando a mi propio padre, los tratos hacia conmigo fueron cambiados por orgullo y respeto. Era el más fuerte de la familia, podría ser incluso una gran leyenda, como la Alianza carmesí, si me lo proponía...

Luego llegó a mis oídos la gran convocatoria, para el instituto de hechicería, en la capital de Thungar, una especie de escuela-internado para magos elementales; en donde sus alumnos aprenden no solo a perfeccionar y memorizar hechizos, sino a crearlos y a pulir sus habilidades.

No tenía la más mínima intención en inscribirme, ya que había alcanzado todo mi potencial con mi padre, incluso ya había escrito mis propios hechizos en un libro de conjuros que mi madre hizo para mí... la extraño tanto a veces.

Unos días antes de que se hicieran los preparativos para el ingreso de los nuevos estudiantes, actividad a la cual planeé fugarme; de no ser por Haizea que vino a buscarme, se veía sorprendida y eso activó mi lado curioso.

—Parece que hubieses visto un fantasma Haizea. ¿Qué pasa?—Murmuré en tono calmado, como para hacerle entrar en confianza quitar ese gesto de temor injustificado, de su rostro.

Ella todavía se encontraba en estado de shock, sus ojos veían a la nada y hasta respiraba con dificultad, y solo decía que una deidad le había hablado a su mente, diciendo que entre ellos había un espíritu heroico que debía levantarse y salvar a Phadrua. Creí que hablaba de mí, pero me equivoqué según ella era un chico peculiar de cabellos del mismo color del mar.

Mi curiosidad se activó en ese instante, no solo por la eterna rivalidad entre magos elementales de fuego y agua, pero también era fuerte, tanto como para hacerlo un héroe. Ansiaba tanto conocerle y probar si era cierto la cantidad de poder que en él dormía, que no me esperé y salí en busca de esa persona.

Así que accedí en ir a un instituto que me "enseñaría" términos y temas que ya sabía gracias a mi padre, podría ser solo un capricho, pero ya había una razón por la cual debía de ir allá y encontrarme con alguien que pudiese representar un reto para conmigo.

Los días que precedieron a ese fueron rudos, mi padre quería que diese una muy buena primera impresión ante los demás magos y sus hijos, algo así como el chico popular que siempre dijo que fue en sus tiempos.

Sobraba decir que estaba más que exhausto y con el ánimo por los suelos, debido a la evidente ausencia de mi madre y la peculiar forma de paternidad que mi padre solía tratarme. Era todo un infierno, por el que tenía que pasar para liberarme del yugo familiar.

Finalmente los días llegaron a la fecha esperada, sentía muchos nervios de ver a tanta gente que no fuera mi núcleo familiar, la única persona conocida era Haizea y unos hijos de los amigos de mi padre; los cuales me tenían más miedo que aprecio. Y ese miedo era sano a mi parecer, ya que al final, no me traicionarían tan fácilmente, como naturalmente pasa con todos los magos de fuego.

Mi mente estaba muy centrada en lo que escuché de Haizea, no le presté atención al camino, ni al sermón que mi padre me daba; estaba harto de las normas y reglas estrictas que se me imponían... en lo que a mi respectaba, tan pronto llegara al instituto de magia olvidaría toda esa porquería protocolar y sería finalmente lo que debo ser.

Me encontré a Haizea justo en el momento que llegamos, al parecer ella quiso venir a por mí para decirme lo del mago con corazón de héroe. Sabía dónde estaría y en qué momento se encontraría solo, como para ir a estudiarlo; en lo personal, ansiaba ver qué tan heroico se comportaba.

Hastaque finalmente, se me dio la señal para ir a por él... y así lo hice.ue}}X1

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⏰ Última actualización: Nov 07, 2016 ⏰

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