Intro: ¿ A qué estoy destinado?
Es cierto que en mi entendimiento el destino no existe y no es más que un invento pero hay que aceptar ciertos términos para no describir tanto la vida, que es indescriptible para quienes saben que es indescriptible.
Ahora, a mi edad, me he cuestionado muchísimas cosas, algunas comunes y otras no tanto. Mi mayor cuestión, y la de muchos, es la creencia o la fe en un supuesto Dios, pero no quiero entrar en ese tema porque discutiría conmigo mismo.
La construcción y deconstrucción que hago a menudo en mi mente me ha llevado a la soledad, tan disfrutable e imaginativa, hasta quizá mágica en cierto modo abstracto.
Bueno basta de parafrasear intentando hacer una introducción poco común, voy a contar una historia estúpida y tan real que Charles Bukowski va a maldecirme desde el más allá .
Quiero aclarar que los nombres citados son completamente ficticios y no son famosos músicos ni nada de eso.About a girl.
Mi nombre es Fred, Fred Bongusto. Viví toda mi vida carnal en Italia, hablo de vida física porque tengo cierta certeza de que mi vida real se maneja en mi pensamientos.
No voy a describirme, no me gusta hacerlo. Pienso que definirse uno mismo es limitarse, limitarse a no ser más que una palabra.
Tengo 28 años, terminé mis estudios universitarios en la facultad de Kaftka al sur de Venecia. Me recibí de psicoanalista y actualmente estudio filosofía en toda su extensión. Ya sabía mucho de filosofía, además de haber leído de adolescente a Nietzsche, Immanuel Kant, Schopenhauer y demás, pero como considero que no hay que tener un tope en los conocimientos quise investigar a fondo, sobre todo, las hermosas paradojas que esto nos trae.
De joven, cabe destacar que aún lo soy, pero más joven, quería estudiar letras y ser profesor de lengua y literatura,pero como siempre me he cuestionado todo antes de actuar, llegué a la conclusión de que estudiar profesorado te obligaba quizá a cerrar tu mente a un dogma irreversible, además de que el sistema está tan corrompido que da pena adentrarse en él.
A lo largo de mi vida he escrito mucha poesía, he hecho mucha poesía, claro está que la poesía está en el arte y el arte está en todo.
Como era de esperarse hay que cruzarse con ese tonto sentimiento cliché que exagera el pensar y actuar según cuán calmado esté.
¿Cómo resumir ese tonto sentimiento en tan pocas palabras ?
Bueno es posible hacerlo si se habla, no de un amor sincero y para toda la vida, sino de uno de esos amores de hierro inoxidable, que no perecerá nunca, al menos en mis pensamientos vivirá.
Todo comenzó. . . Bueno, quizá nunca comenzó.. pero permaneció. Ella era una chica poco común, ya sabes de esas que a nadie le gusta y nadie se fija, quizá y tal vez porque ella misma alejaba las personas. Vivía en su limbo constante lleno de auto-prejuicios. No era libre en sus pensamientos.
Su nombre, tan precioso y sútil era y es Scarlett.
De niños, cuando iba al primario la vi y no, no quedé enamorado desde ahí ni supe que iba a ser el amor de mi vida como en tantas historias estúpidas que vi en la adolescencia. Sólo la vi, la observaba todos los días, ella en su completa inocencia de niña y yo en mi completa idiotez de niño inmaduro.
Los años pasaron y yo seguía en mi estupidez aunque distinto, cuando entré en el secundario di un cambio rotundo de mis pensamientos. Abolí toda sensación de apego hacia las personas, incluso hacia mi familia.
Mi vida se convertía en algo, algo efímero sin sentido, ya saben, es el típico pensamiento puberto cuando no le encuentras un puto sentido a la vida y que aún de adulto tampoco lo logras pero si aprendes a lidiar con ello. Algunos escapan con la religión, política, alcohol, etc; pero no nos desviemos de nuestra ópera prima*.
Fue por motus proprio* que en el tercer año secundario pero el cuarto cursado la volví a ver. Y empecé a creer, a creer solo en algo, en que quizá la vida, los aliens, dios o quién sea me había dado otra oportunidad. Creí también en lo malo dentro de lo bueno y lo bueno dentro de lo malo, aunque esa metáfora solo sea terrenal ya que lo malo y lo bueno no es otra cosa que un dogma superior.
Ese año lo comencé con un pensamiento negativo, supuse que iba a ser uno de esos annus horríbilis* pero fue, a pesar de todo, uno de los mejores.
En el pasar de los días no podía dejar de observar esa hermosa coincidencia o lo que fuere, hasta que me armé de coraje, si una bella armadura que hasta hoy porto con orgullo, me acerqué y empezamos a hablar a diario. Ella con esos ojos achinados color esmeralda, las más bellas esmeraldas que jamás volví a ver en un futuro y su hermosa sonrisa que determinaba una radiante y apacible curva en su rostro.
Yo siempre fui un muchacho enamorado al que le gustan los buenos gestos, las palabras, detalles, miradas y hasta el frío de un beso cálido.
Ella tenía otra persona en su vida, quién hoy es un gran amigo mío, pero que en su momento odiaba. No sólo porque estaba con quien me pertenecía por prioridad de miradas sino porque no le daba el cariño necesario y el que yo creía indispensable, ya sea en atención, detalles o sexo.
Sí, desgraciadamente más adelante supe que su sexo no era bueno, pero ¿Quién soy yo para juzgar?
Nuestras conversaciones eran muy profundas, no hizo falta de sexo para darme cuenta de que, mierda, estaba completa y jodidamente enamorado. Y me gusta pensar que ella también.
Mi único paso en falso fue pensar que ella sería tan osada como para dejar el monótono y conocido "amor" por alguien a quién conocía poco.
Los días fueron pasando y ella seguía batiburrilla, cada vez más.
Fue un día de invierno, normal, nada fuera de lo común, que decidimos juntarnos a averiguar qué nos estaba ocurriendo.
Fuimos a una plaza cercana para los dos, pero más para ella. Yo vivo lejos de todo, aunque no me molesta. Y la empecé a increpar, quizá demasiado, pero no en vano. Ella notó en mi esa sensación de querer sacarme todo cuestionamiento de encima y no habló, no quiso responder a mi desasosiego repentino. Hasta que no tuve más palabras que decir. Levanté la mirada y ella ya me estaba observando, su mirada era difícil de entender, pero supongo que en sus ojos vi algo de comprensión, también noté algo, algo que quizá me dio cierta esperanza pero que ignoré a causa de mi desgano emocional.
- Me gustas. Dijo mientras dibujó una sonrisa en su rostro.
No tuve respuesta alguna, quedé in albis*. Mi único impulso fue besarla tan apasionadamente como si sintiera una mera obligación por hacerlo ¡Mis impulsos habían ganado esa vez! Me sentía vencido y eufórico al mismo tiempo. Muy ambivalente para mi gusto.
Luego de ese beso lleno de inconfundibles y antónimos sentimientos tuve miedo, quizá estaba muy alegre también pero sentía cierto pudor. Temía lo que ya sabía que iba a ocurrir, como si fuera un masoquismo sentimental.
Terminamos hablando quién sabe de qué, pero ese día fue realmente especial.
Al pasar de los días la noté muy distante a mí y como siempre quise acercarme para que hablemos, preguntarle cómo habían sido sus días y que tal la estaba pasando, pero no encontré tal respuesta más que una con desgano y tan seca como las hojas en otoño. Mi único hacer fue mantenerme lejos. Pensé incluso que estaba en sus días y no quise molestarla aún más de lo, quizá, ocasionado.
Los días y sus noches seguían su ritmo y yo extrañaba su mirada cerca de mí y su tan hermosa voz. ¡Se sentía tan relajante escuchar cómo mencionaba mi nombre! Es que ya no lo hacía a menudo.
Al darme cuenta de dicha situación decidí preguntarle por qué estaba tan distanciada y sus únicas palabras fueron: -Estoy confundida. Bajó su mirada y siguió con lo que estaba haciendo. En el momento no supe qué pensar, lo analicé miles de veces mientras me deprimía con alguna canción de The Smiths y pensé que Morrissey tenía razones para escribir tanta miseria y exponerla como música.
Un lunes a la medianoche fue cuando recibí un mensaje de que quería que nos viéramos en algún lado. Supuse que quería pedirme algún tipo de disculpa por algo y que sería mía por siempre. Sí, todas esas cursilerías sin sentido.
Fui a su casa, recuerdo que llovía a cántaros y llegué empapado. Ella me estaba esperando bajo el porsche de su casa, algo mojada y con un cigarro a medias.
-¿Quieres? Dijo. Su mirada estaba un tanto perdida, pero indescifrable para mi en ese momento.
-Claro, ¿Por qué no? Contesté.
-¿Quieres secarte? Dijo mientras me miraba de pies a la cabeza.
-No. Le contesté; -Necesito saber por qué estoy aquí a la medianoche contigo.
No contestó. No me miró siquiera. Yo notaba en mí cierto desgano por haber ido en vano, por no obtener ninguna respuesta.
Y fue cuando ya estaba resignado a todo, cuando mi humor estaba por el suelo, cuando un agujero negro había invadido mi mundo-mente, fue cuando suavemente sujeto mi cara y me besó, cuando me rescató de ese agujero negro que había creado yo mismo en mi mente.
La verdad no tengo conocimiento de si ese beso duró toda la noche o solo algunos minutos pero si sé que no sé. Realmente no lo sé, qué pasó por ella, que pasó por mí. Lo único que aún juraría por mi vida es que, sí, quizá sólo fue un beso, pero hubo tanta magia en ese momento que no dudaría en afirmar que sigo esperando una carta de la mismísima escuela de Hogwarts. Ya saben, soñar es gratis.
No hubo mucha conversación luego, lo único que atinó a decirme luego de semejante noche para los dos, fue que tenía que irse de viaje. Se iría a vivir a una ciudad al norte de Australia.
Por un momento, y creo que ese momento sigue vigente, me sentí especial. La persona a la que había elegido para ver antes de marcharse era yo ¡Aún por encima de su novio!
No supe mucho de ella después de que se marchara, pero respeté su decisión de no seguir hablando. Ella sabía que si seguíamos en contacto iba a ser demasiado malo para ambos, así que coincidí con ella.
Y aquí estoy, sentado en la cama de mi vieja casa, invadido por recuerdos, escribiendo esto con un lápiz ajado como yo, en una maleta volteada como sinónimo de escritorio, con un cigarro que se consumió sin haberle dado una pitada, una botella de whisky barato, escuchando a Edvard Grieg y cuestionándome el porqué. El... ¿Por qué la dejé ir?