Capítulo Uno

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Estaba sentado en mi "oficina" si es que se le puede llamar así, ya que era lo contrario a lo formal que debería ser una, el escritorio se encontraba lleno de papeles por todos lados, dinero suelto, varios celulares móviles y una magnum 44 arriba de todo ese jodido desorden. La verdad es que se veía bonita ahí encima. Cualquiera que viniese a molestarme lo pensaría dos veces con esa linda arma allí, eso me gusta. Pasé mi mano por mi flequillo, algo aburrido. Hace ya un largo rato que nadie me llamaba para nada. Es curioso el hecho de que nunca quiera trabajar, pero cuando no lo estoy haciendo siento que me falta algo. Solté una corta risa ante mi pensamiento, daba igual si me reía sólo, no había nadie conmigo en la oficina. Me eché hacia atrás en mi silla y apoyé los pies en ese mueble, joder que en serio estaba aburrido.
Estaba a punto de coger mi móvil hasta que alguien tocó la puerta. El único que respetaba mi regla de "tocar antes de pasar" era Miguel, los demás gilipollas entraban cuando querían y si les decía algo sobre la norma me soltaban un «Lo siento jefe, no volverá a pasar.» y al día siguiente lo volvían a hacer.

— ¡Pasa!– exclamé, sin salir de mi posición.

La puerta se abrió, dejando a ver ese chico que llevaba puesta una chaqueta junto con una playera blanca -más bien gris de lo desgastada que estaba- y con su rostro demostrando algo de... ¿Nervios? No sabría decirlo.

— Permiso.– dijo antes de pasar, para luego entrar y cerrar la puerta detrás suya.– Hola Alphon... Digo, jefe, ¿Cómo se encuentra? Venía a comunicarle algo.

Lo que me gustaba de este chico era su respeto. Fue la principal razón de porque está en mi grupo, cosa que me preguntan muy seguido.

— Bien, ya se me hacía raro que no ocurriese nada.– respondí a la vez que soltaba una risa.– Ahora, dime, ¿Qué ocurre?

— Esto, jefe, hay un problema con los préstamos.– explicó, temeroso.— Todos pagaron este mes, excepto uno, el mismo que hace dos meses...

Pasé mi mano por mi rostro, soltando un suspiro de impaciencia.

— ¿Otro gilipollas más que no me devuelve el dinero que yo tan generosamente presto?– pregunté, irónico.

Miguel bajó la mirada.

— Se llama Álvaro, Álvaro Herreros. J-Juan y yo hicimos el trato con él, los primeros meses lo devolvía pero ahora lleva atrasado tres... Tres meses.– explicó, nervioso y titubeante.– Serían alrededor de 3 mil euros, jefe.

Solté un gruñido para luego cambiar de posición y sentarme correctamente.

— ¿¡3 mil pavos?! Y... ¿Cómo coño es que tú y Meira le perdonaron los otros dos meses?– grité, cabreado.

— L-Lo siento Jefe, es que... Es la primera vez que nos pide, perdón, que le pide dinero y tiene diécinueve años, creímos que merecía o-otra oportunidad...

— ¿"Creimos"?– cuestioné.– Tengo el presentimiento de que tú convenciste a Meira.

Miguel solía convencer de estas cosas a Meira, o Juan, cómo sea. Eso era lo malo.

— Lo siento jefe... No volverá a pasar. Lo juro.– dijo, cabizbajo.

Esa frase la había escuchado decenas de veces, y no sólo de Miguel. En parte, era hartante que no todos hicieran exactamente lo que yo quería.

— Cómo sea. Tendré que ir a buscarlo. ¿Tienes algo de su información o fuiste tan amable que no se la pediste siquiera?– pregunté, sarcástico.

— N-no jefe, la tengo aquí.– respondió entregándome un folio con unas hojas dentro.

Pude notar cómo las manos de Miguel temblaban al dármelas. ¿Tanto me temía? En cualquier otro momento me hubiera reído de esa situación, pero ya bastante enfadado estaba con que un crío me debía 3 mil pavos y estuviera ileso. Abrí el folio que Martos -ya se me hacía costumbre llamarle por el apellido a Miguel cuando me cabreaba- me había dado y comencé a leer, sí, era joven, el informe no tenía foto, raramente. Vivía por una zona peligrosa de Valencia, no muy lejos de donde yo estaba. Al parecer no devolvía el dinero porque no conseguía trabajo. Pues vale, no es mi problema. Anoté la dirección de su casa en mi móvil y; sin decir nada, dejé el folio sobre la mesa y cogí la magnum, colocándomela en el cinturón del jean que llevaba puesto.

— Jefe... ¿Usted va a ir?

— Sí, me estoy aburriendo aquí encerrado y tengo ganas de moler a palos a este crío, así que, sí.

Me giré, encontrándome con mi bate de madera, con la portada de uno de mis álbumes favoritos pintado sobre él. También lo tomé, sosteniendolo sobre mi hombro y mirándome rápidamente en un espejo que había allí, la verdad es que muchos mafiosos suelen ir de gala, a mí me parece estúpido hacerte el pijo con la ropa si luego vas a matar gente, pero bueno. Yo iba con mi ropa normal, unos jeans negros para que el arma no se note a simple vista y una musculosa blanca que dejaba ver los tatuajes en mi brazo. Si quieren algo formal no me busquen a mí. Asentí, satisfecho, y caminando hacia la salida de mi oficina.

— Ah, y Miguel, quiero que el desorden de mi escritorio desaparezca cuando vuelva.– dije, a lo que él asintió.

Cerré la puerta para después entrar al hall, sonriendo. Realmente me iba a divertir un rato.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2017 ⏰

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