Decimos que los kilómetros son solo números. Señales escritas, tras un arbusto, repletas de graffitis, que nos recuerdan a cuántos pasos estamos de chocarnos por primera vez. Nuestro primer hola, nuestro último adiós, no volverían las despedidas. Cientos de kilómetros son miles de palabras, miles de llamadas, miles de risas a medias. La pantalla te alumbra por muy oscuras que estén tus sábanas. Pero no te sujetará las manos mientras te sostiene la mirada, ni siquiera te recogerá un mechón detrás de la oreja mientras te acaricia. Quien lo hace está detrás de esa ventana, a cientos de "¿hemos llegado ya?" y de bares de carretera de aquí. Es un espejismo. En el desierto. Todo se desmorona en fina arena en el momento que cierras la conversación. Tormentas de arena y cientos de dunas entre nosotros.
