Capítulo 7

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No era que Rangiku Matsumoto fuera una mujer de habladurías, no las llevaba ni menos las traía, pero cuando su… ¿amigo?... ¿intento de novio?... ¿objeto sexual?... Bueno, cuando Shuuhei le hizo el comentario sobre lo ocurrido la noche del ataque al rukongai no pudo sino querer más información. Además, Rukia ya le había hecho partícipe de sus líos con Ichigo aquella tarde que habían discutido por causa de Iwata-kun. Por cierto, ¿qué había sido de ese pobre muchacho? Se comentaba que había postulado a un cargo de oficial en las fuerzas especiales, pero que aún no se resolvía nada al respecto. En fin, aprovechando que se encontraban saliendo de la sala de reuniones junto con todos sus colegas tenientes, se acercó a Kuchiki con una sonrisa amable.

–¿No se te antoja un chocolate caliente, Rukia-chan? –le preguntó sorprendiéndola, más bien porque su menuda colega no había percibido su presencia.

¿Se le antojaba realmente? No era mucho de cosas dulces, pero al ver la mirada amigable de su colega no pudo sino asentir. Quizás sí se le antojaba un chocolate caliente, pero no por beberlo, sino por la compañía. Pronto se encontraron con Momo y fue Rukia quien le propuso acompañarlas, después de todo, eran ellas con quienes tenía más afinidad. Hinamori le agradaba porque era discreta, tranquila y de ligero humor. Por otro lado, Matsumoto podía ser todo lo descarriada que se quisiera, pero si alguna vez necesitara hablar con alguien de su género sería a ella a quien acudiría sin cuestionarlo. Como ya lo hizo una vez.

Sentadas en la intimidad que podía darles la quinta división charlaban sobre las nuevas integrantes de la asociación de mujeres shinigami. Mientras Momo insistía que había que darles una oportunidad antes de desestimarlas por no cumplir "con el perfil" –que no sabía bien a qué se refería Rangiku con ello–, Matsumoto replicaba que no podían perder el tiempo entrenando a gente que luego se retiraría como muchas otras ya lo habían hecho por falta de compromiso. Rukia les sonreía mientras sostenía la taza entre sus manos, dejaba que el vapor le llegara al rostro y soplaba de tanto en tanto el contenido.

–Más callada de lo normal, Rukia-chan –apreció Rangiku logrando que Momo pusiera atención a la actitud perdida de la morena –¿Qué ocupa tus pensamientos que sea más importante que la asociación? –preguntó con tono afectado.

Rukia salió de su trance y se las quedó mirando con cara de sorpresa, o de saberse descubierta. No era de las que se quedara pegada pensando en la nada… o en alguien en particular. Esas actitudes no iban con ella, no era de la manera en que ella se comportaba.

–No pensaba en nada realmente, en nada específico al menos –respondió llevándose la taza a los labios, Momo la miraba con atención, Rangiku le sonrió –¿Qué?

–Que se me hace extraño… no malo, aclaro. Pero se me hace extraño verte así… ensoñada tal vez –dejó caer su colega de la décima.

–Qué cosas dices, Rangiku –rio Momo –Yo la veo como siempre –Rukia miró a su compañera sin despegar la taza de la boca –El trabajo a veces nos hace estar algo ausentes, ¿es eso, verdad?

Rukia dejó la taza en la mesa y miró a la marca que el chocolate había dejado en forma de sus labios en el borde de la loza. Rangiku le alzó las cejas a Momo y ella se quedó contemplando a Kuchiki quien, ahora sí, le parecía traía un semblante diferente.

–Puedes decirnos, Rukia-chan –insistió la rubia, ella apenas alzó la vista –Nos conocemos hace años, trabajamos juntas… somos tus amigas

¿Amigas? Era cierto, trabajaban juntas, se conocían hacía años, compartían más que instancias laborales, a veces salían juntas, charlaban de cosas de chicas. Pero todo superficial, nada que dejara entrever nada más. Había cosas que ella siempre prefería guardarse, cosas que incluso Renji tenía que adivinar. Con él era más sencillo, no era necesario explicitar nada, él la leía. Y también comprendía su manera de ser, que había cosas que era mejor no mencionar o sacar a la luz, simplemente porque ella no se sentía cómoda con ello… y no hablaría hasta que hubiera podido resolverlas. Sintió un peso en su antebrazo, Momo le sonreía amable.

Friendzone... o cómo salir de ella, por Ichigo KurosakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora