Quello che non si vede.

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I.

Frío.

Frío, sangre y oscuridad.

Eso era lo que lo rodeaba. Se encontraba allí, no sabía exactamente donde, pero al menos sabía que seguía vivo, ese tremendo dolor que recorría todo su cuerpo lo comprobaba. Los espasmos lo recorrían, aún podía sentir la sangre fluir en alguna de sus heridas, el jodido dolor estaba a punto de cegarlo o peor, de dejarlo inconsciente.

Maldecía internamente, ¿Por qué había tardado tanto en dejar libre a aquella persona? Aunque sinceramente no era una persona en concreto; aquello vivía en su interior, era su complemento, su mitad; se encontraban tan intrínsecamente unidos que era imposible eliminar uno sin que los dos desaparecieran.


II.

Aguantaba la risa histéricamente, si no se tranquilizaba rompería a reír escandalosamente. Era demasiado gracioso aquello, finalmente podía salir, finalmente había tomado el control que tanto anhelaba, y no desperdiciaría la oportunidad.

Veía el rojo carmesí gotear lentamente, aquel sonido ahogado que tanto amaba, los gritos y sollozos que eran silenciados por la mordaza, los aullidos sin forma al no tener la manera de articular palabra alguna. Todo eso era un conjunto asombroso, demasiado perfecto, era demasiado embriagante la pintoresca vista que tenía. Aquel cuerpo casi sin vida y aun tratando de implorar piedad. Que gracioso resultaba aquello, demasiado como para no reír.


III.

No sabía que había sucedido, se había desmayado en algún momento. Cuando despertó se encontraba en el suelo cubierto de sangre ajena, ¿Qué había sucedido? Lo único que recordaba era perderse en una negrura inmensa.

Se levantó y fue entonces cuando al ver aquello tuvo unas enormes ganas de vomitar, ¿Qué se supone que era aquello? ¿Una persona? ¿Acaso era...? Trató inútilmente de recordar el pasado pero obviamente no pudo, esto sólo le ocasionó una leve jaqueca y decidió que era mejor irse de allí. Cuando pretendía partir fue cuando notó que las heridas proporcionadas aun dolían infernalmente y a ese paso no podría estar de pie mucho tiempo.


IV.

Cuchillas, hermosas cuchillas de todas formas y tamaños, definitivamente era el paraíso, si bien sus heridas dolían, su cuerpo producía suficiente adrenalina para opacar aquello.

Un corte aquí, otro corte allá. Infringía pequeñas heridas en sitios enormemente dolorosos, pero sin llegar a ser mortales; no podría atreverse a terminar aquello tan pronto.

Un dedo, la lengua, la mano izquierda y el ojo derecho desaparecieron después de unas horas, aquella tarea era tan extenuante, no había mejor bienvenida al salir de aquel aislamiento que tener un festín tan divertido.

V.

Quería llorar, el dolor era demasiado, y el trauma de aquella imagen era nauseabunda, aquel que lo había rescatado debió haberlo sacado de allí antes de irse. Necesitaba llegar a su hogar, curarse y tratar de calmarse; no quería recordar lo sucedido. No entendía porque alguien querría hacerle daño, no era malo, al menos ya no.

Podría llamar a su hermano, él le brindaría ayuda, lo regañaría y cuestionaría, pero finalmente lo ayudaría. Se levantó del suelo y una cara de dolor se postró en su rostro. Tenía que irse de allí aunque el dolor lo matara y lo hiciera querer llorar, debía irse, ya que cabía la posibilidad de caer inconsciente allí y sería muy tarde cuando despertara.


VI.

Sonreía enormemente al ver al contrario a punto de morir, el observar en sus ojos el miedo, el enorme dolor y el sufrimiento; aquello era demasiado dulce para él, disfrutaba de ver y presenciar aquellos sentimientos que surgían de una persona moribunda.

El contrario lloraba en silencio mientras él intentaba hacerle notar que disfrutaba aquello; era tan divertido. Comenzó a buscar algo en la habitación, "interesante" susurró al ver una colección de drogas que eran capaces de hacer sufrir a un elefante; alucinógenos, calmantes, sedantes, incluso adrenalina, todo un paraíso personal. Decidió utilizar algunos, eso haría más divertido aquello; los gritos y exclamaciones se duplicaron, eso lo hizo sonreír aún más; el pulso aumentaba rápidamente, si no tenía cuidado el contrario moriría por aquello, y no quería eso, debía divertirse un poco más. Debía disfrutar de su libertad contada, quien sabe cuántas décadas estaría de nuevo encerrado en aquel lugar tan aburrido.


VII.

Caminaba lenta y pesadamente, sufría a cada paso, pero la distancia entre su meta y él se acortaba; poco a poco se desvanecía, la pérdida de sangre anterior sumado con el dolor hacía que fuera insoportable. Tenía curiosidad y dudas sobre quien lo había rescatado, deseaba haberle agradecido, haberlo salvado de aquel desquiciado era demasiado, casi podría haber dicho que fue un milagro.

Al llegar a casa inmediatamente se desplomó en el sofá, después tendría todo el tiempo para cambiarse y curar sus heridas, ahora sentía que se desmayaría en cualquier momento; después de algunas horas de descanso llamaría a su hermano.


VIII.

Feliz, extasiado, realizado.

Así era como se sentía. Mirar aquella obra de arte era demasiado, la sangre salpicada, el contrario a punto de morir, todas esas hermosas armas allí formaban un cuadro perfecto, algo que sería atesorado en su memoria.

Sabía que su tiempo allí estaba por acabar, nunca se quedaba lo suficiente, el otro luchaba por regresar de manera inconsciente; a veces deseaba que no pudiera, que no regresara.

Decidió seguir adelante y terminar todo aquello, no desperdiciaría nada. Comenzó de nuevo la lenta tortura, aquello que tenía el ritmo lento y calmado, como una hermosa melodía, un réquiem tal vez. Poco a poco los minutos transcurrían ocasionando que comenzara a sentir aquella típica opresión, esa jaqueca que le anunciaba que el momento se acercaba.


IX.

Mientras dormía, pequeños recuerdos fracturados llegaban a su mente, pero aun así nada era claro. Sentía una opresión, como si alguien más lo asfixiara, y él sabía muy bien quien era.

Lo conocía desde hace años, era como un viejo compañero, uno que estaba bastante desequilibrado y era un peligro. Podía sentir que él tenía algo que ver, y lo que temía más era que, él fuera el responsable de aquello sucedido.


X.

Decidió terminar esto de una vez, hizo un corte profundo, uno que garantizaría la muerte a cualquiera. Una muerte lenta y dolorosa, pero tenía el suficiente tiempo para que cuando el tipo inútil, como solía llamarlo, regresara.

Al terminar aquello fue a un lugar un poco alejado para preparase, sabía que perdería la consciencia y no quería herir más el cuerpo que también era suyo. Poco a poco todo comenzó a volverse negro, sentía al otro pelear por volver, despertar lentamente para reclamar lo que era suyo.

Y mientras esto sucedía, se preguntaba cuanto tiempo pasaría rodeado de oscuridad deseando volver a ser libre por unos momentos.

Mio altro sé |Felicest|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora