Capítulo 1: Sombras del Pasado

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El rugido de los dragones resonaba en el cielo, un sonido aterrador que hacía temblar la tierra misma. Las casas se derrumbaban como castillos de arena bajo las llamas intensas que lo consumían todo a su paso. El humo llenaba el aire, sofocante, mientras el caos reinaba. Gritos, llantos, el chasquido de los escombros al caer, y el fuego... siempre el fuego.

En medio de la destrucción, una pequeña figura corría desesperada entre los escombros, su respiración agitada. "¡Celeste!", gritaba una voz, desesperada, pero distante, como un eco que se perdía en la marea de destrucción. Una mano se extendía hacia ella entre las llamas, tratando de alcanzarla.

Pero los rostros, como siempre, estaban borrosos. No podía ver quién era. Solo sentía la presión, la necesidad de escapar... y el miedo. "¡Celeste, corre!"

El suelo tembló una vez más bajo el peso de los dragones, y entonces todo se desvaneció en una ola de calor y oscuridad.

Celeste abrió los ojos de golpe, su cuerpo cubierto de sudor frío. Su pecho subía y bajaba rápidamente, su corazón retumbando en sus oídos como el rugido de aquellos dragones en su sueño. Por un momento, su mente seguía atrapada en esa pesadilla recurrente, pero la realidad comenzó a asentarse lentamente.

"Celeste, ¡levántate ya! Se te hará tarde para ir al gremio."

La voz de Erza se filtró a través de la puerta de su habitación, firme pero sin perder el tono de preocupación. Celeste parpadeó, su mirada todavía perdida en el techo mientras trataba de controlar su respiración.

—Ya... ya voy —respondió con un hilo de voz, sentándose lentamente en la cama. Se llevó una mano a la frente, como si intentara borrar los fragmentos de su pesadilla. Los sueños siempre eran los mismos. El mismo pueblo en llamas, el mismo caos. El mismo grito.

Pero los rostros... nunca los veía con claridad. Solo sabía que estaban allí. Sabía que, en algún rincón de su memoria, estaban atrapados aquellos recuerdos que tanto temía, aquellos rostros que nunca podía reconocer.

Suspirando, se levantó de la cama y caminó hacia la ventana, empujando las cortinas hacia un lado para dejar entrar la luz de la mañana. La ciudad de Magnolia comenzaba a despertar, las calles llenándose lentamente de vida. Pero dentro de ella, siempre sentía ese vacío, esa sensación de no pertenecer realmente a este lugar.

Un nuevo cuerpo, una nueva vida... y sin embargo, las sombras del pasado la perseguían.

—Celeste, ¿estás bien? —La voz de Erza volvió a llamar desde el otro lado de la puerta, esta vez con un toque de preocupación más evidente.

—Sí, Erza, ya bajo —respondió, intentando sonar más animada de lo que realmente se sentía. No quería preocupar a nadie, especialmente no a Erza, quien siempre parecía tener una carga inmensa sobre sus hombros.

Se vistió rápidamente, asegurándose de que su cabello, teñido de negro, cubriera el recuerdo de lo que realmente era. Esa otra vida, la que estaba enterrada bajo este nuevo cuerpo.

Al bajar las escaleras, encontró a Erza esperándola con los brazos cruzados, aunque una pequeña sonrisa en sus labios.

—Pensé que no te levantarías nunca. —Erza bromeó, aunque en su mirada siempre estaba ese toque de seriedad que la caracterizaba.

Celeste intentó sonreír, aunque no le salió muy bien. —Solo... un mal sueño, nada más.

Erza asintió, aunque no insistió. Siempre había sido buena para leer entre líneas, pero también sabía cuándo no presionar.

—Vámonos ya. Hoy será un día movido en el gremio —dijo Erza mientras caminaban hacia la puerta principal—. Y no querrás llegar tarde, ¿verdad?

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⏰ Última actualización: Oct 24 ⏰

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