1° Carta.

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Londres, Inglaterra.

21 de Octubre de —No legible—

A quien corresponda:

Recuerdo que cuando era muy pequeño estudiaba en casa. Mi familia, aunque nunca fue perfecta, era una de las familias más poderosas de ese entonces, muy reconocida, galardonada por su alta moral, sus valores.

Mi padre, a la edad de los 6 años me enseñó a jugar ajedrez, lo utilizaba como un medio práctico para enseñarme la historia del sigo XIX. Solía preguntarle sobre músicos, pintores y esculturistas, filósofos; él respondía. Sin embargo, cuando un cuestionamiento insolente de mi parte salía por mi boca, no lo hacía.

"Eres muy pequeño, cuando seas más grande te lo diré."

Mi hermano mayor siempre lograba sorprenderme con sus fascinantes historias, relataba sus encuentros con seres ficticios desde que empezó la armada a sus dieciocho años. Mi abuelo siempre quiso que yo siguiera sus pasos, también conseguía darme pesadillas por la noche: hablaba de brujas, demonios, ángeles y vampiros.

También viene hacia mi mente las memorias de cuando tenía ocho años. Ya entonces me había enamorado de la literatura, armaba con sábanas un fuerte en nuestra biblioteca para leer en paz.

Igualmente a esa misma edad era muy sensible, prácticamente lloraba por todo. (Por eso quería ser más fuerte) Nadie en la inmensa mansión trataba de consolarme, estaba prohibido por sus superiores.

"Él es un hombre, no debe de llorar."

Siempre que me sentía así le gritaba a las jóvenes que trabajaban en mi hogar como sirvientas, y corría lo más lejos para perderme en el exageradamente enorme jardín de la residencia.

Tan sólo los rosales ocupaban un manzana de tierra en la propiedad, ya te podrás imaginar.

Me escondía entre el laberinto de arbustos por lo general en el mismo sitio, al recordarlo no me imagino como podría diferenciar ese lugar de el resto.

Me desahogaba contándole al viento todos mis problemas en voz alta, eso me tranquilizaba. Pero un día, (y juro ante Dios que es cierto) alguien me respondió.

Una voz suave y dulce de un joven que a saber cuántos años me llevaba, reía tan comprensivo cual buen confidente para hacerme olvidar mi dolor.

Entonces le pregunté, cómo se llamaba. Él me respondió tan sereno y pasivo: "Ponme un nombre."

Y en mi mentalidad inocente de niño le dije: "Te llamaré Snow Lily"

Él juró escucharme siempre, estar ahí cuando lo necesitara. Traté de buscarlo por el laberinto, averiguar de donde venía esa voz, más no lo logré.

Las doncellas de la casa, la cual una de ellas era mi tía, le informaron a mi padre que yo me había perdido otra vez, y como ya era costumbre, mi hermano iba a buscarme para llevarme a casa.

Esa vez me encontró dormido sobre el césped, aproximadamente a las 4:30 de la tarde. Cuando me llevó a mi cuarto para que siguiera durmiendo, yo me desperté. Un poco confundido al recién levantarme, le conté con prisa lo sucedido a mi hermano.

Él, muy sincero y directo, dijo que todo había sido un sueño o cosa de mi imaginación. Otra vez no me creía por ser sólo un niño.

Decidí dejarlo pasar, yo sabía que realmente había escuchado a alguien y quería demostrarlo. Fue tanta la frustración, que al día siguiente volví al mismo sitio, a la misma hora.

Me senté en la grama, y jugueteando un poco con el pasto le pregunté a Lily si estaba ahí. Me preocupé un poco al no escucharlo, realmente no quería admitir que me había equivocado.

Pero respondió, tan dulce como el día anterior seguido de aquella risa risueña: "Aquí estoy. ¿Cuál es tu nombre?"

Me percaté que no lo había mencionado antes, y me sentí realmente tonto por eso.

—"Misono Alicein."—Respondí.

Él me prometió que estaría ahí todos los días, que esperaría hasta que yo fuera a buscarle. Comprendí la gracia de tener un amigo, alguien que pudiera escucharme sin importar qué, aunque no me dejara verlo, yo era feliz así.

Así fue como se volvió un hábito el escapar después de almuerzo para hablar con Lily. Aveces le llevaba un poco de comida que dejaba al irme y cada día reemplazaba el plato vacío. Él decía que le encantaba el sazón de la cocina de mi casa, que era un deleite para su paladar y recuerdo haberle prometido que algún día cenaríamos juntos.

El tiempo pasó volando, de pronto yo había alcanzado los diez años. Mis estudios ya estaban volviéndose más complicados, nunca fui bueno con las matemáticas. Lily parecía saber uno o dos cosas sobre el tema, se esforzaba mucho en ser de ayuda para mí.

Aún sigo sin comprender el por qué fue que desapareció entonces.

Misono Alicein.

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