2° Carta.

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Londres, Inglaterra.

09 de Noviembre —No legible—

A quien corresponda:

Lamento haber tardado tanto en escribirte, me disculpo por medio de la presente. No pude terminar de relatar mi historia con Lily, la cuál era muy larga para terminarla en una carta.

Decidí entonces escribir una carta más, y si es requerido, otra a partir de ésta. Como había escrito antes, a mis diez años mi único amigo de la infancia se había ido sin previo aviso, en un día como los otros tras la hora del té de la mansión, me dirigí al jardín a nuestro lugar de siempre.

Al inicio pensé que me había equivocado, pues el lugar era enorme, pero se me hacía muy ilógico perderme en el sitio al que asistía diariamente por ya dos años.

Luego pensé que tal vez se había quedado dormido, o que estaba enojado conmigo. Miles de ideas que un niño pudiese tener pasaron por mi cabeza, al igual que un sin número de emociones mezcladas con la melancolía. Nuevamente traté de buscarlo por el laberinto de arbustos justo como el día que lo conocí, aunque fue en vano.

En los próximos cinco años me había hundido en mi soledad por la falta de relación con otras personas de mi edad, me hacían juntarme con gente adulta para hablar sobre mi futuro, temas sociales y políticos.

Se podía decir que adapté una actitud fría e indiferente hacia los demás, como los típicos y egocéntricos millonarios de la época. 

Mi familia estaba pasando por un descontento popular, la tensión recaía pesadamente sobre su hijo menor (en éste caso yo) y buscaban a toda costa alguna forma para cesar aquellas malas lenguas.

Fue así cómo sin mi consentimiento, arreglaron mi matrimonio con una joven primogénita de Londres. También se programó una fiesta para celebrar nuestro compromiso, la cual asistirán solamente lo más altos de la escala social.

Aún me arrepiento de mi atrevimiento esa noche, fue la primera vez que me atreví a alzarle la voz a mi padre, de acusarle de tiranía y de desobedecerlo. Pude ver que realmente estaba decepcionado por mi comportamiento, actué tan cobarde que nisiquiera fui capaz de verlo a los ojos y disculparme.

Corrí pues, y huí para refugiarme en el jardín. A pesar de no haber vuelto alrededor de tres años a ese lugar, recordaba muy bien el camino. Una vez ahí el sentimiento sólo empeoraba, la ira me consumía por dentro y esa frustración me inestabilizaba emocionalmente.

No pude evitarlo, lo confieso, una vez más estaba llorando en ese rincón de espinas y arbustos decorados, maldiciéndome abiertamente y contando mis problemas al aire.

Quería ser escuchado, tener ese confidente a mi lado que pudiera decirme que todo iba a estar bien. Ahí habló, después de tanto volví a escuchar su voz.

"¿Por qué lloras, Misono?"

Sentí como se me erizaba la piel, mi sangre helándose por la incredulidad. Su voz... que no había cambiado en nada, otra vez hablándome. De algún modo había vuelto justamente en el momento adecuado, cuando lo necesitaba más que nunca.

"¿Misono?" —Repitió con angustia, nerviosismo se hacía presente en su voz.

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⏰ Última actualización: May 01, 2017 ⏰

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