Por un reto

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Byakuya y Kyoko se miraban intensamente intentando no parpadear. El aburrimiento había hecho que terminaran retándose en esa hora de auto estudio que el profesor les había dado antes de retirarse.

Y entonces ahí estaban, él entrecerrando los ojos porque ya no podía mantenerlos abiertos a diferencia de ella, quien se mantenía tranquila y, aparentemente, no aplicaba ningún esfuerzo.

— Parpadeaste. — La mujer joven dijo después de que Togami hiciera dicha acción.

— Me entró algo. — Se retiró las gafas y restregó el párpado. Luego se las colocó de nuevo.

— Ya lo creo. — Ironizó. — Fuiste tú el que empezaste el reto así que me toca a mí.

— Con tal de que no sea lo mismo.

Ambos callaron y la chica miró hacia el techo. Descansó la vista e intentó recordar algunas cosas hasta que la idea perfecta llegó a su mente. Sonrió para sus adentros y volvió a ver al rubio.

— Tú hablas francés, ¿verdad?

— Sí. ¿Cómo lo sabes?

— Una vez trajiste un libro en francés y lo estuviste leyendo toda la clase, Togami. No paraste hasta que todos se dieron cuenta de que no estaba en nuestro idioma y entonces explicaste que-

— Ya, entiendo. — La detuvo. No quiso que le dijera la verdad porque heriría su orgullo más que cuando perdió el primer reto. — ¿Y qué quieres que haga?

La detective señaló al suertudo de la clase: Makoto Naegi. Este se encontraba estudiando y lucía muy concentrado en lo que leía.

El heredero se deseó suerte a sí mismo. Naegi era su interés y no quería dar malas impresiones desde que descubrió que el castaño podría sentir lo mismo por él. No se había atrevido a decírselo, todavía no.

— Háblale en francés, dile algo que lo avergonzaría si lo entendiera.

— ¿Así de simple? — El joven arqueó una ceja. Sonaba muy fácil como para ser un reto.

— Sí. — Kirigiri tramaba algo. Necesitaban un empujón esos dos, queriéndose pero siempre con miedo de decírselo al otro.

Byakuya inhaló y exhaló para relajarse, después se levantó y dirigió a la carpeta de su platónico. Se sentía seguro de lo que hacía porque hablaría en francés, entenderlo sería difícil y más cuando sabía que Makoto no se enteró de la existencia de dicha lengua hasta que el rubio llevó aquel libro a clase.

— Oye, Naegi. — Dijo para llamar su atención, al menos para asegurarse de que no era ignorado.

— ¿Sí? — El castaño leía y le escuchaba; no apartó la mirada de su texto.

El más alto se aclaró la garganta y, en voz grave, se acercó a susurrarle:

Voulez-vous coucher avec moi ce soir? (¿Te acostarías conmigo esta noche?)

Él se alejó y se hizo a un lado para que Kyoko vea las reacciones del más pequeño, quien miró al heredero severamente confundido.

Había escuchado esa frase en una canción y hasta en sus clases de francés; no estaba seguro de qué significaba palabra por palabra, sin embargo, entendía a qué se refería y aquello hizo que se ruborizara como nunca antes.

— ¿No preferirías que tengamos una cita "normal" primero? — Balbuceó pero eso se le entendió.

— N-no me digas que... — Las mejillas del vástago tomaron un color rosado y la risa de Kyoko se hizo escuchar.

Varios alumnos voltearon a verla porque nunca la oyeron reír en público y mucho menos tan animada.

Pasaron segundos hasta que ella volvió a su estado neutral y fue en ese entonces que todas las piezas del rompecabezas se armaron. Kyoko había planeado eso y ahora Byakuya se sentía humillado.

— Muy bien, ganaste el re-

— Cierra la boca. — Renegó entre dientes y luego salió del aula. Makoto se sintió algo ofendido y también se retiró, mas no cruzó camino con Togami en ningún momento.

Kirigiri no se preocupó. Ambos chicos volverían a la normalidad en cuestión de horas o minutos.

...

El día había terminado. El suertudo pero no tan suertudo Naegi se sentía triste aún y hasta avergonzado. Entendía que Togami no quisiera nada con él, mas no creyó que su reacción sería tan negativa como para enojarse hasta la hora de salida.

Lo vio entrar al aula y quiso ir detrás para preguntarle el porqué de lo que había hecho. Kyoko le explicó algo, lo que no entendía era la elección de la frase.

Probablemente sería un "no sé, sólo lo dije porque sí." Nunca pensó que a Togami se le ocurriría algo así.

Y tampoco era como si le molesta- No, mejor no pensarlo.

Perdido en sus cavilaciones fueron necesarios apenas segundos para saber que perdería el tiempo con alguien tan complicado y pasaría más vergüenza que nada. Se encaminó hacia la salida de la academia y dirigió a casa, intentando olvidar lo que había sucedido entre ellos dos.

¿De verdad quería olvidarlo? No, no. Quizás podría quedar como una anécdota para contarle a Komaru.

Ah, Komaru, ¿qué le diría ella cuando se enterara de lo ocurrido? ¿Que fue un tonto por no invitarle a salir? Probablemente. ¿No se suponía que eran los chicos que invitaban a salir a sus platónicos? Aunque el que le gustaba también era un chico...

— ¿Qué haces estorbando la salida? — Escuchó la familiar y enojada voz del protagonista de su actual pensamiento.

— Ah, nada, sólo me preguntaba si querías salir conmigo. — Se sinceró en un momento de nervios. Unos segundos más tarde se dio cuenta de lo que había dicho.

— ¿Qué...?

— ¡No, no! O sea, no salir como- Ahhh, ya para qué me molesto... — Se rindió mucho antes de lo esperado. ¿Para qué negarlo si se iba a enterar?

— Hm... — El menor se quedó callado y pensó. ¿Salir con un plebeyo? Diría que no pero ese plebeyo le traía interesado desde hacía meses. No como un "partner-in-crime" o algo similar, sino como algo más que amigos. — Bueno, pero yo elijo el lugar.

— Sí, ya sabía que dirías que n- qué. — Naegi parpadeó reiteradas veces en señal de confusión.

— Que sí. ¿Te estás arrepintiendo ya?

— ¡No! De hecho estaría muy bien salir conmigo, d-digo, contigo. — Los nervios le hacían decir tonterías, razón por la que pidió a la tierra tragárselo en ese mismo instante.

— ¿Bueno...? — El joven arqueó una ceja, confuso por el comportamiento de su contrario. — Me debo ir cuanto antes, tengo una reunión. — Explicó mirando la hora en su reloj. — Así que...

— Sí, yo también me debo ir ya que me esperan... Nos vemos.

— Claro. Hasta entonces.

La despedida se hizo incómoda y tensa. Ambos sentían ganas de besarse, sus miradas centrándose en los labios del otro lo evidenciaban. Querían pero se contenían y, para que no acabara en ello, el hombre de negocios se retiró antes y dejó al otro aún en la entrada.

Mas el moreno no era tan fuerte para contenerse así que fue tras él y le impidió seguir. Al diablo la vergüenza y al diablo las penas, al diablo el estereotipo de que el dominante tenía que empezar siempre ya que el suyo era un completo inútil en el amor.

Makoto lo tomó de la corbata e hizo que se incline a sus labios hasta besarlo; este acto no le sorprendió al otro, quien correspondió sin rodeos o preguntarse porqué lo hacía. ¿Lo quería? Sí, eso era suficiente.

Segundos después se separaron. El mayor desvió la mirada mientras el ojizarco lo miraba.

— Ahora sí, adiós. — Díjole el de la buena suerte observándole de nuevo y se retiró; con una sonrisa esta vez.

Sobriedad dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora