"El Emperador y el Dragón"

"El nacimiento de un gran guerrero."

                       Año 300a.c. Skyrim.

Los rayos de luz daban paso por los grandes relieves montañosos que rodeaban uno de los grandes pueblos de Skyrim; Carrera blanca.
Las personas, al ver los primeros rayos de luz que recaían en sus chozas de piedra, salieron de sus casas para caminar por los grandes terrenos del reinado del gran Jarl.
Skyrim estaba envuelto en una gran lucha contra los imperiales y la rebelión, por lo que las mujeres de cada pueblo estaban obligadas a curar y prestar sus servicios a los heridos en guerra. Entre quejidos e insultos hacia el otro bando, los grandes guerreros, "Los Compañeros" no parecían tener ni un sólo rasguño.
Aquellos hombres y mujeres estaban dotados por una fuerza y determinación en batalla que sólo causaban temor a cualquiera que se les cruzase en el camino. Hombres y mujeres llenos de honor al servir a su pueblo y volver con las manos llenas de regocijo ante una gran victoria, que traía entre medio grandes riquezas.
Entre ellos lograban destacarse dos gemelos, nacidos en Carrera Blanca y educados con la mayor determinación de guerra del mismísimo Gran Guerrero.
El Gran Guerrero era nada más ni nada menos que uno de los héroes que habían derrotado al gran devorador de mundos, Alduin el Dragón.
El Jarl de aquél pueblo era el Gran Guerrero que se oía en canciones, libros y leyendas. Su nombre era recordado por las nuevas y viejas generaciones, al igual que el nombre de su esposa.
La Gran Hechizera Galadriel de raza Élfica era el tercer pilar que había derrotado y llevado a la victoria a la humanidad. Su nombre era igual de importante que el de su esposo, aunque su rostro sólo permanecerá en los recuerdos de quienes lograron verla alguna vez.
Galadriel, después de años de experimentos y recopilación de información sobre los temibles dragones, terminó siendo devorada por uno de ellos, dejando a su marido y a sus tres hijos a la deriva.

Harold, el Gran Guerrero y Galadriel habían construido un hogar en donde les sería otorgado una vida cómoda y segura para sus hijos y compañeros de guerra o familia, lo cuál con los pasos del tiempo se convirtió en Carrera Blanca.

— Eolwyn, hijo mío. — habló el gran guerrero al menor de sus hijos.

— Buenos días, padre. ¿Hay nuevos heridos a los cuales atender?

Galadriel antes de morir cruelmente había engendrado al último de sus hijos, un hermoso bebé de cabellos rojizos cómo su padre y orejas elficas cómo su madre. Eolwyn, a la corta edad de 17 años ya portaba con un gran cargo en el reino. Fue nombrado cómo el gran hechizero y consejero del Jarl, además de curandero ante los heridos gravemente en guerra.

Él, desde que fue pequeño su padre notó en él que había heredado los grandes dotes mágicos de su madre. Tenía un gran potencial en la mágia y un gran corazón para ayudar a cualquiera que lo necesitase. Un chico que hacía rebosar de orgullo a su padre, aunque atraía a los extraños con su exótica apariencia.

Sus cabellos rojizos y largos que caían cómo brillantes resortes en llamas hacían envidiar a cualquier belleza del reino. Su porte alto y cuerpo esbelto era digno de un guerrero, aunque en su vida sólo había sido entrenado por sus dos hermanos; Vilkas y Farkas. Después de todo, al ser hijo del Gran Guerrero, tenía que seguir los pasos de su padre. Aquellas bellezas eran exóticas, pero lo que más preocupaba al gran Jarl era la extraña marca que resaltaba en una de sus mejillas. Un extraño símbolo que, pese los años iba siendo completado. Su padre pensaba que tal vez al cumplir la mayoría de edad aquella marca se completaría y tendría que, por fín, entregarle los conocimientos escritos de su madre que aguardaban en uno de los grandes templos escondidos para los ojos humanos entre las montañas. Sólo el cuál portase el amuleto de Galadriel sería capaz de verle y adentrarse a tal importante conocimiento.