Ianna e Igg

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La flecha salió disparada, el agua se la comió tal bocado sabroso y ella sollozo.

...

La perdida y la soledad eran sus constantes compañías; dejaba a su paso un rastro que atraía hacia la más profunda oscuridad.

...

El sonido de una bella flauta la atrajo de inmediato, cual pequeña niña prendada siguió la melodía, sus piernas pasaban entre la frondosidad del bosque, la cual delataba la inexistencia de los hombres por esa zona, su paso era, y debía de ser tan liviano que los matorrales apenas se movieran. Posando una mano sobre el grueso tronco de un árbol, al contacto la madera se pudrió y ella se alejó, notando las lágrimas escocerle tras los ojos pero, sin detenerse a pensar más en ello siguió el sonido, teniendo la leve esperanza de que pudiera encontrarlo sin embargo la música ahora era un poco más precaria, asustada por la pérdida inminente corrió con más ansias y ahora los lugares por donde pasaba se iban volviendo grises, deshaciendo en cenizas, las lágrimas no se hicieron esperar, bañando su rostro de agua salada; sabía que por su afán de alcanzar aquella bella composición lo destruía y lo arrasaba a él.

Saliendo de entre la espesura del bosque, se topó con un claro, notó que el sol bañaba de luz el lugar, haciendo que el verde resaltara de forma tan vivaz que parecía desprender un halo, hacía que las flores nacieran de sus capullos, brotando polvillo azulado de ellos y desplegando deliciosos aromas, la naturaleza estaba en todo su esplendor, denotando más que todo la ausencia del hombre y la podredumbre del mismo.

Las lágrimas habían brotado de sus ojos y ahora era menester que estas pararan puesto que su estado de ánimo afectaba sobremanera todo lo que tocase y lo que ella menos deseaba era hacerle daño a Igg.

Ya había perdido a todos a quienes amaba gracias a la misma inestabilidad emocional que ahora aquejaba a su querido Igg.

Noto un barullo entre los árboles, las hojas moviéndose de un lado a otro, siendo que en un comienzo era apenas un leve movimiento; pero entre más sollozos salían de su boca, más furia había en los movimientos, le costaba mucho contenerse, ya que el ver como él sufría por ella la destrozaba y a él por igual.

Las flores dejaron de brotar el polvillo, y éste se volvió oscuro, de la misma calidad en que ella dejaba las cosas que tocaba; el sol fue cubierto por un denso zarzal que comenzó a sobresalir del suelo del claro, y ahora aquellos deliciosos aromas se habían extinguido siendo reemplazados por nada; su tormento aumento, ya no solo eran sollozos sino gritos de puro dolor y angustia; la dulce melodía se había terminado, todo a su alrededor bullía entre ira y dolor.

Su mente era una mezcla inestable de cualquier emoción parecida al miedo, la tristeza y por sobre todo el sufrimiento.

...

Él había decidido tocar su melodía favorita para alegrarla, tomó la flauta que Ianna le había regalado, la posó sobre sus labios y las notas comenzaron a sonar, mientras él se abstraía y su memoria lo llevaba a épocas pasadas en las que si podían verse y disfrutar de la compañía del otro.

En pocos segundos siente como ella se mueve y comienza a buscarlo, sabe que no lo va a encontrar y eso le duele pero todo es por su bien, no la quiere ver consumida por lazos de llamas azules y que lo deje solo, lo único que él busca es que Ianna siga viviendo, sentir su presencia, su compañía y el latido de su corazón.

De repente siente un terrible dolor que abraza su pecho, sabe que es ella, su amada Ianna. De a poco baja el tono de la melodía pues el dolor es insufrible, siente cada parte de su cuerpo como si mil hormigas lo estuviesen picando, pero no deja de tocar del todo, piensa que si sigue ella se va a calmar o por lo menos dejará de buscarlo. 

Advierte que Ianna ha comenzado a destrozarlo nuevamente, las lágrimas de ella las siente como propias, y el saber que llora y que sufre sin que él pueda hacer nada lo hace enojar, sentirse impotente y por sobre todo sufrir. Cuanto no quisiera ir a abrazarla, calmarla, sentirla contra él; sin embargo es algo que escapa de su poder, pero...

Todo el bosque se mece y ruge de acuerdo a sus emociones, deja de tocar la flauta al tanto que los gritos de dolor y angustia atacan sus oídos, eso lo desorienta un poco y cae contra el tronco de un árbol el cual a su tacto comienza a florecer, sus raíces se agrandan y engruesan, las ramas marchitas crecen vigorosas y con nuevos retoños de árnicas, campanillas y achicoria.

Menea la cabeza y se insta a seguir, sabe que Ianna lo necesita y ni la maldición que sobre ellos recae lo va a detener, conoce las consecuencias de lo que piensa hacer, teme arriesgarse a perderla pero no siente que pueda más, no puede volverla a dejar sola con sus tormentos, no podría con la culpabilidad de abandonarla y hacerse el de los oídos sordos, solo espera que las llamas lo ataquen a él y no a ella.

...

Hecha un ovillo entre la maleza que asaltó el claro, sus lágrimas siguen rodando libres, sin nada que las contenga, ya no puede seguir así, no cree poder resistir un solo día más el estar alejada de Igg, necesita poder verlo así sea una vez más, su pobre corazón asolado por la desdicha de la perdida y la soledad no cree poder aguantar mucho más.

Sus gritos dejaron de escucharse, ahora solo la domina un leve sollozo que recorre todo su cuerpo, sus ojos se oscurecieron de un verde brillante a uno muerto. Con leves espasmos se va poniendo de pie, apoyando sus manos en la tierra y haciendo que ésta se reseque y agriete, asustada por lo que la maldición la condiciono a hacer se aleja ferozmente y cae de espaldas, jamás podría llegar a acostumbrarse a ello.

...

Él siente un nuevo dolor recorrer sus espalda, acelera su paso ignorándolo, ya la siente cerca, sabe que está encerrada entre el zarzal que tiene adelante y también sabe que es su culpa que este allí, sus ojos se humedecen y cambian de un lindo dorado a un marrón; corre hasta llegar a la pared de mandrágora que contiene a su Ianna, posa las manos sobre ella y todas las ramas se van descruzando, haciendo un espacio para que él pase.

Todo lo que ahora le rodea es oscuridad, no puede distinguir nada, la luz apenas llega unos centímetros más allá de la "puerta" que hizo. Da un par de pasos temeroso de como ella se pueda encontrar.

...

Ella se apoya contra un tronco y sin poder evitarlo vuelve a pudrirse, oye como un gemido de dolor sale desde un lugar que parece tener algo de luz, pero no ve a la figura que lo emitió, se pone de pie completamente, con la marca de que estuvo llorando a raudales sobre su rostro emprende la marcha hacia aquel sonido, tiene la leve esperanza de que sea él, su Igg.

Sus pasos son temerosos y precavidos, no quiere hacerle más daño del que ya le ha hecho. Sigue deambulando hasta que llega un punto en el que no puede más con la curiosidad que la embarga y grita su nombre.

-¡Igg! –su voz sale rasposa y con poca potencia.

-¡Ianna! –escuchar de nuevo su voz es para ella una dulce armonía.

Ambos no pueden esperar más y atraviesan el espacio que los separa para reencontrarse con el otro, sus ansias los consumen, al igual que la maldición.

Llegan a un punto en el que se topan cara a cara y él puede volver a admirar la belleza de sus ojos, que es lo que más sobresale de ella entre tanta oscuridad, a Ianna le pasa igual, solo se quedan un rato mirándose entre sí, sin saber qué hacer exactamente, aún ninguno de los dos ha sido devorado por las llamas.

Quien decide dar el primer paso de tocarle la mano es Igg, al sentirla de nuevo no puede contenerse más y la rodea por completo, ella responde de igual manera y sucede lo que ambos más temían, un llamarada azul sale de entre su unión y los va consumiendo de a poco, pero ninguno siente dolor, solo saben que están en brazos del otro y eso es lo único que les interesa.

Ianna e IggDonde viven las historias. Descúbrelo ahora