Prólogo

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Cuando ella tenía catorce años...
–Mi nombre es Diana Clark– Dijo la mujer de cabellera negra quitando los guantes terciopelados de sus manos.

–¿Es la primera vez que viene aquí?– Contestó la señorita con una voz amable regalándole una sonrisa.

–Sí.– Asintió.

–Un momento.–

Ella se quitó sus gafas asintiendo, mientras apoyaba sus antebrazos sobre el mostrador.

–Rellene esto por favor.–

Dejó sus guantes a un lado, y tomó la planilla en sus manos junto con el bolígrafo que le había entregado la señorita.

"Nombre del paciente: Alysson Clark, 14 años"

...

La mujercita se encontraba sentada en una banca del hospital. Traía puesta una gorra, que se encargaba de tapar la mitad de su frente, una bufanda de lana color ceniza, y un abrigo algo azulado prendido hasta arriba.

Miraba hacia todos lados, mientras frotaba sus pequeñas manos pálidas con nerviosismo, sintiendo la mirada de la gente sobre ella.

A su lado se encontraba un árbol de navidad, que separaba su asiento con el de un hombre misterioso, que ella miraba de vez en cuando por las ramas del pino.

...

El doctor colgaba las placas en una pizarra mientras él se acomodaba en uno de los asientos del consultorio.

–Las pruebas muestran un tumor cerebral– Señaló el hombre de bata blanca con su dedo índice. –Este tipo de tumor podría tornarse maligno– Hizo una mueca mientras su paciente agachaba su cabeza. –La media de supervivencia es de unos dos años, su extensión lleva a la parálisis, pérdida de memoria, falta de juicio.– Aclaró su garganta esperando a una respuesta, la cual no obtuvo. –De todas formas, hay que operar.–

Él levantó su cabeza, tal vez algo esperanzado, para así mirar con ojos atentos a su médico.

–¿Podrá la operación quitarlo?–

–Por desgracia, la total extirpación.– Balbuceó un poco mientras rascaba su cabeza. –Del tumor, no es posible, incluso la mayor extirpación no podrá evitar una recaída.–

Luego de despedirse, salió del consultorio con un sabor desagradable en la boca, sin evitar contener un sentimiento amargo, triste.

–¿Clark? ¿Alysson Clark?– Una voz dulce gritaba detrás de él dando a entender que era el turno de otra persona, él seguía su camino, hasta que escuchó resonar unos tacones de parte del pasillo.

–¡Perdone, estamos aquí!– Gritó la mujer con cabellera corta y zapatos de tacón. –Vamos, Alysson, es la hora.– Le decía a la adolescente mientras la pequeña caminaba con lentitud hacia ella.

De repente, ella se quedó intacta, quieta, parada en medio del pasillo apretando sus puños.

–¿Qué sucede?– Frunció su ceño mientras se acercaba más a la pequeña.

–He cambiado de opinión.– Su voz nerviosa y dulce resonó en aquel pasillo de hospital, ahí fue, cuando el la vio por primera vez.

La mujer suspiró pacifica, colocando su mano en uno de los hombros de la chica.

–Por favor, Alysson, ya lo hemos discutido.– Tomó a la niña del brazo y jaló de él con firmeza, arrastrando a la ojiazul.

–¡No puedo continuar con esto, ¡Por favor!– Hablaba con su voz entrecortada. Él podía escuchar desde donde estaba los llantos de la niña, intentando bajar la cabeza para que no notaran lo interesado que estaba en el pleito. –Haré todo lo que sea necesario...–

–Alysson, es lo mejor para ti.– La tomó en brazos y comenzó a sacudirla mientras ella lloriqueaba cabizbaja.

–¡No! ¡No es verdad!–

–¡Solo hazlo!–

La arrastró con más fuera aún que la anterior, encaminándola hacia el consultorio.

Y ahí fue cuando sus miradas se cruzaron, cuando sus ojos empañados color azul chocaron con sus ojos marrones.

Tal vez no exista una intimidad más grande que la de dos miradas que se encuentran con firmeza y determinación, y sencillamente se niegan a apartarse.

Todo bastó con una mirada.

Mis días de tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora