Ya de entrada uno se daba cuenta. Entre las grandes murallas de piedra esculpida, las paredes peculiares, las construcciones extrañas que se asemejaban a pequeñas casas y la organización laberíntica; este era un perfecto lugar para jugar a las escondidas. Si uno se detenía a observar, notaba que habían casitas más cuidadas que otras; piezas grandes y majestuosas con increíbles esculturas, mientras en otros lugares uno podría entender tranquilamente que fueron producto de un huracán, o bien abandonadas hace bastante. Cada casita se encuentra ordenada en una fila y sección, y se mantiene bajo este vecindario de casitas particulares sin fin, que en realidad se amurallan y tienen una aparente finitud. Componen así un conglomerado de pasillos que hacen de todo esto un laberinto gigante.
Era un día caluroso y de esos en los que el calor forma parte del agotamiento y cansancio, pero por algún motivo, la adrenalina no dejaba a mi cuerpo entenderlo. Esperaba, entre la paciencia y el miedo, a que no apareciera, mientras me asomaba de vez en cuando para comprobar la situación. Estaba todo calculado, o al menos eso creí hasta sentir en mi otro costado descubierto una figura veloz que pasó sin piedad, casi presumiendo su presencia y dándome a entender que en realidad ella me tenía controlado a mí. Apurado y asustado, perseguí al menos con la mirada a aquella figura fugaz que nuevamente desapareció entre los estrechos espacios entre los muros. Entendí que ella siendo grande, por más bueno que yo sea en algo, ella siempre puede ser mejor. Entendiendo la realidad, pero no aceptándola, comencé a perseguirla.
En el instante en el que entré al siguiente pasillo perpendicular, empezó; por cada paso que daba, una muy extraña y nostálgica sensación me comenzaba a invadir con cada vez más fuerza. Pensé que quizás era porque estuve en un lugar similar antes, o que quizá jugué antes a las escondidas y no me acordaba, lo único que entendía era que algo había en el lugar. Era como si las paredes me quisieran hacer entender algo y me forzaban a que intentara recordar. Me brotó repentinamente una simple imagen en la mente; era yo corriendo. Pero no acá. No habían pasillos, ni casitas extrañas. Era el interior de una casa, también laberíntica, y por algún motivo, recuerdo que también la perseguía a ella. Pero suficiente, no podía perder el tiempo prestando atención a tonterías sin importancia, si frenaba ella se iba a adelantar y yo iba a perderla de vista, así que cerré los ojos rápidamente y con un suspiro dejé ir el pensamiento y me heché a correr sin más.
Pude entonces, discernir a lo lejos su pequeña figura y me sentí aliviado de no haberla perdido. Viéndola doblar y perderse entre las casitas, doblé en simultáneo a fin de seguirla por un pasillo paralelo y me topé con lo que entendí de alguna forma que era un atajo. Corrí con todas mis fuerzas, con la esperanza de adelantarme y recuperar mi dignidad de profesional en las escondidas. Pero la extraña sensación no se había ido, e insistía exhaustivamente en ser pensada. El problema, en realidad, más que la sensación negativa en sí, era que aunque pensara en otra cosa yo sabía que la extraña sensación seguía estando ahí. Como si ejerciese una fuerza omnipresente en mi mente de la que no me podía deshacer. Pero algo me decía que no tenía que pensarlo y no tenía que frenar por nada del mundo. Como si frenar y pensar por dos segundos implicase una tragedia gravísima. Tenía miedo y no entendía qué estaba pasando entre tanta adrenalina que ahora se mezclaba con un tipo de desesperación irracional.
¿Y ella? ¿Ella dónde estaba? A este punto ya debería de haberla encontrado. No podría haberla perdido, no había forma, si tomé un atajo lo normal sería que al menos haya reducido la distancia, ¿cómo es que no la encontraba en ningún lado? El aire se condensó más que nunca y la tensión me hacía lentamente perder la razón. Brota una segunda imagen en mi cabeza: estoy perdido, otra vez en esa misma casa, que ahora parece ser un poco más familiar, estábamos jugando a lo mismo y la había perdido repentinamente, me desesperaba y la buscaba pero no la encontraba.
En medio de las imágenes y la desesperación, piadosa o milagrosamente, ella volvió a aparecer, pasando de largo por el pasillo de en frente. Retomé entonces la esperanza, y otra vez corrí manteniendo mi mirada fija en ella, para no volver a perderla de vista nunca más.
Mis piernas se sentían ligeras, el aire fresco en contraste al preponderante sol creaban el ambiente perfecto, era de esos días que los grandes llaman "el día para salir", lo que para mí era un "día para salir a jugar a las escondidas". El viento frío que parecía refrescar hasta mis huesos, me liberaba de alguna forma de la sensación aquella. Podía olvidar, como si nada hubiese pasado y correr como nunca lo habría hecho. Con la confianza de que si volvía a sentirlo, lo iba a poder superar. Corríamos como liebres a lo largo del gran camino. El paisaje a mis costados alineaba innumerables casitas con diversas figuras arquitectónicas, todas peculiares, pero iguales dentro de su conjunto. Puedo entonces al fin, divisar a lo lejos un muro altísimo con cuadrados y flores, lo que supe que era "la casa" del juego. No entendí, en realidad, cómo, o de dónde sabía eso, pero sentí instintivamente, como si lo supiese hace tiempo atrás, que esa era "la casa". Un toque ahí y el llamado de "pica para mí, pica para todos" eran suficientes para ganar, pero primero debía superarla a ella.
Con la meta en frente de mis ojos, corrí aprovechando la situación de que ella había comenzado a ralentizarse. Podía verla acercarse e imaginaba sentirme más cercano a la victoria que nunca, pero la extraña sensación, obstinada, me trajo dolorosamente a la realidad: surgió una tercera imagen en mi mente.
Esta era más borrosa e intrigante que las anteriores. Al parecer, continuaba de la imagen anterior; dentro de la creciente desesperación de haberla perdido, la encontraba casi mágicamente, y lograba recuperar el aliento. Luego de seguirla en línea recta, lograba al fin ver "la casa" del juego. Era entonces una competencia de velocidades. Y de alguna forma, quizá porque ella fue buena, quizá porque era mi casa y era un lugar que conocía. Logré pasarla, y en el momento en el que lo hice, sentí que algo estaba mal.
Logré al fin pasarla, pero la imagen me dejó tan extrañado que no me dejaba terminar de alegrarme. La sonrisa de mi cara se desdibujó lentamente a medida que me acercaba al muro. Fue ese el momento en el que sentí que estaba cometiendo un grave error.
La imagen apareció otra vez, y terminó por dejar una continuación. Esta vez, mamá me seguía a mí, y yo corría, acercándome cada vez más hacia "la casa".
Llegué a "la casa" del laberinto de casitas, y realizado, bajé la mirada que se posó sobre un cuadro del muro enorme que llamaba intensamente mi atención y un escalofrío recorrió mi cuerpo entero. No podía moverme. No podía reaccionar.
Salta nuevamente otra imagen: al llegar a "la casa", todo se vuelve negro.
Mamá me seguía por las espaldas. Esta vez caminando. Me di vuelta para tratar de encontrar coherencia al ver su rostro, pero al verlo, me confirmó lo que no estaba dispuesto a aceptar. Mamá me miraba fijamente con ojos vidriosos, casi viendo a través de mí. Dio un par de pasos contenidos, lentos. Y traté de hablar, pero sabía que era inútil. Ella caminó, suspirando de cansancio, y como tratando de consolarse a sí misma, se acercó y se acercó a mí, hasta traspasarme. Se sentó enfrente del cuadrado que antes había llamado mi atención y dijo las palabras "te extrañé".
Estuve a su lado hasta que se fue. Durante todo ese tiempo, ella sólo se mantuvo sentada en frente de mi lápida pensativa, sin decir mucho más. Al cabo de unos minutos se fue. Me quedé viendo su figura salir por la puerta del cementerio mientras lentamente comenzaba a sentir una extraña paz que me paralizó dejándome embobado. Reaccioné. No entendí que hacía ahí, era como si me hubiese quedado hipnotizado mientras la veía salir a ella. ¿Ella? ¿Quién es ella? Traté de no distraerme con pensamientos sin sentido y volví mi mente a las escondidas.
Fin
ESTÁS LEYENDO
Pica para mí, pica para todos
Kurzgeschichten"Ya de entrada uno se daba cuenta. Entre las grandes murallas de piedra esculpida, las paredes peculiares, las construcciones extrañas que se asemejaban a pequeñas casas y la organización laberíntica; este era un perfecto lugar para jugar a las esco...