La copa de los merodeadores

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Gloria eterna, eso es lo que se prometía al campeón del Torneo de los tres magos. Como a cualquier otro chico de 17 años aquello me parecía de lo más tentador. Aún recuerdo la emoción que sentí cuando oí las palabras que lo iniciaron todo:

-Y el campeón de Hogwarts es... ¡Sirius Black! - anunció el director de Hogwarts.

Todos aplaudían y gritaban mi nombre. Todos menos James, que esperaba ser él el elegido por el cáliz. Yo hice caso omiso de su mirada fulminante y me levanté para dirigirme al lugar donde estaban los demás campeones del torneo: Katerina Petrova del Instituto Durmstrang y Olivier Delacour de la Academia Mágica Beauxbatons.

-La primera prueba tendrá lugar la próxima semana. Los campeones deberán estar en la puerta de la cabaña de Hagrid a medianoche y los demás alumnos acudirán más tarde guiados por los jefes de sus respectivas casas hasta el lugar de la prueba. - concluyó Dumbledore.

Cuando los directores de las tres escuelas nos hubieron felicitado y explicado las reglas regresé a la sala común de Gryffindor. Allí Remus y Colagusano me estaban esperando para celebrarlo con cerveza de mantequilla.

-¡Ey, lo has conseguido! ¡Campeón de Hogwarts! - Me felicitó Colagusano.
-Sí, enhorabuena Sirius. Has conseguido un billete de ida a la muerte.
-Tú tan optimista como siempre Remus. Aunque al menos estás aquí. ¿Dónde demonios está James? Sé que está celoso, pero por lo menos podría intentar alegrarse un poco por mí. ¡Yo no tengo la culpa de que el cáliz me haya elegido a mí! ¿Qué esperaba? ¡¿Que todo girara en torno a él como siempre?!
-Tranquilo,ya sabes como es. Se le pasará.
-Eso espero.

Pero llegó la noche de la primera prueba y James seguía sin dirigirme la palabra. Llegué a la cabaña de Hagrid justo a medianoche. Los otros campeones ya estaban allí con sus respectivos directores. No parecían con ganas de hablar así que me quedé a un lado esperando a Dumbledore, que por suerte no tardó mucho. Entramos todos en la casa y nos explicaron por fin en que consistía el reto: debíamos adentrarnos en el bosque prohibido, lleno de criaturas mágicas poco amigables a las que se les había dado permiso para atacarnos a su antojo, encontrar cada uno una snitch que contenía la pista para la siguiente prueba y volver a la cabaña.

Al salir ya estaban allí todos los demás alumnos y profesores. Al sonido del cañón los tres participantes corrimos hacia el interior del bosque. Primero me topé con un grupo de acromántulas de las que me deshice fácilmente con "Arania exumai". Después entré sin darme cuenta en el territorio de los centauros, algo que los pone de muy mal humor. Con un par de hechizos de aturdimiento conseguí ralentizarlos lo bastante como para escapar. El verdadero problema vino cuando encontré la snitch. La seguí durante un buen rato hasta que conseguí atraparla. Entonces creí que ya estaba a salvo; pero de repente me di cuenta de que esa condenada bolita dorada me había llevado directo a un hombre lobo. Para mi desgracia él sí me había visto a mí y ya era demasiado tarde para esquivar su ataque. Me mordió y arañó por todas partes. Yo intentaba darle patadas con la pierna que me quedaba libre y no paraba de lanzarle conjuros no muy efectivos. Por fin logré derrotarle y llegar a la meta, el último, pero al menos llegué. Justo a tiempo para desmayarme en un lugar seguro y no en ese mar de monstruos.

Lo siguiente que recuerdo es despertar en la enfermería. Lo primero que vi fue a James. Me sonreía por primera vez en una semana.

-Buenos días Bella durmiente.- Dijo - Me tenías muy preocupado. ¿Tienes la menor idea de cuántos días llevas inconsciente?
-¿Eso significa que ya no estás enfadado?
-¿Enfadado? ¡Estoy agradecido! Se nota que no te has visto, ¡estás hecho una pena! Si hubiera salido mi nombre ahora yo estaría en esa camilla y tú serias el que se comiera las chuches de mis fans.

Entonces reparé en un montón de cajas de gominolas vacías a los pies de la cama.

-¡No me has dejado ni las ranas de chocolate!
-¿Estoy intentando pedirte perdón y eso es en lo que te fijas?
-¿Qué clase de disculpa es decirme que te has comido mis chuches?
-Por favor no me lo pongas más difícil. Ya sabes que no se me da bien. Lo que quiero decir es que he sido un idiota y que lo siento mucho. ¿Amigos?
-Amigos.
-¡Genial! Cambiando de tema...¿Pudiste ver la pista de la snitch antes de desmayarte?
-No. ¿Sabes dónde está? Creo que tendría empezar a descifrarla cuanto antes, dudo que sea fácil.
-Pues yo creo que no deberías.- Dijo Remus entrando en la habitación - Mira como has acabado solo en la primera prueba. No quiero que te pase nada más. Por favor deja esta ridícula competición.

Pero obviamente no le hice caso. Pasó el tiempo y poco a poco me fui recuperando. Por suerte cuando llegó el baile de Navidad ya estaba perfectamente y pude disfrutar de fiesta toda la noche para descansar de la desesperante tarea de resolver la adivinanza de la snitch. Finalmente lo conseguí a pocos días de las prueba gracias a la ayuda de Remus, que acabó dándose por vencido en su intento de que dejara el torneo.

Esta fase de la competición consistía en un combate mágico entre los tres campeones. Para complicar las cosas teníamos que luchar esquivando los rayos de una tormenta encantada y rodeados de duendecillos de Cornualles, que a pesar de su pequeño tamaño pueden resultar realmente molestos si están mordiéndote o tirándote del pelo mientras intentas lanzar un hechizo. Katerina y Olivier se peleaban entre ellos como si yo no existiera. Iba último así que ninguno de los dos me consideraba una auténtica amenaza,pensaban que podían librarse de mí sin esfuerzo, y decidieron dejarme para el final cuando ya estuvieran cansados y emplear toda su energía en el verdadero oponente. Yo aproveché mi aparente invisibilidad para atacarlos sin que se dieran cuenta pero antes de que pudiera lanzar ningún conjuro un duendecillo me quitó la varita y tuve que improvisar. Me transformé en perro y conseguí derribar a Katerina mordiéndole los tobillos. Una vez estuvo en el suelo le quité su varita y estaba a punto de ir a por Olivier cuando un rayo me hizo el trabajo sucio. El pobre tardó semanas en recuperarse de las quemaduras pero al final todo quedó en nada y yo había ganado la prueba.

Después de aquello hasta Remus creía que tenía posibilidades y cuando llegó la última prueba todos me apoyaron. Para esta teníamos que conseguir abrir un cofre en el que se guardaba la copa. Al ir en primer lugar Olivier debía lanzar el hechizo inicial. Después era mi turno y una vez que hubiera realizado mi primer conjuro Katerina podía comenzar. Tras un rato probando con "Alohomora", "Bombarda máxima" y todos los encantamientos que se nos ocurrieron sin resultado nos quedó claro que eso no iba a funcionar y llegamos a la conclusión de que todos los objetos que teníamos alrededor no estaban ahí por casualidad. Los inspeccioné con atención y reconocí los ingredientes para una poción corrosiva: debíamos derretir el baúl. Nunca fui muy bueno en pociones pero afortunadamente esa la habíamos preparado en clase el día anterior, probablemente porque el profesor Slughorn sabía cual iba a ser el reto y decidió echarme una mano, y aún me acordaba de todo. Los demás también se dieron cuenta y empezó una carrera por la copa. De repente Katerina paró y empezó a rebuscar entre su pelo hasta que encontró una horquilla y se acercó al cofre con ella en la mano. El resto no entendíamos nada hasta que lo abrió: había forzado la cerradura. Era una solución tan simple y tan poco mágica que no resultaba extraño que solo se le ocurriera a ella, la única de los tres que no venía de una familia entera de magos, la única acostumbrada a apañárselas sin hechizos.

Tras aquello la Academia Mágica Beauxbatons y el Instituto Durmstrang se marcharon, no sin antes celebrar una gran fiesta en honor de la ganadora de la copa de los tres magos. Y aunque estaba decepcionado por no haber ganado, me deprimía más pensar que tenía que despedirme de toda la gente maravillosa que había conocido ese año. Al fin y al cabo, como dice Hermione, el objetivo del torneo es la cooperación mágica internacional, hacer amigos.

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