Prólogo.

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Vale entonces... Por donde empiezo?

Eh, soy Ricardo Zea, tengo quince años. Pues... Mi familia hasta hace siete años era millonaria, estábamos casi que nadabamos en dinero, pero cuando mi padre murió —al volver a casa un hombre de mediana edad trato de robar su auto, y papá al negarse, el sujeto le vacío tres balas en la cabeza— la empresa de comida rápida de la que era director general se desmoronó, y llevo a la empresa a la quiebra. Otro hombre tomo el mando pero ya no había caso, las ventas habían bajado demasiado.

Mi madre era una mujer espectacular, estoy seguro que me amaba más que a su propia vida, es por eso que cuando mi tía Alexia me dijo, hace tres años, que al ir a un viaje de negocios —pues ella era vendedora de bienes raíces— que una mujer borracha chocó su camioneta con el capó del Volvo de mi madre, lloré tanto.

Nunca fui como esos chicos del colegio al que mi madre me inscribió cuando era pequeño. Solamente hablaba con mis compañeros cuando los profesores hacían trabajos en grupo o en pareja.

El tiempo de clase simplemente fingía poner atención o dibujaba en la parte de atrás de mis cuadernos, realmente, ni siquiera se como seguía pasando de curso. En los recreos pasaba siempre solo, me iba a un rincón donde no llegaba la luz del encandilado sol y me sentaba a escuchar musica.

Mi tía me ha cuidado desde que mamá murió, hasta hoy en la mañana. Le detectaron un cáncer avanzado al hígado, está en el hospital y ya no es apta para cuidar a un menor.

Como es mi única familia y ya no hay quien me cuide me envían a un orfanato.

Saben? Jamás creí encontrar el amor, menos en un orfanato, y mucho menos con un hombre.

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